La inmunidad de grupo

El pueblo en la frontera con Portugal donde han dejado de usar mascarillas

La ansiada inmunidad de grupo se ha sobrepasado con creces en Latedo, una pequeña localidad zamorana fronteriza con Portugal en la que las mascarillas han desaparecido.

Miguel Terrón, alcalde de Latedo (Zamora), donde no registró ningún caso de coronavirus durante la pandemia.
Miguel Terrón, alcalde de Latedo (Zamora), donde no registró ningún caso de coronavirus durante la pandemia.
Agencia EFE

La ansiada inmunidad de grupo se ha sobrepasado con creces en Latedo, una pequeña localidad zamorana fronteriza con Portugal en la que las mascarillas se han guardado la mayor parte del tiempo desde que 47 de sus 50 vecinos están ya vacunados frente a la Covid-19. Los habitantes de esta pedanía de la comarca de Aliste afrontan los quehaceres diarios sin la incomodidad de llevar protección facial todo el tiempo y sin el miedo al contagio, aunque, pese a ello, todavía mantienen algunas prácticas preventivas frente al coronavirus porque la vacunación no garantiza la inmunización al cien por cien.

Esa puntualización la ha realizado a EFE el alcalde pedáneo de Latedo, Miguel Terrón, que ha admitido que cuando salen en grupo por la calle, o de paseo por el campo, ya no se ponen la mascarilla. Sin embargo, cuando oyen el pitido que avisa de la llegada de vendedores ambulantes como el panadero o el pescadero, los latedanos echan mano al bolsillo y recuperan la costumbre de utilizar el cubrebocas antes de hacer las compras del día. Sin bar, ni tienda de comestibles ni ningún establecimiento comercial ni industrial, Latedo carece de grandes focos de riesgo de transmisión del coronavirus.

Si a ello se suma el hecho de que no es un pueblo de paso, sino más bien el último de una carretera provincial y tras él únicamente hay una frontera con Portugal que ha permanecido más de seis meses cerrada durante la pandemia, puede entenderse que en esta localidad no sepan lo que es la Covid-19. Primero porque hasta ahora no han tenido ningún caso registrado entre quienes viven a diario en la localidad y ahora porque a todos sus vecinos, excepto a tres, ya se les ha inoculado la vacuna.

El envejecimiento poblacional y el hecho de que casi todos en el pueblo sean jubilados, algunos, como el alcalde pedáneo, emigrantes que regresaron al concluir su vida laboral, ha jugado en favor de Latedo a la hora de conseguir la inmunidad de rebaño. Pero como en todo hay excepciones, en este pueblo rayano también hay quien no se ha puesto la vacuna por voluntad propia.

Es el caso del ganadero septuagenario Antonio Ramos, que ha justificado su negativa porque hace las veces de enterrador y el día que le tocaba tenía trabajo en el cementerio. Más allá de esa disculpa, este vecino también ha alegado que está "todo el día con las vacas" y, si se pone malo por los efectos secundarios de la vacuna, no tiene quien le pueda cuidar el ganado.

Para otra de las vecinas, Joaquina Terrón, el secreto de que la Covid-19 haya pasado de largo reside en que "cuando viene alguien por el pueblo la gente huye, parece la peste" y en que "nos hemos cuidado". Ya inmunizados, los vecinos de Latedo recuperan la normalidad poco a poco aunque aún se resisten a reabrir el local de la asociación cultural, que a falta de bar era donde se jugaban las partidas de cartas y se reunía la gente.

Lo que sí ha reabierto es el horno comunal que han rehabilitado, el de la Tía Herminia, donde en algunas ocasiones los vecinos hacen su propio pan. Esa autosuficiencia en un pueblo en el que también disponen de lagar para molturar la aceituna y un molino de agua para el trigo ha sido otra de las claves para que los contagios no llegaran de fuera a este pueblo zamorano que ya respira tranquilo con el 94% de sus vecinos vacunados.

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