Los ganadores de un Oscar viven tres años y medio más que los nominados

  • Ya hay otra razón más para triunfar en Hollywood. Los actores que han ganado un Oscar viven hasta tres años y medio más y tienen más hijos que aquellos que se quedan solo con la nominación a la preciada estatuilla dorada.

Teruel, 25 feb.- Ya hay otra razón más para triunfar en Hollywood. Los actores que han ganado un Oscar viven hasta tres años y medio más y tienen más hijos que aquellos que se quedan solo con la nominación a la preciada estatuilla dorada.

Además, el "efecto Oscar" sobre la longevidad crece cuando en las estanterías de su casa, el afortunado consigue tener más de una estatuilla.

Así se desprende de un estudio presentado en las II Jornadas sobre Amor y Ciencia clausuradas esta semana en Teruel por el catedrático de la UNED de Psicología de la emoción y la motivación, Enrique García Fernández-Abascal.

Se trata de un análisis estadístico realizado en Estados Unidos por Redelmeier, D.A. y Singh, S.M. y publicado en 'Annals of Internal Medicine'.

En el estudio, según explica a Efe el profesor García, se recoge que 235 actores ganadores de un Oscar vivieron de media 3,6 años más que otras 527 estrellas que habían sido nominadas y se habían quedado sin el galardón.

Además, aquellos que habían conseguido la estatuilla también tuvieron más hijos en término medio que los que se quedaron a las puertas de los mayores galardones del cine mundial.

Este efecto positivo del premio es todavía mayor en aquellos actores que han conseguido más de un Oscar, que todavía viven más.

El trabajo incluye el estudio de 887 personas ajenas al mundo cinematográfico y la comparativa con ellas eleva todavía más la longevidad de los actores oscarizados hasta 4,3 años.

Para Enrique García Fernández-Abascal, el dato llama la atención pero no sorprende a los expertos porque hay muchos estudios que demuestran la relación directa entre felicidad y longevidad.

"Está claro que una vida más feliz genera una mayor longevidad. A veces la felicidad viene dada por algún hecho importante, la consecución de un objetivo vital, pero también puede deberse a las cosas pequeñas de todos los días", dice este experto.

Según García Fernández-Abascal, la felicidad no debe entenderse solamente en un sentido hedonista, causada por la satisfacción que producen los placeres de la vida.

La auténtica felicidad, añade, "es la que se asocia con la salud, es la que te produce alcanzar un objetivo vital", como lo es para un actor obtener un Oscar, del mismo modo que para otra persona puede ser aprobar una oposición o tener un hijo.

Resalta que las emociones positivas son además muy importantes para prevenir enfermedades y para atenuarlas, como atestigua un estudio finlandés realizado entre 22.000 personas, que demostró que las personas más felices tenían menos lesiones o traumatismos.

Otro realizado entre población de edad avanzada arrojaba que aquellos individuos con pensamientos más positivos tenían un 41 por ciento menos de probabilidades de sufrir un accidente cerebro-vascular, mientras que las que tenían una actitud más negativa tenían un 9 por ciento de probabilidades de padecerlo.

Junto a García Fernández-Abascal intervino en estas jornadas el bioquímico Santiago Grisolía, discípulo de Severo Ochoa, quien en su exposición hizo precisamente un homenaje a su maestro y a su esposa Carmen García Cobián, por "una vida de amor y ciencia".

Grisolía relató como prueba de ese amor una anécdota de Severo Ochoa cuando le concedieron el Premio Nobel. "Severo Ochoa se dirigía rápidamente con el coche a comunicarle a su mujer que le habían dado el Premio y le paró un policía. Cuando le dijo que iba a ver a su esposa para darle la noticia, el agente le dejó ir, por esa vez".

Preguntado sobre cuánto de amor hay en la ciencia, esta eminencia científica tiene claro a sus 89 años que "debes amar la ciencia para dedicarte a ella".

Grisolía preside el Consejo Valenciano de Cultura desde 1996 y fue Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1990.

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