Cuando un soldado desaparece en Afganistán

  • La alarma salta en el Valle de Argaband. Un soldado de Estados Unidos ha desaparecido. Sus compañeros le buscan lo más rápido que pueden, pero saben que lo más probable es que los talibanes ya le hayan matado.
Iason Athanasiadis | GlobalPost

(Valle de Argandab, Afganistán). La alerta del ejército de EEUU se nota en todo el valle de Argandab, desde la central del comando aéreo del batallón 82 hasta el puesto de combate más pequeño: un soldado desaparecido en combate.La alarma se desata después de que una patrulla haya sufrido una emboscada por los talibanes que operan en este importante –y estratégico- valle en las afueras de Kandahar, la segunda ciudad de Afganistán y crisol de la influencia talibán.

En el momento más álgido de la situación, no está claro si el soldado ha sido asesinado o está desaparecido."La última cosa que queremos es tener un soldado secuestrado por un enemigo que no retiene a sus prisioneros sino que los decapita en televisión", explica el mayor William Black, que evalúa la situación en una habitación con banderas afganas, canadienses y estadounidenses y monitores de video con imágenes del campo de batalla.

A unos pocos kilómetros del incidente, el teniente primero Jordan Ritenour intenta convencer a sus colegas del Ejército nacional afgano para organizar una misión de búsqueda. Como parte de la nueva estrategia del general Stanley McChrystal, Ritenour y sus compañeros comparten la misma base con los efectivos afganos que ellos mismos ayudaron a entrenar, todo muy cerca de las aldeas que apoyan a los talibanes.

Pierden un tiempo valioso mientras reúnen a los cinco soldados que deben salir en la misión. Antes de entrar en una zona de bosques, avanzan a través de las calles de Kuhak.

Es primavera y los talibanes han vuelto a preparar su ofensiva tradicional con explosivos y bombas trampa en los caminos del valle. Los explosivos se incrustan en paredes, cunetas e incluso árboles. Los soldados abandonan el camino con la esperanza de que los talibanes no hayan puesto bombas trampa en los campos de los agricultores locales.

Avanzan a través de huertos y canales de riego. Una vez que llegan al río Argandab, se establecen en una de sus riberas, cerca de unos barracones de adobe. Media docena de helicópteros sobrevuela la zona, en busca del soldado desaparecido. A través de la radio llegan noticias de que se ha encontrado parte de un rifle M-4 y un casco. Es evidente que el soldado ha muerto en una explosión, tan fuerte que no podría haber sobrevivido.

En medio de una estela de humo, un helicóptero Blackhawk aterriza para recuperar los restos dejados por esta improvisada explosión. La radio vuelve a sonar y señala que ha surgido un informante que asegura que el soldado desaparecido está vivo y ha sido capturado por los talibanes en Kuhak, la misma aldea de donde vienen los soldados. El chivatazo es sospechoso ya que se ha confirmado la muerte del efectivo.

"Si saben que uno de los nuestros está desaparecido, eso significa que quieren que vayamos a Kuhak", explica Joshua Victorin, un soldado que ha estado cinco veces en Afganistán. "Podría ser una emboscada, una bomba improvisada".

Piden refuerzos y llegan las fuerzas especiales y las milicias locales. Los disparos se oyen por todo el valle e interrumpen la plegaria nocturna. En el sitio de la emboscada se descubren otras dos bombas improvisadas, una de ellas compuesta de 14 bloques del explosivo C-4.Los helicópteros realizan algunos disparos de precaución y se ven destellos para eludir el ataque de misiles y regresan a la base.

Cae la noche. A medida que desaparece el ruido de la aeronave, el sonido del río vuelve a cobrar protagonismo. La compañía de soldados avanza silenciosamente a través de cultivos que llegan a su recinto, con el ladrido de perros como ruido de fondo.

La luna aparece por detrás de las montañas y su luz plateada ilumina los rostros de los soldados que llevan gafas de visión nocturna. Las luces de Kandahar, a unos cuantos kilómetros, se cuelan en la oscuridad.

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