Sanitarios que fallecieron en primera línea

Morir por salvar vidas: "Se jubilaba en meses pero decidió ayudar en Urgencias"

Hospital Puerta de Hierro
Hospital Puerta de Hierro
JuanJo Martín/EFE

A Antonio del Villar le quedaban dos meses para jubilarse cuando el virus se cruzó en su camino. Era el coordinador del equipo de ambulancias de la empresa Santa Sofía en el Gregorio Marañón, donde trabajaba desde hacía más de dos décadas. Estuvo al pie del cañón desde que la pandemia hizo su aparición y se contagió en el peor momento, cuando España llegaba al pico. Pese a la insistencia de sus tres hijas, Antonio siguió trasladando a los pacientes que más lo necesitaban de un lado a otro de Madrid. Ahora, su nombre engrosa la larga lista de sanitarios que no pudo librarse de la Covid, un colectivo para el que la curva sigue al alza, con 35.295 positivos a fecha de este viernes 24 de abril, y cerca de un millar de nuevos infectados cada 24 horas.

Antonio del Villar, conductor de ambulancias en el Gregorio Marañón
Antonio del Villar, conductor de ambulancias en el Gregorio Marañón.

Su hija mediana, Sonia, contiene la respiración ante la pregunta sobre sus patologías previas: hipertensión, EPOC (Enfermedad Pulmonar Oclusiva Crónica), algo de sobrepeso y una afección en las válvulas del corazón. Aún así, no dudó en entrar a la boca del lobo, hasta las Urgencias del hospital que, por entonces, contaba con el mayor número de sanitarios contagiados por el virus. Algunos de sus compañeros aseguran que, debido a este cuadro previo, desde la empresa le desaconsejaron entrar en estas unidades de máximo riesgo, pero "él era así, si su equipo entraba, él también"

Cuando empezó a empeorar, Antonio se sometió al test en el mismo hospital donde trabajaba. "Se hizo la prueba el viernes 3 de abril y hasta el miércoles 8 estuvo aislado en casa, fue entonces cuando supimos que se había infectado". Ingresó en La Paz y pasó por la UCI y la planta de Traumatología. "Cuando aún estaba trabajando, le llamábamos todos los días para convencerle de que pidiese vacaciones", cuenta Sonia. Al final lo hizo. El 27 de marzo, justo una semana antes de hacerse el test, Antonio pidió unos días a sus jefes, pero no pudo cogérselos porque, con "cerca de una veintena de bajas por Covid en plantilla", la condición de encontrar a un sustituto no era fácil. En ninguna de las videollamadas que Sonia compartió con su padre durante sus largas jornadas, lo vio con un EPI puesto: "Como mucho llevaba mascarilla y guantes"

Murió el 15 de abril, un mes después de que se dictase el estado de alarma. Pero en la nota que publicó la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) informaron de que se desconocía "si el contagio se produjo trabajando", pues en principio los traslados que él gestionaba "eran mayoritariamente de pacientes de rehabilitación y planta, aunque luego algunas de estas personas hayan dado positivo por Covid-19". "Claro que trasladaba a pacientes con Covid", apunta Sonia, "¡Incluso fue al Ifema!". De hecho, su hija recuerda que una de las razones por las que su padre fue reticente a acudir al hospital cuando el virus empezó a causar estragos en su salud, era porque no quería acabar en el hospital de campaña: "No sé qué vio allí, pero le marcó". 

Antonio no es solo un nombre y una cifra. "Vivía rodeado de mujeres, su esposa, sus tres hijas y sus dos nietas", recuerda Sonia, "De pequeñas nos entreteníamos en maquillarle y su nieta hasta le pintaba las uñas... supongo que cuando una persona es segura estas cosas no importan". Sus padres le habían enseñado a cumplir con su deber y no dar qué hablar. Entraba a las 10:00 y salía a las 18:00, al menos, desde que la insistencia de sus hijas caló y empezó a bajarse de la ambulancia a su hora. Casi diez días después de su fallecimiento, la familia supo que este mismo viernes lo incineraban: "Ha sido horrible, hemos tenido que llamar casi a diario para saber qué pasaba con mi padre". Los aplausos desde los balcones no son suficientes: "Los recortes en Sanidad y en Investigación han sido parte del problema y cuando todo esto termine seguiremos luchando". Justo antes de colgar, Sonia insiste en mandar ese abrazo que se quedó en el aire: "Tu mujer, hijas, nietas y hermano no te olvidan"

