Las mujeres de palestinos encarcelados de por vida, entre orgullo y privaciones

Hace 10 años, cuando fue condenado a cadena perpetua en Israel, el palestino Ahed Abu Gholmi ofreció el divorcio a su esposa Wafa para devolverle la libertad. Pero ella se negó: "Quiero a Ahed y seguimos unidos".

Wafa cuenta a la AFP que se ocupa sola de sus dos hijos, un niño y una niña, al igual que lo hace Jalida Musleh, que se hace cargo sin ayuda de su hijo desde que su marido fue condenado a nueve cadenas perpetuas por haber perpetrado ataques mortales en Israel.

Del total de 7.000 palestinos presos en Israel, cerca de 600 cumplen cadenas perpetuas, según la asociación Club de Presos Palestinos.

En esta organización, donde los presos son considerados héroes de la causa palestina, se habla poco de sus mujeres.

Esto explica por qué las organizaciones de defensa de los presos no tienen muchos datos sobre ellas o sobre la cifra de divorcios. Cuando se produce una separación, las mujeres prefieren callar.

Jalida Musleh es categórica, ser la mujer de un prisionero es un honor que ella no abandonará por nada del mundo. El día que el juez israelí pronunció la sentencia contra su marido, ella entonó el grito árabe con el que las mujeres expresan alegría.

Sin embargo, desde ese día en 2002, esta mujer de 39 años no ha podido ver a su marido, con quien se había casado un año y medio antes. Desde hace 12 años ni siquiera a podido hablar con él.

"En todos estos años, nunca me arrepentí. Al contrario, estoy orgullosa de ser la mujer de un combatiente, aunque esto implique privarme de muchas cosas y me rompa el corazón", afirma esta mujer, cuyo hijo tenía cuatro meses cuando su padre fue encarcelado.

Al final de un largo combate judicial, terminó por conseguir el derecho de visitar a su marido. Desde entonces puede hablarle por un teléfono mientras lo mira a través de un vidrio blindado.

Tras 15 años de separación, todavía guarda una "esperanza indestructible" de poder verlo libre si se produce un intercambio de prisioneros.

Para ello, quiere estar lista y poder reconstruir el hogar familiar, destruido por Israel en represalia a los ataques que perpetró su marido.

Desde que fue encarcelada, solo dedica su vida a dos cosas: su trabajo en una empresa de telecomunicaciones y a su hijo.

"Cada vez que lo miro, me digo que le falta su padre", reflexiona. "Soy una madre, un padre, una hermano y una hermana para él", señala.

Ahed Abu Gholmi, condenado por el asesinato del ministro de Turismo israelí, Rehavam Zeevi en 2001, le propuso a su mujer que se divorciaran.

Wafa rechazó la propuesta, pero afirma que conoce a muchas mujeres que se divorciaron de sus maridos después de que su cónyuge fuera sentenciado a cadena perpetua.

"Algunas lo hicieron porque su esposo lo pedía, otras lo pidieron", cuenta.

Otra reivindicación aún más transgresora, es la de las mujeres que han tenido hijos por inseminación artificial con sus maridos presos.

Hay varios niños nacidos a través de este método, que requiere sacar el esperma a escondidas de las prisiones israelíes.

Esta opción ha generado un debate en la sociedad palestina. Según la asociación de presos, nacieron 35 niños de 60 procedimientos.

Mostrar comentarios