Nieto robado busca verdad, no venganza, a 40 años del golpe militar en Argentina

"Yo nací en el sótano de este edificio", se presenta Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit, uno de los 119 nietos recuperados, al iniciar una recorrida por el Sitio de Memoria ESMA, epicentro del secuestro, tortura y muerte en Buenos Aires durante la dictadura argentina (1976-83).

Este hombre corpulento y barbado que hoy tiene 37 años y está a punto de ser padre por tercera vez, supo recién a los 21 años que era hijo de desaparecidos, nieto de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa Roisinblit, y que una hermana lo buscaba desde siempre.

Hasta entonces había vivido convencido de que era hijo de Francisco Gómez, agente de inteligencia de la Fuerza Aérea, y de su esposa. Lo habían registrado como propio luego de que su mamá diera a luz el 15 de noviembre de 1978 en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), emblemática cárcel clandestina.

"Este año son 40 años del golpe (de estado), yo cumplo 38 años y tengo mi abuela muy grande, de 96. Necesito verdad, saber urgente qué fue lo que pasó, quiénes son los responsables y dónde están los restos de mis padres. No quiero revancha ni venganza, quiero saber", dice Guillermo a la AFP.

Movido por la necesidad de dar un mensaje que pueda "tocar una hebra sensible", dice, aceptó contar su historia durante una visita por el Sitio Memoria ESMA.

Junto a él, unas 80 personas recorrieron la puesta museográfica montada en el Casino de Oficiales donde los prisioneros eran alojados en condiciones infrahumanas.

En esas salas húmedas y tapiadas, bautizadas cínicamente 'Capucha' y 'Capuchita' por los marinos, los presos eran torturados, siempre encapuchados.

La mayoría de las 5.000 personas que pasaron por allí durante la dictadura terminaron narcotizados y arrojados vivos al mar en los llamados 'vuelos de la muerte'.

La vida de Guillermo dio un vuelco el 27 de abril de 2000, cuando una joven se presentó en su trabajo.

"Hola soy Mariana, soy hija de desaparecidos y busco a un hermano que podés ser vos", le dijo.

Él no le creyó pero ella le dejó una carta y una foto de su papá: "Era yo mismo en blanco y negro", se asombra aún. Esa misma tarde fue a Abuelas para confirmar su identidad con un examen de ADN.

Tras el primer ímpetu, Guillermo cayó en un "un período oscuro", dice, le llevó años reconciliarse con su historia. Cuando le restituyeron su identidad, conservó el nombre Guillermo, puesto por sus apropiadores, pero agregó Rodolfo Fernando, elegidos por su mamá.

"La primera vez que alguien me llamó Rodolfo y yo me di vuelta, que me reconocí en ese nombre, fue acá en el sótano de la ESMA", relata a la AFP mostrando el lugar exacto, "debajo de la quinta ventana", donde su mamá dio a luz.

José Pérez Rojo y Patricia Roinsiblit eran militantes de la agrupación armada peronista Montoneros. Fueron secuestrados el 6 de octubre de 1978 con su hija de 15 meses, que luego fue devuelta a la familia. Ella estaba embarazada de 8 meses.

Los llevaron al Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) de Morón (periferia oeste), que dependía de la fuerza aérea. Desde allí, la trasladaron a la ESMA para dar a luz y tres días después la regresaron con su bebé.

Por la desaparición de los padres de Guillermo se iniciará un juicio en abril. Francisco Gómez, su apropiador, que ya cumplió una condena de seis años por el robo del bebé, está imputado junto al exjefe de la Fuerza Aérea Omar Graffigna (1978/81).

Su apropiadora, Teodora Jofré, fue condenada a tres años de prisión domiciliaria. Guillermo la perdonó "pero eso no le quita responsabilidad", aclara. Por Gómez, ese hombre violento al que le tuvo miedo, ahora no siente "nada".

"Tengo todavía la ilusión de que en algún momento rompan el pacto de silencio. Después de casi 40 años de búsqueda y lucha mi abuela se merece saber para poder irse tranquila", afirma.

Los militares nunca revelaron el destino de los desaparecidos, unos 30.000 según los organismos de derechos humanos, ni dieron datos sobre los 400 nietos que falta encontrar.

El predio de 17 hectáreas de la ESMA, al norte de Buenos Aires, fue recuperado en 2004 y sus edificios entregados a los organismos de derechos humanos que llenan de arte y vida un lugar donde antes hubo muerte.

"Contar nuestra historia es todo lo contrario de lo que quiso la dictadura, que era silencio", dice Manuel Gonçalves, otro nieto recuperado y director de la Casa de la Identidad, el espacio de Abuelas en la ESMA.

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