Sacerdotes con una fe a prueba de amenazas auxilian a emigrantes en México

  • Enfrentados con el narcotráfico, la Iglesia y el Estado, sacerdotes con una fe a prueba de amenazas, como Alejandro Solalinde o Pedro Pantoja, son la única esperanza para los emigrantes centroamericanos que a su paso por México en su camino hacia EEUU sufren extorsiones, asesinatos y secuestros.

Asela Viar

México, 8 nov.- Enfrentados con el narcotráfico, la Iglesia y el Estado, sacerdotes con una fe a prueba de amenazas, como Alejandro Solalinde o Pedro Pantoja, son la única esperanza para los emigrantes centroamericanos que a su paso por México en su camino hacia EEUU sufren extorsiones, asesinatos y secuestros.

"Lo primero que necesitan es que se respete su dignidad. Ellos solo quieren pasar, no quieren hacerle daño a nadie, por eso hay que acompañarles y sobre todo protegerles", declaró a Efe el padre Pedro Pantoja en la capital mexicana.

Responsable de la "Casa Belén, posada del Migrante" en Saltillo, municipio del norteño estado de Coahuila, uno de los más azotados por la violencia, relató que las amenazas son "el pan de cada día" y lamentó que en México se esté viviendo una situación atroz a la que bautiza como "el paradigma de la crueldad social".

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el flujo de indocumentados que pasan por el país es de alrededor de 400.000 al año, de los cuales cerca de 70.000 son detenidos en el camino y sometidos a vejaciones y extorsiones por parte de autoridades corruptas y miembros de los cárteles del narcotráfico.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), funcionarios de migración, así como autoridades municipales y estatales, abusan de los indocumentados en su paso por México.

Con visible indignación, el padre Pantoja enumeró cruentos episodios cometidos contra indocumentados en México en los últimos años, entre ellos la matanza de San Fernando, en el norteño estado de Tamaulipas, en la que 72 emigrantes fueron asesinados en agosto de 2010.

"Pensábamos que ya habíamos visto todo en la cuestión del sufrimiento de migrantes, pero no", dijo apenado, tras recordar con impotencia cómo hace tres años en la CIDH, en Washington, las autoridades mexicanas "se burlaron de nosotros diciendo que éramos unos exagerados".

El hartazgo ante la indiferencia de las autoridades, aseguró, les llevará a denunciar la situación ante los tribunales internacionales para "avergonzar al Estado" por esta "traición de México, que no quiere corresponder a los derechos de los migrantes, ni asumir la responsabilidad en la investigación de los desaparecidos".

En medio de tanta rabia y dolor, declaró que aún hay espacio para la esperanza, pues los migrantes pueden convertirse en "sujetos de cambio" y su testimonio servir "para crear una nueva sociedad".

"Cuando los recibimos queremos expresarles que allí (en la casa) comienza no una mera asistencia", sino la construcción de una "nueva sociedad alternativa, donde dejan de ser víctimas y se convierten en protagonistas de la nueva historia. Ellos son la esperanza de los pueblos nuevos", expresó.

También amenazado de muerte, hasta el punto de tener que abandonar el país, Alejandro Solalinde dirige el albergue "Hermanos en el Camino", ubicado en Ixtepec, en el sureño estado de Oaxaca, al que cada día acuden unos 200 indocumentados en busca de comida y refugio.

Incansable defensor de los emigrantes, recordó a Efe que para la delincuencia organizada son una "oportunidad para ganar dinero", una "mercancía", y que eso solo cambiará con educación y respeto a los otros.

"Hoy el ser humano está muy devaluado y se necesita que todas las instituciones volvamos a darle importancia y volvamos a ponerle en el centro de nuestra vida, solamente así vamos a salir adelante", aseveró este hombre de constitución menuda, pero con una gran fortaleza espiritual, según destacan quienes le conocen.

Al igual que Pantoja, Solalinde opina que deben ser los migrantes quienes con su experiencia, sus testimonios e historias contribuyan a un cambio en la sociedad.

Ellos "no son limosneros pidiendo caridad", sino "pioneros de una nueva vida y una nueva civilización", señala.

"Me da mucha pena y así puedo dormirme en la noche, triste, preocupado, pero oro, descanso y al día siguiente Dios me regala un fuego nuevo, una esperanza y a seguir luchando", dijo, tras añadir, tajante, que "jamás" dejará ni su ministerio, ni la misión, ni la Iglesia.

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