El cierre del basurero principal de Phnom Penh no erradica la indigencia

  • Solero Phnom Penh, 13 sep.- Cinco años después del cierre de Stung Menchey, el vertedero principal de Phnom Penh, donde subsistían unas 4.000 familias, el problema de la pobreza extrema y la supervivencia ligada la venta de basura continúa en Camboya.

Ricardo Pérez-Solero

Phnom Penh, 13 sep.- Cinco años después del cierre de Stung Menchey, el vertedero principal de Phnom Penh, donde subsistían unas 4.000 familias, el problema de la pobreza extrema y la supervivencia ligada la venta de basura continúa en Camboya.

En 2009, el Gobierno camboyano reabrió un basurero a nueve kilómetros de la capital, en Choeung Ek, y prohibió el acceso a cualquier visitante, lo que obligó a familias que subsistían del reciclaje de los desechos a volver a las provincias, buscar en los contenedores de la ciudad o a intentar un acuerdo "extraoficial" con los responsables del nuevo vertedero.

En la barriada de Prek Toil, cerca del viejo basurero que ahora yace sepultado bajo toneladas de tierra, muchos caminos aparecen cubiertos de desperdicios y entre las cabañas de madera y las moscas destaca uno de los centros sociales de la ONG Por la Sonrisa de un Niño (PSE).

Esta organización, de origen francés, ofrece ayuda a unas 4.000 familias con alimentos, asistencia social y, sobre todo, apoyo, educación y formación desde los primeros años de edad hasta que los hijos encuentran el primer empleo, de manera que poco a poco dejen de ser dependientes de los padres.

Un millar de los núcleos familiares a los que asiste la organización subsiste rebuscando en los desperdicios.

La francesa Marie-France des Pallieres, que fundó la ONG junto a su marido Christian hace veinte años, recibió a Efe en el campamento central, un oasis en el que las calles embarradas y la miseria de la zona se convierten en limpios uniformes y ordenadas filas para almorzar.

"Camboya se desarrolla, pero no para todo el mundo. Los pobres se están volviendo más pobres y las diferencias se agrandan, no tienen educación, no tienen habilidades (...) buscan en la basura, menudean en la frontera o pican piedras y sus ingresos no aumentan", explicó Des Palliers.

El Banco Mundial dice que uno de cada cinco camboyanos vivían en 2011 con menos de un euro (1,25 dólares) al día, en un país en el que el 41 por ciento de la población tiene 18 años o menos, según datos de la Unicef.

El director de PSE, Pin Sarapich, reconoce que, aunque en el 2007 casi la mitad de la población se encontraba por debajo del umbral de la pobreza, aún "4.000,000 millones de personas se encuentran por debajo de ese nivel".

Además, el Instituto Nacional de Estadística de Camboya estimó en 2010 que casi el 40 % de los niños menores de cinco años no tiene certificado de nacimiento, por lo que son más vulnerables frente al abuso y tráfico de menores.

Otro de los problemas a los que se enfrenta esta ONG es que los planes de desarrollo urbano olvidan a los más desfavorecidos, que ven como las rentas de sus alquileres suben cuando las poblaciones del extrarradio son absorbidas por la ciudad.

"Muchas familias han visto su arrendamiento triplicado, y muchas veces tenemos que ayudar a pagar la diferencia", señala Sarapich.

Por otro lado, las estadísticas tampoco contemplan uno de los problemas más graves de la sociedad camboyana: la violencia doméstica, heredada de una generación que se crió durante el genocidio del Jemer Rojo, que gobernó el país entre 1975 y 1979) y al que se atribuye la muerte de uno de cada cuatro camboyanos.

"Se les sacó de la cabeza todo lo que habían aprendido antes, los padres vivieron dentro de la corrupción, muchos fueron torturados o asesinados y la mayoría están rotos, sin educación se volvieron violentos y los niños sufren por ello", comenta la fundadora de PSE.

Los monitores del campamento de verano de esta ONG cuentan emocionados las historias de algunas de las criaturas: tráfico sexual por parte de los padres, abandono, abusos, explotación, entre otros.

Ellos no solo pretenden evitar que los menores trabajen en el basurero durante el verano, sino también alejarlos de la influencia de las bandas y la prostitución. EFE

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