La masacre de Goldstein convirtió Hebrón en símbolo del enquistado conflicto

  • Ataviado con su uniforme del Ejército israelí, el médico ultraortodoxo Baruj Goldstein entró la mañana del 25 de febrero de 1994 en la "Tumba de los Patriarcas" de Hebrón, y sin mediar palabra masacró a tiros a 29 palestinos antes de morir apaleado por los supervivientes.

Javier Martín

Hebrón (Cisjordania), 25 feb.- Ataviado con su uniforme del Ejército israelí, el médico ultraortodoxo Baruj Goldstein entró la mañana del 25 de febrero de 1994 en la "Tumba de los Patriarcas" de Hebrón, y sin mediar palabra masacró a tiros a 29 palestinos antes de morir apaleado por los supervivientes.

Viernes de Ramadán para los musulmanes y fiesta de Purim para los judíos, ese día -del que hoy se cumplen veinte años- cambió para siempre la política del Gobierno israelí en la ciudad, transformada desde entonces en símbolo de un conflicto enquistado.

"La masacre de Goldstein es el hecho más relevante de la historia reciente de Hebrón, el más importante para entender una ciudad fantasma", explica a Efe Yehuda Shaul, miembro de la asociación de exsoldados israelíes "Breaking the Silence".

"Fantasma por tres razones: la primera y esencial, por la política de segregación impuesta por el Ejército israelí. Eso es lo que consiguió Goldstein, por eso es tan importante. Nació y se desarrolló tras la matanza", subraya.

"Segundo, por las tácticas y conducta del Ejército, y tercero por la violencia de los colonos", agrega.

Situada a 40 kilómetros al sur de Jerusalén, Hebrón es un enclave santo para la tres principales religiones monoteístas, ya que en ella se yergue la citada "Tumba de los Patriarcas", última morada de Abraham, según la tradición.

Lugar de ancestral convivencia, su historia sangrienta se remonta a 1929, año en el que pogromos árabes segaron la histórica comunidad judía de esta urbe, bajo control jordano hasta la guerra de los Seis Días (1967).

Consolidada la victoria israelí, un grupo de estudiantes judíos pidió permiso solo para rezar en la referida tumba, pero una vez dentro se negaron a salir, creando así una comuna ocupada bajo protección del Ejército.

"Ahí arranca la actual situación. Da igual quien gobierne, derecha, centro o izquierda, todos se rinden a las demandas de los colonos", que en 1970 lograron que se comenzara a construir en el extrarradio el asentamiento de Kiryat Arba, uno de las más radicales de Israel, subraya Shaul.

Nueve años más tarde y espoleados por una paz con Egipto que rechazaban, hombres, mujeres y niños procedentes de esta colonia entraron de noche en el centro de Hebrón y ocuparon la antigua clínica Beit Hasada.

Protegidos, erigieron allí el primer asentamiento en el corazón de la ciudad, sin impedimento y pese a las protestas árabes ante la justicia israelí.

Meses después, un estudiante judío se convierte en el primer colono asesinado en los territorios, y en mayo de 1980, seis más son tiroteados cuando se dirigían a rezar.

"El año crucial es 1997. Dentro de los Acuerdos de Oslo, se firma un tratado especial que divide Hebrón en dos zonas", argumenta Shaul.

"El 80% palestina -unos 120.000 habitantes-, y el 20% restante queda bajo control total de Israel, con 35.000 palestinos, 800 colonos, la Tumba y la Kasba", añade.

Y comienza lo que "Breaking The Silence" y otras organizaciones israelíes pro derechos humanos denuncian como una política sistemática de esterilización.

Primero, con un toque de queda de dos meses para los palestinos que, tras la matanza de Goldstein, trataba de evitar un acto de venganza.

Después, con el cierre la calle Al Shuhada, la más importante de Hebrón, al paso de los palestinos, y la conversión de los antiguos mercados de carne y frutas en zonas colchón donde estos no pueden siquiera asomarse.

Y desde el inicio de la segunda Intifada (septiembre de 2000), dividendo la seguridad por colores: zonas moradas, los palestinos no pueden conducir vehículos; naranja, no pueden abrir tiendas ni conducir; roja, no pueden si quiera caminar.

Hach Mufid Sharabati, tendero de 48 años, fue uno de los miles de palestinos afectados por el crimen de Goldstein.

Su casa y su negocio están en la calle maldita, donde aún resiste, enclaustrado entre rejas, pese a los ataques de los colonos, que el Ejército, dice, no evita y que le han dejado baldado en cama.

"Los palestinos fuimos masacrados y al mismo tiempo sufrimos las consecuencias. La calle fue blindada, tuve que cerrar la tienda y nos quedamos sin medio de subsistencia. Ahora solo podemos caminar en una dirección", explica Sharabati, cuya familia vive de las ayudas y la solidaridad vecinal.

No es el único, según la ONG israelí "Betselem". Desde 1994 cerca del 42% de las familias que habitaban el área controlada por Israel han tenido que emigrar.

Además, cerca del 77% de los comercios palestinos en el área medieval han tenido que cerrar, transformando el centro en un laberinto de callejones espectrales.

"La dinámica de Hebrón es que da igual quien instigue o inicie la violencia, solo una de las partes paga el precio, y siempre son los palestinos", concluye Shaul.

"Ese es el status quo de Hebrón, el desarrollo de las colonias a expensas de los palestinos", que cada vienes se manifiestan para exigir la apertura de Al Shuhada, y gritar que mientras existan los asentamientos "no habrá paz".

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