Vuelta al ruedo para Alcalde en otra tarde aburrida en Las Ventas

  • El novillero Mario Alcalde fue el encargado de poner el argumento a otra tarde aburrida en Las Ventas, al dar una vuelta al ruedo tras "pinchar" una buena faena al único novillo potable de la función.

Javier López

Madrid, 30 jun.- El novillero Mario Alcalde fue el encargado de poner el argumento a otra tarde aburrida en Las Ventas, al dar una vuelta al ruedo tras "pinchar" una buena faena al único novillo potable de la función.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Montealto, bien presentados y de juego desigual. El mejor, el segundo; toreables pero a menos, cuarto y sexto; descompuesto el primero; desfondado el tercero; y sin entrega el quinto.

Jesús Fernández: pinchazo y estocada (silencio tras aviso); y dos pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso).

Mario Alcalde: pinchazo y gran estocada (vuelta al ruedo tras petición); y pinchazo y bajonazo (silencio tras aviso).

Juan Viriato: bajonazo (silencio); y pinchazo, metisaca y estocada trasera (silencio tras aviso).

La plaza tuvo casi un cuarto de entrada en tarde calurosa.

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LO TUVO EN SU MANO

Volvían a Las Ventas los tres novilleros que "cobraron", como se dice en la jerga, la pasada campaña en esta misma plaza.

Y los tres acudían con la esperanza de poder dar ese aldabonazo en la primera plaza del mundo que les pusieran, de una vez, a funcionar, conscientes de que el panorama está muy complicado, la crisis arrecia, las ferias son cada vez más cortas y hay, por tanto, menos huecos para los novilleros, sobre todo si ya son nombres conocidos y todavía no han logrado despegar.

Una situación que comparten el catalán Jesús Fernández, que ya lleva cinco años toreando con caballos, y Mario Alcalde, que, a la postre, fue el mejor parado de los tres, ya que si no llega a ser por la espada hubiera logrado ese triunfo tan anhelado. El colombiano Juan Viriato, muy nuevo aún, todavía puede esperar, pero, ojo, tampoco puede dormirse en los laureles.

Alcalde, ya está dicho, compite en otra liga diferente a la de sus compañeros, por lo puesto y seguro que se le ve, y por las buenas formas que atesora, las cuales enseñó, sobre todo, en su primero, un novillo que, aunque manseó en los primeros tercios, sin embargo, tuvo buen tranco en los primeros compases de faena de muleta.

El espada conquense vio muy pronto las buenas cualidades de su antagonista, y así lo toreó en los medios, sin probaturas, en series sobre ambas manos de muletazos largos y por abajo, todo muy compacto y ligado, y con especial aroma en los naturales a pies juntos en las postrimerías de su quehacer.

Lástima que el pinchazo previo a la estocada definitiva restó pañuelos en la petición de oreja, que, finalmente no fue concedida por un presidente duro e infranqueable, asesorado a su vez por un señor que en antaño fue un "profesional" de esto. Y sino que se lo pregunten a Rafael Cerro o Alberto Aguilar, por ejemplo.

Con el quinto se fue nuevamente Alcalde sin miramientos al centro del anillo para torearlo directamente al natural, pero esta vez, aunque dejó pasajes aislados de cierto buen aire, no pudo redondear una faena a la que le faltaron estrecheces y, sobre todo, un antagonista que, aunque se movió, nunca se entregó.

Poco pudo hacer Jesús Fernández con el que abrió plaza, un animal de cortas y muy descompuestas embestidas, que acusó posiblemente el fuerte castigo en varas que cobró, y con el que tan sólo pudo mostrarse tesonero en una faena de escaso relieve.

Volvió a estar digno el catalán en el cuarto, que se prestó algo más que su anterior oponente, aunque sin llegar tampoco a "romper" en ningún momento, apagándose por completo al final de su lidia, y al que instrumentó otra labor voluntariosa y entregada, pero, nuevamente, con poco eco en los tendidos.

A Juan Viriato casi le cuesta caro el gesto de ir a recibir a su primero a la misma puerta de toriles, pues el animal se le vino al cuerpo y, en la huida, acabó arrollándole violentamente por la espada, por fortuna, sin mayores consecuencias.

Ese fue el único pasaje reseñable de esta primera labor del colombiano, que no dijo prácticamente nada con un novillo desfondado casi ya de salida, sin fuerzas ni raza, en una labor tan larga como plomiza, y mal coronada con la espada.

En el sexto evidenció Viriato el poco rodaje que aún atesora, pues el novillo "se dejó" y él anduvo correcto sin más, sin calentar lo suficiente, a pesar del largo tiempo que anduvo intentándolo.

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