Violencia latente

La zona cero de la Cañada Real amenaza con levantar un ‘Vila Cruzeiro’ español

Un viaje por el polémico sector 6 de la zona desvela que los problemas de calefacción, luz y drogas son la tapadera de un colectivo organizado y preparado para imponer el desorden y la ley del más fuerte.

Cañada Real Madrid
La zona cero de la Cañada Real amenaza con levantar un ‘Vila Cruzeiro’ español.
EFE

El problema de la Cañada Real es mucho más que un asunto de marihuana y trapicheos varios. Un día antes de Nochebuena, la Policía Nacional desmanteló un punto de venta y consumo de drogas en la calle Francisco Álvarez, a apenas unos metros del sector 6 de la Cañada Real. El añadido de consumo no es un eufemismo administrativo. Cientos de personas acuden a estos centros de miseria y perversión, donde se intercambia dinero por unos instantes de calma y seguridad en la que el cliente puede esnifar, inyectarse, fumar o lo que crea conveniente. Unos muros impenetrables y puertas blindadas ofrecen el amparo perfecto para el cliente/consumidor, ya que lo aíslan de miradas indiscretas del mundo exterior y, por supuesto, de la acción policial.

Intervenir en La Cañada queda casi en exclusiva para el Grupo Operativo de Investigaciones Técnicas (GOIT), una unidad especializada en demoliciones y el derribo de puertas reforzadas. El perímetro se refuerza con otras unidades de intervención dedicadas a su protección. Sin esta seguridad, el trabajo de los GOIT sería de tipo punto imposible. Conseguir abrir un acceso en este tipo de laboratorios es como un juego de muñecas rusas. A una puerta le sucede otra y otra hasta llegar a la estancia principal. Policías y presuntos delincuentes son sabedores de que, en esta práctica del coyote y el correcaminos, lo importante es el tiempo que transcurre desde el primer estruendo de martillo. Son segundos y minutos o incluso horas de oro para poder destruir las pruebas que incriminen la actuación ilegal que se está llevando a cabo.

El resultado es que, cuando los exhaustos agentes acceden a las dependencias principales, tan solo encuentran restos de drogas menores, que curiosamente coinciden con los límites del autoconsumo, y cenizas de lo que presumiblemente son restos de droga calcinados.

Así fue la última intervención de la policía que dio paso a unas merecidas y nevadas vacaciones de Navidad. Unas semanas antes, un dispositivo de mas de cien agentes de la Policía Nacional realizaron una intervención contra el tráfico de cocaína y heroína. Toda una muestra de que las drogas de la Cañada van mucho más allá de la marihuana. En este caso, la operación se saldó con la detención de seis personas, que los investigadores relacionan con el clan de 'Los Gordos' y que parecen ser los dueños del sector 6, una árida, y ahora congelada, extensión de tierra donde no hay más ley que la del más fuerte y en la que es posible encontrar aparcamiento para grandes coches de lujo conviviendo con otros destartalados en las cunetas de una recta interminable.

Armas, dinero y violencia

Paradójicamente, los continuos apagones que sufre la zona han arrojado luz sobre un problema que, por un lado, sufren los miles de familias que luchan por sobrevivir; y, por otro, las grandes plantaciones de marihuana y tráfico de drogas que ya, desde el mes de octubre del año pasado, están siendo desmanteladas por la policía. Ese mes, los mismos agentes volvían a actuar para detener a varios integrantes del clan de 'Los Kikos'. Además de drogas y dinero en efectivo, los agentes encontraron 18 armas de fuego y 2.000 cartuchos, dispuestos para su empleo en una escalada de violencia que preocupó desde el primer momento a las altas esferas policiales. La cúpula policial no desea que la situación de La Cañada se convierta en un ‘Vila Cruzeiro’ español, donde las intervenciones se reservan ya al grupo de élite cuasi militar de los BOPEs brasileños. Quizá puede ser demasiado tarde.

Pese a las actuaciones de la policía en la zona, la tensión sigue estando a flor de piel en La Cañada. Hace justo una semana, varios operarios municipales y de la compañía eléctrica sufrieron el lanzamiento de piedras en el momento en que se disponían a repartir mantas y estufas de gas butano. Estos incidentes llevaron al consejero de Interior, Justicia y Víctimas de la Comunidad de Madrid, Enrique López, a solicitar por escrito al delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid el reforzamiento de la presencia policial en la zona y el acompañamiento de los voluntarios y trabajadores que están realizando el reparto de, aunque cueste mucho decirlo, ayuda humanitaria en el campo de refugiados en que parece que se está convirtiendo La Cañada.

En estos momentos, la prioridad de las instituciones está focalizada en los efectos de Filomena, por lo que las heladas temperaturas de esta semana han tenido que ser soportadas con poco más de lo puesto por los vecinos de todos los sectores afectados por los cortes de luz, principalmente los del 4, 5 y 6. Un trabajador que participó en estas labores relata a La Información una escena propia de ‘Black Hawk: derribado’, en la que decenas de personas observaban inquietas la llegada de los efectivos policiales, calentándose las manos como podían en bidones metálicos en cada esquina, con humo procedente de neumáticos ardiendo y orejas pegadas a móviles para, supuestamente, prevenir de los movimientos del ‘convoy’ que intentaba superar las barricadas interpuestas en el camino.

La empresa ha expresado en varias ocasiones al alcalde de Rivas Vaciamadrid, Pedro del Cura, su disposición para eliminar los enganches ilegales que hacen imposible el suministro eléctrico convencional en la zona, si bien lo condicionan a su señalamiento previo por parte del ayuntamiento y la protección policial suficiente, como dos de los requisitos imprescindibles para actuar. Del Cura accedió a esta petición, indicando los puntos sospechosos de un consumo eléctrico intensivo, en un intento desesperado por que la normalidad llegue de una vez a este terreno.

En La Cañada se superponen muchos intereses económicos. Rivas es uno de los municipios más extensos, con más zonas verdes y viviendas unifamiliares de España. El coste de mantenimiento de esta arquitectura municipal es elevado y, por lo tanto, debe sufragarse, vía impuestos, por los mismos ciudadanos que pertenecen al municipio. Este planeamiento, que trata de obviar cualquier solución vertical en La Cañada Real, se extiende por más de 14 kilómetros cuya propiedad es responsabilidad de, al menos, cuatro administraciones diferentes, cada una con sus peculiaridades y forma de entender la ordenación urbana. El abandono que sufre la zona y, de nuevo, los intereses urbanísticos se mezclan con los efectos perversos de un lugar deprimido en el que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen que planificar, con precisión militar, cualquier tipo de acción.

El problema de la luz y los cortes que sufre la zona es solo una pequeña muestra de la cruda realidad de una cañada que es cada vez más real, como la belicosa vida en ‘Vila Cruzeiro’.

Mostrar comentarios