Austria fomenta la inclusión de niños discapacitados en escuelas normales

  • La región de Estiria es pionera en la inclusión -que no integración- de los niños con discapacidades en las mismas clases que los demás niños. La idea está dando su fruto, basada en la teoría de la inclusión sostiene que un futuro premio Nobel puede estudiar la misma materia –y al mismo tiempo- que un niño con serios problemas de aprendizaje, sólo que a un nivel diferente y siempre y cuando cada niño reciba una lección ajustada a sus propias capacidades. La realidad al final es que ambas partes salen enriquecidas por la experiencia, según la experiencia austriaca.
Phil Cain | Globalpost

(Graz, Austria). Brigitte Petritsch luchó durante décadas para que los niños discapacitados pudieran estudiar con chicos no discapacitados. Gracias a la ayuda de unos aliados inesperados, las aulas de la provincia de Estiria, en el centro y sur de Austria, son las que más fomentan la inclusión en Europa. Para mi visita, me han preparado una serie de fotocopias y materiales.

La energía y espíritu didáctico de esta mujer de 63 años sigue siendo enorme, incluso ahora siete años después de jubilarse. “Nunca se deja de ser profesor”, explica Petritsch, con una sonrisa mientras me acerca uno de los documentos. Lo primero que hay que aprender es que inclusión no es lo mismo que integración. “Integración significa traer a los niños a nuestras escuelas, pero inclusión quiere decir que cambiamos nuestro sistema escolar para llegar a ellos”.

Lo próximo que hay que saber es que el 95 por ciento del aprendizaje se produce cuando la gente le explica algo a alguien. De modo que tener chicos discapacitados que trabajan en cosas relativamente simples, ofrece una gran oportunidad para sus compañeros con más talento.“Cuando comencé a promover la ‘educación de inclusión’, luchaba en nombre de los niños discapacitados, pero desde entonces he aprendido que los niños no discapacitados también aprenden mucho; ya no sé quién se beneficia más”, afirma Petritsch.

El razonamiento no es del todo simple, ni siquiera para ella. Cuando un colega regresó de un viaje al extranjero y le explicó la idea en 1981, “todos le dijeron que estaba loco. Y yo fui una de ellas. Estaba segura que era la mejor profesora para mi clase de niños con necesidades especiales”.

Pero muy pronto se dio cuenta de la otra cara de la moneda, cuando visitó una escuela pionera en “inclusión” en Berlín occidental. “De repente lo entendí. Seguía convencida de que era la mejor profesora, pero no podía sustituir a los niños no discapacitados”.

La teoría de la inclusión sostiene que un futuro premio Nobel puede estudiar la misma materia –y al mismo tiempo- que un niño con serios problemas de aprendizaje, sólo que a un nivel diferente y siempre y cuando cada niño reciba una lección ajustada a sus propias capacidades.

Es verdad que los profesores necesitan un poco más de ayuda en la sala de clases. “Si un niño es ciego, se necesita a alguien que pueda ayudar, o es necesario ayudarlos con problemas físicos, como por ejemplo, para alimentarse o ayudarles a ir al lavabo”.

También existe una recompensa no académica: el desarrollo de la empatía. En las aulas “de inclusión” todos los niños tienen que entender y aceptar las diferencias. “Es quizás algo que es imposible aprender después de una determinada edad”, afirma.

Durante una visita a una clase, Petritsch recuerda que les dio chocolates. “Había un niño que no tenía manos y no podía abrir el suyo. Sin mediar palabra, se lo pasó a su vecino para que le quitara el envoltorio y éste se lo devolvió para que se lo comiera”.

El primer experimento de Petritsch con clases de inclusión en 1985 fue totalmente fuera de la ley. Con la ayuda de la directora y un inspector de la escuela, creó una clase en el pueblo de Kalsdorf. “Era completamente ilegal”, reconoce. Sólo obtuvo reconocimiento legal tres semanas después de haberlo iniciado, cuando la directora llamó a un programa de radio y le preguntó al ministro invitado si le parecía correcto intentarlo. El experimento creció y tuvo una buena acogida tanto entre los padres de niños discapacitados como en los no discapacitados.

El auge de las clases de inclusión se produjo cuando captó el interés de un político poderoso: Bernd Schilcher. “Yo soy de izquierdas, no es sólo mi pelo”, le dijo Petritsch mientras le enseñaba su cabellera roja. El ministro regional de educación, del Partido Popular (conservador), decidió entonces luchar por la inclusión poco después de asumir el cargo en 1989. “Le dije, ‘tienes que interesarte por la educación de inclusión y sólo la entenderás cuando la veas en persona’”, asegura Petritsch.

Schilcher realizó la visita y se convenció. Gracias a su apoyo, el programa se extendió por toda la provincia. En 1993 ayudó a convencer al Gobierno austriaco para que aprobara leyes que otorgaran a los padres el derecho a matricular a sus hijos discapacitados en escuelas ‘normales’. Más del 80 por ciento de los 120.000 niños discapacitados de Estiria van a escuelas tradicionales. En toda Austria la cifra llega al 50 por ciento, con algunas provincias como Vorarlberg donde el promedio es sólo del 20 por ciento. El próximo objetivo de Petritsch: lograr la inclusión total de aquí al 2016.

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