Ha nacido una estrella fugaz

  • Marina Valero.

Marina Valero.

Madrid, 18 dic.- Efímera. Así es la fama de los pregoneros del "Gordo", niños y niñas poco acostumbrados a nadar entre micrófonos, focos y cámaras. ¿Cómo afecta ser el centro de todas las miradas a los 11 años? El reto es mantener los pies sobre la tierra y no despistarse.

"Quiero salir en la tele para ser famoso". A sus 13 años, Andrés ha cantado varias veces en el Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad y sabe cuál es su parte favorita. "¡Es un chupacámaras!", replica su amigo Isaac con picardía.

Cuarenta pequeños de entre 9 y 13 años se preparan para repartir suerte el próximo 22 de diciembre, un día que viven con una mezcla de ilusión y nerviosismo. "Es como participar en una olimpiada para un deportista de élite", relata a Efe Esperato Fernández, director de la residencia-internado de San Ildefonso.

"¿Nervioso yo? ¡Qué va!". Isaac dice estar acostumbrado a ponerle voz a la suerte. "El primer año da vergüenza pero luego se te pasa", explica. No todos opinan igual: Andrea, de 12 años, prefiere ocultarse "detrás del bombo grande" porque siempre se sonroja ante la atenta mirada del público.

Los medios suelen olvidarse de quienes actúan detrás del telón. "No se cortan un pelo en decir 'estos no, queremos a los cantores'. Me parece una barbaridad, un feo a los demás participantes", reprocha Fernández.

El director habla de "protagonismo injusto" que genera cierta "pelusilla" en los que pasan a un segundo plano. "Quien da la suerte de verdad es el niño que pulsa el botón para que salgan las bolas de los bombos", argumenta.

Aunque la mayoría sueña con "cantar el premio gordo", Fernández advierte de que convertirse en el imán de las cámaras "descoloca un poco, porque de repente se sienten estrellas y dejan de pisar el suelo". La exposición mediática despista, y mucho.

Es lo que le ocurrió a un niño que se quedó sin voz mientras cantaba. "Se quedó en blanco por los nervios. Después le hicieron miles de entrevistas y aquello no le vino nada bien", recuerda el director del centro.

Susana también probó la miel de la fama tras cantar "El Gordo" dos años seguidos. Fernández cuenta cómo la pequeña recibía llamadas de todos los programas de televisión. "Nos costó meses que volviera a la realidad".

Y es que la función principal de la residencia de San Ildefonso es "educar a esos niños que están muy por encima de cantar la lotería", tal y como precisa el director.

"Salir al escenario con mis compañeros merece la pena". A Andrés se le ilumina la cara cuando habla de sus amigos. "Es importante que se coordinen con el resto del grupo y se lleven muy bien entre ellos", explica el subdirector del centro, Pedro Vázquez.

Conocer bien los números, saber avisar al compañero en cada fase y ensayar media hora al día durante dos meses son los requisitos para brillar en el sorteo, que este año se celebra por segunda vez consecutiva en el Teatro Real.

Los niños cantores deben cuidar su garganta para no llevarse sorpresas desagradables. "No tomamos cosas frías, nos abrigamos y hacemos gárgaras. La verdad es que nos inflan a caramelos y a miel", sonríe Adriana, de 13 años.

La pequeña Zaira, de 9 años, ha pedido a los reyes que le toque "El Gordo" para dárselo a su mamá. Si no puede ser, le gustaría que Melchor, Gaspar y Baltasar le regalaran un microscopio, ya que quiere ser veterinaria o científica "para inventar una poción que cure el cáncer".

Su hermano Adrián espera que el premio le toque a "alguien que lo necesite mucho porque no tenga trabajo" y confiesa que nunca duerme en la víspera del gran día: "Estoy pensando en el sorteo hasta que acaba".

"Una vez que salen al escenario se olvidan de las inseguridades. Saben que si la bola se cae, es muy fácil recogerla", subraya Vázquez. Lo más importante es ponerle ganas y transmitir el premio con mucha alegría.

Mostrar comentarios