Un día en la periferia del sector 6

La ruta de los inocentes de la Cañada Real: "Quiero pañales para mi muñeca"

Niños, ancianos, mujeres y hombres que no tienen relación con las plantaciones de marihuana sufren las consecuencias del corte de luz, y esperan ser realojados al convertirse sus parcelas en un Parque Natural.

manos sucias
En las casas de los inocentes de Cañada Real: “Quiero pañales para mi muñeca".
Beatriz Jiménez

La hija de Elisa pide pañales mágicos. Se los ha encargado a Conrado, presidente de la Fundación Madrina, nada más verle a pie de barro. Él ha llegado con dos furgonetas a repartir comida, pañales y mantas a los vecinos de la zona más remota de la Cañada Real: el extremo del sector 6. Un lugar plagado de casuchas con familias que esperan ser realojadas por la Comunidad de Madrid a través del Pacto Regional por la Cañada Real y que también implica mejorar el espacio natural del Parque Regional del Sureste, donde se sitúa el sector. Por el momento, esa realidad es lejana para la hija de Elisa, que quiere pañales mágicos para su muñeca. Al sonreír y comprobar que lo que espera algún día llegará en los ojos de Conrado, gira su cabellera rubia y entra en su casa. Explica que ahora le da miedo ir al baño por la noche, porque no hay luz. 

Están a punto de cumplirse cuatro meses desde que la Cañada se quedó sin electricidad. En casa de Elisa lo sufre, además de la hija menor, también la hija mayor, de 13 años. Sigue las clases online con el móvil, pero no puede cargarlo. Así que su madre se las ha ingeniado para que la precariedad no sea un impedimento: ha reutilizado la batería de su coche para que su hija no interrumpa su formación. “Es lo mínimo, es una niña que aprueba todo”, explica señalando el objeto. También suelen acudir a la casa de sus vecinos cada dos días para cargar la batería porque cuentan con placas solares. Lo que más lamenta con el frío es que se le han congelado los depósitos de agua. Un camión del Canal Isabel II les rellena el agua cada lunes, pero con la nevada no han podido llegar y ha colocado un barreño para ir recogiendo las gotas que se derraman de los “bloques de hielo” de las reservas. 

Un hombre cogiendo leña en la Cañada Real.
Un hombre cogiendo leña en la Cañada Real.
Beatriz Jiménez Nácher

Cuando van a dormir, la mayoría de los vecinos de la Cañada Real emplean la misma estrategia. Desde que se han quedado sin luz, duermen juntos en la habitación principal, si la hay, alrededor de la “lumbre gitana”, una chimenea metálica situada en el centro de la casa. Elisa puede ir reponiendo la leña por la noche porque ‘Filomena’ la pilló con reservas de madera. Pone su colchón en el centro del salón, abraza a sus hijas, y hasta mañana. Pero lo más común estos días es que la leña se agote. Es por eso que el pasado miércoles la Fundación Madrina distribuyó 4 toneladas de madera a vecinos del Sector 6, además de recoger bombonas de gas para rellenarlas. Llevan desde marzo trabajando a contrarreloj en la Cañada para paliar la grave situación de los afectados del asentamiento, sobre todo de mujeres y niños.

La falta de electricidad, junto con la caída de las temperaturas por ‘Filomena’,  ha empeorado unas condiciones que ya eran justas: “El martes pasado una niña de tres años tuvo que ir al hospital por hipotermia, a su familia se le terminó la leña y no pudieron seguir calentándose”, explica Conrado. A pocos metros de la casa de Elisa, Carmen cuenta que tuvieron que romper una estantería y varios muebles para poder calentarse durante el temporal. Su marido iba a hacer la compra cuando se quedó atrapado en la M-30 y los 8 miembros de la familia estuvieron aislados durante varios días con la nieve por la rodilla. En el techo de la sala principal tienen un boquete que les recuerda que ‘Filomena’ es aún más terrible que el Covid-19. 

Saray y Jorge
Jorge y Sara con sus dos hijos recogiendo comida de Fundación Madrina.
Beatriz Jiménez

El hijo mayor de la familia trabaja en la plata de reciclaje La Paloma y explica que su suegro, chatarrero, fue quien les echó una mano: “Reforzó la pared de la casa cuando nevó porque se caía”. Ana, una de las hijas de Carmen, cuenta que ahora tiene que dormir con su madre porque tiene problemas de salud y el frío es insufrible. “Aquí a las 19 horas no hay luz. Tenemos un montón de velas y a veces nos levantamos a las 3 de la mañana porque no hay leña. Hay que salir a partir trozos de mueble”. Es joven, está a punto de cumplir 20 años, pero habla con firmeza: “Dicen que hay plantaciones de droga, pero una persona plante droga no significa que los demás lo hagamos”. Su integridad también está marcada por el estigma.

Lleva un año sin ir al instituto por las dificultades de transporte, los 3 kilómetros diarios a pie, y otros detalles. El detalle de ahorrarse un juicio: “Voy al instituto y se me ve mal, porque tengo barro". Lo que tiene ahora son dos manos llenas de hollín de trasladar leña. Y tanto ella como su familia esperan, con impaciencia, el realojo. “Solo nos faltan las llaves”, comenta Carmen. “Nos lo dijeron el 28 de diciembre, no tenemos más detalles de la vivienda pero está en Vallecas”, aclara.  A pocos kilómetros de casa de Carmen, hay una choza en la que habitan sus parientes: Jorge, de 24 años, y Saray, de 22, con dos niños, uno de cuatro meses. Él trabaja con su padre vendiendo chatarra. Se han quedado sin leña y  pasaran la noche bajo seis mantas: "No hemos cogido hipotermia porque Dios no ha querido", puntualiza Saray. 

Detalle de la casa de Carmen
Detalle de la casa de Carmen.
Beatriz Jiménez

Pasan los días y nadie ve la luz, ni en las bombillas del hogar ni en los despachos.  En el sector 6, que empieza en la A-3 y termina en Getafe, sus habitantes, en su mayoría gitanos, esperan una resolución. Por su parte, la empresa suministradora, Naturgy, ha remarcado que la interrupción se ha debido a una sobrecarga de la red provocada por la multiplicación de plantaciones de marihuana en interior. En este sentido, desde la comisión vecinal de la Cañada para la luz, Raquel, una de sus integrantes explica que la única forma de avanzar es en los juzgados: "Lo que hay sobre la mesa son temas de plantaciones, tuvimos una reunión con la Fiscalía, la Guardia Civil y la Policía Nacional pidiendo intervención. Lo que queremos es luz, si es por tema de plantaciones que las quiten". 

No es tan fácil. Intervenir las plantaciones implica una orden judicial. Y como explica Raquel,  "el coordinador de la Policía Nacional informó que hay muchas solicitudes en el juzgado que no avanzan".  La luz era importante para su padre, que necesitaba estar conectado 17 horas con bombona de oxígeno y no era capaz de encenderse una chimenea. Ahora ya está en una residencia de emergencia gracias a Laura Castaño, la comisionada de la Cañada en el Ayuntamiento. Explica que está harta de que se les etiquete a todos por igual. Acaba riéndose: "Que vengan a mi casa a ver si tengo marihuana. Lo que tengo es aloe vera, y encima se me muere". 

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