La desesperación vence al miedo en las protestas contra el régimen sirio

  • Abet lleva un balazo dentro de su estómago, a Mohamed lo tuvieron cinco días de pie esposado a una pared y la pequeña Yasmin perdió a su padre en un asalto militar, pero la sensación de no tener ya nada que perder les lleva cada noche a desafiar al régimen sirio en protestas clandestinas.

Enrique Rubio

Barze (Siria), 7 feb.- Abet lleva un balazo dentro de su estómago, a Mohamed lo tuvieron cinco días de pie esposado a una pared y la pequeña Yasmin perdió a su padre en un asalto militar, pero la sensación de no tener ya nada que perder les lleva cada noche a desafiar al régimen sirio en protestas clandestinas.

Sólo el mero hecho de llegar a esas manifestaciones, como a la que asistió Efe en el suburbio damasceno de Barze, supone una proeza para los participantes.

Los puestos de control instalados por el Ejército en torno a la periferia de la capital obligan a tomar carreteras secundarias y, una vez cerca del lugar, a adentrarse a pie por callejuelas casi impenetrables.

Allí, apostados en las esquinas, hombres con uniforme militar, enmascarados y armados con rifles automáticos señalan con linternas el camino hacia la concentración: son el Ejército Libre Sirio (ELS).

Mohamed, uno de estos milicianos, explica a Efe que desertó en julio después de ver cómo agentes de los servicios de inteligencia de la Aviación, los más temidos, disparaban a compañeros suyos que se negaron a abrir fuego contra civiles.

Pese al halo que se ha proyectado sobre el ELS desde el exterior de Siria, Mohamed reconoce que la realidad es mucho más modesta, y que en Barze son apenas unos cuantos jóvenes, tanto civiles como desertores, quienes custodian el lugar.

La gran diferencia, apunta, es que antes de empuñar las armas estas protestas solían acabar en un baño de sangre.

En cualquier caso, Mohamed, al igual que los dos centenares de manifestantes en la protesta, confiesa que la represión ha surtido efecto y que al comienzo de las revueltas contra el régimen llegaban a congregarse 2.000 personas, diez veces más que ahora.

"Esta es un área pequeña, puede ser tomada al asalto con facilidad en cualquier momento", admite.

Barze es un suburbio de clase media, cuenta con una población relativamente homogénea que defiende la revolución y ya ha sufrido el hostigamiento de las fuerzas de seguridad y los "shabiha" (matones del régimen), que han matado a 26 personas.

Aquí se conocen todos y resulta más fácil organizar estas protestas que en otros barrios con una población más variada, por lo que a la cita acude gente de Damasco y sus alrededores, principalmente de las localidades que el Ejército tiene asediadas.

Bajo unas guirnaldas festivas, los manifestantes, entre quienes hay un buen número de mujeres y niños, entrelazan sus brazos por los hombros y entonan cánticos incendiarios contra el régimen, que reflejan el enconamiento de la situación.

Sobre las banderas sirias revolucionarias, que tienen tres estrellas en lugar de las dos que lleva la real, se elevan sendos estandartes con los logotipos de los canales de televisión Al Yazira y Al Arabiya.

"Al principio, estábamos llenos de energía, nos sentíamos invencibles. Ahora estamos realmente asustados, pero creemos en lo que hacemos. Si paramos ahora, significará nuestra muerte", cuenta Lakab, uno de los organizadores de la manifestación.

En todos los presentes, la desesperación supera al miedo aterrador a que aparezca el Ejército.

Lakab explica que al comienzo de la rebelión el régimen intentó pagarle una gran cantidad de dinero para que se desentendiera de las manifestaciones.

Hace un mes y medio, fue detenido y esposado a la pared a oscuras durante dos días, y posteriormente torturado; desde entonces, vive fuera de su casa, en la clandestinidad, cobijado donde puede para evitar ser detenido.

Pese al sufrimiento, "lo más importante es que saboreamos la libertad, aunque sea un poco de tiempo cada noche", asegura.

Abet, que prepara un documental sobre el levantamiento sirio, lleva dentro de su cuerpo una bala disparada por los cuerpos de seguridad en otra manifestación.

"Tenemos que mantener la presión sobre el régimen. Ahora, con el Ejército Libre Sirio, las protestas son algo más seguras que antes", explica el joven, que, al igual que varios de los manifestantes, es un licenciado universitario que habla un inglés inmaculado.

Los brotes de odio que están germinando en Siria hacen que las posiciones sean cada vez más irreconciliables y que la posibilidad de una guerra civil esté muy próxima.

Cuando una niña de siete años como Yasmin dice que lo único que desea en esta vida es ver muerto al hombre que mató a su padre, se hace muy complicado pensar que haya alguna forma de detener las manifestaciones y la violencia.

"Ya no tengo miedo, lo perdí cuando empezaron a matarnos, cuando vi a hombres en el suelo desangrarse como corderos", zanja Yasmin, la madre de la niña. EFE

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