Emigrantes marroquíes dejan España por la crisis pero no arrancan en su país

  • Los emigrantes marroquíes que han regresado a su país huyendo de la crisis en España se están topando con numerosas dificultades en su país de origen a la hora de arrancar sus propios negocios o reinsertarse en sus sociedades.

Javier Otazu

Larache (Marruecos), 19 abr.- Los emigrantes marroquíes que han regresado a su país huyendo de la crisis en España se están topando con numerosas dificultades en su país de origen a la hora de arrancar sus propios negocios o reinsertarse en sus sociedades.

Dificultades burocráticas, condiciones laborales inferiores a las que tenían en España o problemas escolares de los niños retornados son el pan de cada día para estos emigrantes de los que no existen estadísticas precisas.

"Esperábamos un retorno masivo (desde España), pero no se dio; es más exacto hablar de movimientos y viajes de ida y vuelta, muchos son los casos de los que vienen solos dejando a la familia en España, con la intención de traerlos más tarde", dice a Efe Abdalah Boussuouf, secretario general del Consejo de Comunidades Marroquíes en el Extranjero (CCME).

Ni el CCME ni ninguna otra fuente oficial dispone de cifras de estos emigrantes retornados, pero todos coinciden en que los "marroquíes de España" están optando por "retornos controlados" y con la vista puesta en el ansiado repunte en España.

En la plaza de Larache (norte de Marruecos, en la costa atlántica) matan el tiempo varios de estos emigrantes retornados, cada uno con una historia dramática de pérdidas a su espalda, y que han decidido regresar a su país pero manteniendo un pie en España, llámese familia, casa abierta y hasta empresas dadas de alta.

Mehdi Tawil tiene 43 años y dos hijos de siete y cuatro años que esperan noticias suyas en Vilanova i la Geltrú. En los años buenos, Mehdi creó en Cataluña una empresa de construcción y tuvo veinte personas a su cargo; hoy trata de crear otra empresa similar en Marruecos "y, quién sabe, dar trabajo incluso a mis amigos españoles".

Pero el material de construcción que Mehdi trata de importar desde España está bloqueado en el puerto de Casablanca, esperando trámites aduaneros que se eternizan. En los últimos tiempos, y son ya casi 4 años, las remesas han cambiado de dirección, y Mehdi ha sobrevivido con ropa y alimentos, a veces dinero, que sus padres le envían desde Larache a Vilanova.

Mehdi aún tiene esperanzas, mientras que su amigo Mustafa Skatu también ex empresario de la construcción, la está perdiendo. Mustafa, de 27 años, ha pasado la mitad de su vida en España, pero cuando "el ladrillo" se desplomó, regresó a Marruecos a probar fortuna.

"Me vendieron esto como el paraíso, pero al llegar con mis maquinarias vi que todo era mentira: los albañiles son tratados como perros, obligados a dormir en las obras; cuando vi eso, abandoné mi proyecto y trato ahora de montar una empresa de congelación de pescado. Pero nadie me ayuda, en todas partes encuentro trabas", lamenta.

"Para mí está siendo durísimo. No me siento de aquí, estoy demasiado acostumbrado a vivir en España", dice, tentado de tirar la toalla.

A su lado, Fuad E.K, un pescador de 52 años que ha pasado 27 viviendo "en todos los puertos de España, de Algeciras a Irún", sobrevive actualmente con un subsidio de 459 euros que le entrega la Generalitat catalana y que en teoría no le permite ausentarse de España sino tres semanas al año.

Con su madre enferma, Fuad viene a Larache clandestinamente para no perder la ayuda y ocuparse de ella. Ha rumiado la idea de trabajar en el puerto de Larache, donde tendría oportunidades, pero la desechó: "Veo todo el tiempo cosas que me duelen: pobreza, corrupción, locos sueltos en las calles, demasiadas diferencias".

Larache ha sido siempre una provincia con una gran tasas de emigrantes en España. Hace solo seis años, se expedían 9.000 visados de residencia en el Consulado español; en 2012 bajaron a 3.000.

Por las tardes, en una avenida de la periferia de la ciudad, aparecen "las furgonetas de los emigrantes": cargadas con electrodomésticos, bicicletas o ropa, unas veces nuevas y otras no, los emigrantes retornados en paro tratan de vender productos españoles entre sus compatriotas, y cuando lo venden todo, vuelven a "subir" a por más mercancía.

Los aduaneros y policías marroquíes están haciendo la vista gorda ante los frecuentes viajes de las furgonetas, pero varios de ellos ya empiezan a tener problemas con la Guardia Civil en Algeciras.

Caso aparte es el de los niños traídos a Marruecos cuando se agotaron todos los ingresos en España: arrancados de sus escuelas catalanas o andaluzas, aterrizan en un sistema escolar marroquí que no estaba preparado para recibir estos casos ni tiene cómo acogerlos: el fracaso escolar está garantizado y son pocos los adolescentes que terminan la secundaria.

"Lo más triste -lamenta Mehdi, y Mustafa asiente- es que me he pasado la vida entera quejándome porque los españoles me tratan de emigrante; y cuando vuelvo a mi país, me siguen tratando de emigrante".

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