De miliciano de los radicales de Al Shabab a soldado del Ejército de Somalia

  • Carentes de un Gobierno central mínimamente efectivo desde 1991, los somalíes parecen tener un sexto sentido a la hora de buscarse la vida, como es el caso de Mohamed Ayahyak Kassim Abdullahi, quien pasó de las filas de los radicales islámicos de Al Shabab a formar parte del Ejército de Somalia.

Javier Triana

Afgoye (Somalia), 25 ago.- Carentes de un Gobierno central mínimamente efectivo desde 1991, los somalíes parecen tener un sexto sentido a la hora de buscarse la vida, como es el caso de Mohamed Ayahyak Kassim Abdullahi, quien pasó de las filas de los radicales islámicos de Al Shabab a formar parte del Ejército de Somalia.

Fiel, de forma casi literal, a la máxima del "sálvese quien pueda", Abdullahi decidió alistarse, hace cuatro años, en las filas de la milicia fundamentalista, que lucha por instaurar un Estado musulmán de corte wahabí en Somalia.

"No me reclutaron, sino que yo elegí unirme. Lo hice por mi propio bien, para salvar mi vida", señala el exmiliciano, con el rostro inexpresivo, durante una entrevista con Efe en la localidad somalí de Afgoye, arrebatada a Al Shabab a finales del mes de mayo.

"Había muchos enfrentamientos entre el Ejército de Somalia (apoyado por fuerzas multinacionales favorables al Gobierno) y Al Shabab, y éstos contaban con una mejor organización y con garantías de seguridad", justifica.

"Lo hice por supervivencia -recalca Abdullahi, de 39 años- y cuando el Ejército (de Somalia) llegó (a su ciudad natal, Afgoye), decidí unirme a ellos".

La entrevista tiene lugar a unos pocos metros de la hermosa villa donde la red terrorista Al Qaeda y Al Shabab alcanzaron, a principios de año, un acuerdo para sumar fuerzas en la guerra santa contra "los infieles y sus marionetas occidentales".

Vestido con un uniforme de camuflaje y calzado con sandalias en vez de con las típicas botas militares, Abdullahi recuerda cómo las condiciones inicialmente favorables que ofrecían los fundamentalistas se fueron limitando con el tiempo.

"Al principio, cuando me uní a ellos, nos daban algún sustento, pero luego eran sólo los comandantes los que recibían dinero, con el que se compraban automóviles y otros bienes", comenta a través de un traductor somalí asignado por la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM).

"Cuando me entregué a las tropas de AMISOM, me trataron muy bien. Ahora formo parte de las operaciones" como miembro del Ejército de Somalia, y así lo atestigua una bandera de fondo celeste sobre la que brilla una estrella blanca de cinco puntas cosida en uno de los brazos de su uniforme.

A pesar de que el nuevo bando que ha escogido Abdullahi parece estar arrinconando a Al Shabab en el sur del país y podría conseguir el control del territorio somalí en los próximos meses, el futuro se le plantea difícil al soldado.

"Una vez que se consiga la paz, tengo que ver cómo educar a mis chavales, porque tengo dos mujeres y ocho hijos, algunos de los cuales no han ido al colegio, así que pensaré en cómo escolarizarlos", asegura el exguerrillero, quien jamás en su vida pisó un aula.

El subcomandante del contingente ugandés de AMISOM, Kayanja Mohanga, elogia la labor que los desertores de Al Shabab llevan a cabo para su bando, e indica a Efe que proveen a las fuerzas progubernamentales de "información útil".

"Nos dan información provechosa, son muy útiles, y convencen a otros para que abandonen Al Shabab. De vez en cuando les damos algo, como 100 dólares (unos 80 euros), para que sigan con nosotros, pero no tienen un sueldo fijo", apunta Mohanga.

Con esta información en mente, el periodista pregunta al desertor sobre las diferencias entre Al Shabab y las Fuerzas Armadas de Somalia, con quien AMISOM coordina numerosas operaciones.

"Dice que, cuando pide algo a AMISOM, se lo conceden, y que está mucho mejor con las fuerzas de AMISOM que con Al Shabab", asegura el traductor, en lo que suena más a discurso propagandístico oficial que a conversión al inglés de la respuesta del combatiente.

En cualquier caso, y para desgracia de Abdullahi, en el frente económico tiene menos suerte con el entrevistador de la que parece tener con AMISOM.

Poco después de acabar la conversación, el exfundamentalista, ya sin intérprete de por medio, trata de bordear las barreras lingüísticas y, sirviéndose de su teléfono móvil... le pide sin éxito unos dólares al reportero.

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