"Pedro murió cuando se le restaba importancia al virus"

La historia de Pedro González, delegado de CSIF en la residencia de mayores Francisco de Vitoria, llega a La Información a través de los ojos de sus compañeros. "Cuando se comprometía a algo lo anteponía incluso a sí mismo", recuerda Mercedes, una de sus compañeras de trabajo más cercanas. El mismo día que lo ingresaron, Pedro le envió un mensaje de Whatsapp para que fuera ella quien comunicara a Personal que tendría que ausentarse un tiempo. "Aún estando mal siguió pendiente de lo que pasaba en el centro... y es que nunca callaba si creía que tenía que decir algo".

Pedro González, delegado de CSIF en la residencia Francisco de Vitoria
Pedro González, con su mujer y su nieto.

Pedro falleció el 30 de marzo, cuando la tragedia de los centros de ancianos ya copaba portadas, pero ni los equipos de protección ni los test tocaban a la puerta. Solo dos días después, la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, dio carpetazo a la investigación del Ministerio Público y pasó sus notas a las fiscalías territoriales, con competencia para tomar cartas en el asunto. "Nuestro compañero se contagió cuando aún se restaba importancia al coronavirus", apunta Javier Prieto, responsable de Políticas Sociales del sindicato en Madrid. Los protocolos aún no se aplicaban con rectitud en todos los centros de mayores y muchos de ellos, seguían sin delimitar con claridad los espacios infectados.  

María Luisa, auxiliar de enfermería y compañera de trabajo de Pedro, recuerda que "le daba la importancia justa a las cosas". Relata que a él le gustaba tener lotería de todos los lugares a los que iba. "Al final me liaba, y eso que no me gustan estas cosas", cuenta la mujer, "Me vi este verano en Asturias comprando dos boletos, uno para él y otro para mí". Su compañera Silvia se queda con el empeño de Pedro en reivindicar aquello que le parecía justo. La plantilla coincide en esa complicada combinación entre un carácter fuerte y una enorme dulzura. Magdalena, auxiliar y amiga de Pedro desde 2011, no puede evitar emocionarse al hablar de él: "A Pedro o se le odiaba o se le quería... y yo decidí quererle". Recuerda cómo la llamaba por los pasillos -"¡Tata!"- simplemente para que supiera que la había visto. Todas aseguran que el rostro se le iluminaba cuando hablaba de sus nietos, vestido de "pitufo" con su uniforme azul. 

"No estaba viajando, estaba doblando"

La muerte del doctor Luis Pérez Suárez fue la primera que registró el SUMMA por Covid en los hospitales de Madrid. "No estaba viajando las semanas previas a infectarse. Estaba doblando", remarca Víctor Manuel López Castejón, delegado de Atención Primaria de AMYTS y  familiar de Luis. "A mí me enseñó a intubar y más cosas, relacionadas con la medicina de urgencias (aún no existe la especialidad en España) y con la vida. Y ha muerto en una UCI intubado durante siete días.". 

Luis Pérez Suárez, médico del SUMMA
Luis Pérez Suárez, médico del SUMMA. / AMYTS

La partida de Luis ha dejado el amargor de las tragedias evitables. "Luchó para poder dar a sus tres hijos la posibilidad de estudiar. Los tres han hecho una carrera: dos de ellos son médicos", relata Víctor Manuel, "Y saben bien que su padre se ha muerto por falta de EPIs en su trabajo". La marcha de Luis quedó catalogada como 'enfermedad común'. Pese a las demandas de la profesión, el Covid aún no cuenta como enfermedad profesional, algo que para los sanitarios contagiados puede suponer pérdidas de hasta la mitad del sueldo. Aún cuando, a todas luces, la infección se ha producido en el trabajo. 

Antonio, Pedro, Luis... forman parte de ese batallón que lleva semanas arriesgando, a diario, su salud para asegurar la de los demás. Hasta el momento, cerca de una treintena de sanitarios han fallecido en España a causa de esta enfermedad. Más de un mes de confinamiento después, los profesionales siguen denunciando por todo el país las "precarias" condiciones en las que tienen que  batirse el cobre. Los balcones aplauden por ellos, mientras sus familias tratan de evitar ese "qué hubiera pasado" si las cosas se hubieran hecho de otra manera.

Mostrar comentarios