El autor Karl Ove Knausgard: "El escritor no nace, sino se hace"

  • Viaja a sus inicios como escritor en la novela sobre su comienzo 'Tiene que llover'
El autor Karl Ove Knausgard: "El escritor no nace, sino se hace"
El autor Karl Ove Knausgard: "El escritor no nace, sino se hace"
EUROPA PRESS
EUROPA PRESS

El escritor noruego Karl Ove Knausgard viaja a sus fracasados inicios como escritor en la novela 'Tiene que llover. Mi lucha 5' (Anagrama/ L'Altra Editorial), quinta entrega de su proyecto editorial 'Mi lucha' --integrado por seis libros--, que le ha llevado a afirmar: "Un escrito no nace, sino que se hace", según ha explicado en rueda de prensa este martes en Barcelona.

La historia de esta entrega arranca en 1988 en Bergen, con un Knausgard veinteañero convertido en el alumno más joven de la Academia de Escritura de la ciudad, un precoz novelista que se revela inepto en todos los frentes, con textos llenos de clichés, pero que pese a ello persiste.

Knausgard ha recordado que quería convertirse en escritor a toda costa y no lo conseguía; leía a muchos autores y trataba de usar su lenguaje y, sin embargo, conseguía resultados alejados de lo que quería transmitir, hasta que al final logró trasladar al papel "justo" lo que quería relatar.

En aquel entonces intentaba llegar a un punto de coincidencia entre lo que uno quiere leer y lo que escribe, y ha añadido: "Como si intentara desparecer y ver lo que me aporta lo que he escrito, y ese algo que has escrito vuelve a ti", y ha dicho que es en ese punto cuando uno se convierte en escritor.

LA "ORDINARIA" VIDA DE UN NORUEGO

Preguntado sobre el éxito que experimentó con la publicación de la primera novela, ha dicho que no pensó que fuera a suceder porque su libro relataba la "vida normal y ordinaria de un noruego".

Ha recordado que su proyecto empezó cuando quería escribir sobre la muerte de su padre, y hacerlo en formato de ficción, teniendo como máxima dificultad hallar un lenguaje creíble y cercano a la realidad, que "era más importante en sí que los hechos sucedidos".

En este empeño por escribir la vida lo más real posible ha acabado alumbrando 3.500 páginas sobre su vida, en un proyecto que ha cambiado radicalmente desde el planteamiento inicial: "Escribí los dos primeros libros solo en mi habitación, y en ese momento pensaba que a nadie le importaba lo que yo pensara. Me sentía muy libre y podía escribir lo que me daba la gana".

La publicación de la primera historia sobre su padre y su abuela -'La muerte del padre'-- desató un agravio familiar con su familia paterna: "Con la novela de ficción parte de la familia se enfadó un poco porque pudo identificar cosas de la historia de nuestra familia, pero yo había cambiado los nombres".

Tanto a nivel familiar como mediático, la primera y segunda novelas se le volvieron en contra en forma de infierno mientras escribía el tercer y cuarto volumen, "y a pesar de que la idea era seguir siendo honesto y franco, en mi escritura dejé cosas fuera e intenté ser más amable con mi entorno", dando lugar después a esta quinta sobre su juventud.

No obstante, en la sexta novela --publicada en 2011--, volvió a la crudeza y el dolor, lo que consiguió gracias a tener un cierto punto de autista que le permite abstraerse y no pensar en las consecuencias, ya que ha considerado que cualquier actividad creativa necesita libertad: "Nadie tiene que decirte lo que puedes y no puedes hacer".

Ha explicado que consiguió administrar la tensión que la escritura manifiesta en su cuerpo: "Cuando se convierte en algo doloroso, esa es la frontera, y si mi cuerpo lo soportaba, entonces podía escribir".

Sobre la terapia que ha podido representar la escritura de esta saga, ha asegurado que sus miedos fundamentales no han cambiado: "Sí me acepto más a mí mismo y también he aceptado más a mi padre a través de analizarlo y escribir sobre él desde perspectivas muy distintas. Es cierto que entender te ayuda a perdonar".

A su juicio, el tema de fondo de su saga es la identidad, por qué somos como somos y las distintas perspectivas y niveles de comprensión de uno mismo, en una lucha entre su identidad y la de su padre: "Cuando me convertí en padre me di cuenta de que tenía que pasar de ser hijo a padre", y pensar que papel desempeñar como progenitor.

Preguntado sobre qué opinaría si sus hijos novelan un día su vida, tal como él lo ha hecho con la de su padre, ha dicho habérselo planteado en muchas ocasiones, pero que su conclusión es siempre: " Si lo hacen tengo que aceptarlo".

Mostrar comentarios