Siria se hunde en la violencia sectaria sin visos de una solución política

  • El conflicto sirio cierra este año con más de 100.000 muertos e inmerso en una espiral de violencia cada vez más sectaria, sin que por el momento hayan tenido éxito los esfuerzos diplomáticos para encontrar una solución política.

Susana Samhan

Beirut, 13 dic.- El conflicto sirio cierra este año con más de 100.000 muertos e inmerso en una espiral de violencia cada vez más sectaria, sin que por el momento hayan tenido éxito los esfuerzos diplomáticos para encontrar una solución política.

Por encima de los combates, las mediaciones y la tragedia humanitaria, si algo ha marcado a Siria en 2013 ha sido precisamente lo que no ha llegado a ocurrir: una intervención militar extranjera.

Y esto pese a que a principios de septiembre todo parecía abocado a un ataque de EEUU contra objetivos del régimen, tras la ofensiva con armas químicas del 21 de agosto contra uno de los suburbios de Damasco, que se cobró más de mil muertos, y de la que Washington culpó al Gobierno de Bachar al Asad.

Fueron momentos en los que la comunidad internacional mantuvo la respiración ante la posibilidad de una guerra que corría el riesgo de convertirse en regional, dado el complicado tablero de juego en Oriente Medio.

Al final, un acuerdo alcanzado entre EEUU y Rusia, firme aliado del régimen de Damasco, disipó la amenaza de una intervención castrense en territorio sirio, a condición de que se desmantelara el armamento químico en poder de Al Asad y se iniciaran negociaciones para una solución política.

De la mano de este pacto entre las dos grandes potencias, llegó a Siria a principios de octubre el equipo de expertos internacionales de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) para destruir el arsenal, lo que le valió año el Premio Nobel de la Paz.

Entretanto, se ha intensificado la mediación para celebrar la conferencia de paz de Ginebra 2, prevista para el próximo 22 de enero, que siente a la misma mesa a miembros del régimen y de la oposición.

No parece que las partes en conflicto estén dispuestas a ceder un ápice en la ciudad suiza, pese a las idas y venidas del mediador internacional, Lajdar Brahimi, las consultas de las autoridades sirias y los opositores en Moscú y los viajes del secretario de Estado de EEUU, John Kerry.

El régimen sostiene que acudirá para encontrar una solución pacífica a la lucha que mantiene contra el "terrorismo", mientras que la oposición exige la marcha de Al Asad, algo que rechazan rotundamente las autoridades.

Sobre el terreno, la situación se ha radicalizado y el conflicto ha adquirido notables tintes sectarios.

Este año ha sido el de la consolidación en el campo de batalla de los dos grandes grupos vinculados a Al Qaeda, el Estado Islámico de Irak y del Levante (Siria) y el Frente al Nusra, punta de lanza de los rebeldes en el norte del país.

La emergencia de los yihadistas, que cuentan con milicianos extranjeros, ha ocasionado fricciones con otras facciones insurgentes e incluso entre ellos mismos.

Los vídeos de ejecuciones de ciudadanos y combatientes de otros grupos por parte del Estado Islámico se han convertido en la tónica del diario de guerra.

2013 es también el año de las batallas con nombre de ciudad, Al Quseir y Alepo, donde el régimen ha lanzado ofensivas para recuperar las zonas tomadas por los insurgentes.

La pérdida de la estratégica Al Quseir, cerca de la frontera con el Líbano, fue un mazazo para los rebeldes a principios de junio pasado, que tenían en esta localidad uno de sus principales bastiones en la provincia central de Homs.

Días después, el régimen comenzó las operaciones para recuperar totalmente Alepo, la ciudad más grande del norte de Siria y tomada en parte por los opositores, en una ofensiva que todavía sigue en marcha.

En medio de los combates y la destrucción, la cifra de víctimas de la guerra en el país árabe rebasó este año el umbral de los 100.000 muertos, como anunció el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en agosto.

El éxodo de refugiados continúa imparable hacia otros países, especialmente a los estados vecinos de Siria, que ya albergan a más de 2,75 millones de desplazados que han huido del conflicto.

La población civil es, sin duda, la gran damnificada de esta guerra que en los últimos doce meses ha sido testigo de masacres contra los ciudadanos como la de comienzos de mayo pasado en Banias y Al Baida, en la provincia de Tartús, feudo costeros del régimen donde más de 200 personas fallecieron, según activistas.

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