Un estudio denuncia el coste ético del aislamiento a víctimas de amenazas

  • "La sociedad vasca no ha sido consciente del coste ético y cívico" que ha tenido la escasa reacción ante las amenazas e intimidaciones que han sufrido distintos colectivos en Euskadi por parte del mundo radical y violento, según destaca un estudio sociológico de la Fundación Fernando Buesa.

Vitoria, 29 jun.- "La sociedad vasca no ha sido consciente del coste ético y cívico" que ha tenido la escasa reacción ante las amenazas e intimidaciones que han sufrido distintos colectivos en Euskadi por parte del mundo radical y violento, según destaca un estudio sociológico de la Fundación Fernando Buesa.

El informe está basado en las 22 entrevistas a víctimas del terrorismo realizadas durante los últimos años por el Observatorio de la Vulneración de Derechos Humanos, creado por la Fundación Fernando Buesa y Bakeaz, entre quienes figuran concejales, profesores, empresarios, periodistas, jueces, ertzainas y policías locales.

Una de las conclusiones del estudio redactado por la socióloga política Izaskun Sáez de la Fuente es que la reacción social ante los asesinatos de ETA fue poco a poco creciendo, pero "la reacción ante la intimidación y la amenaza" a distintos colectivos por parte de los violentos "no traspasó el discurso de lo políticamente correcto".

Por ello, denuncia que la sociedad vasca "no ha sido consciente del coste ético y cívico" de esa indiferencia, ya que "en la medida en que la libertad de determinados sectores estaba restringida, también lo ha estado la del conjunto del tejido civil, porque afecta directamente al ejercicio democrático del pluralismo".

La socióloga subraya, en este sentido, que en algunos ambientes del País Vasco, "durante demasiado tiempo", los ciudadanos no se han dado cuenta de que también les podía "tocar" a ellos, o han preferido establecer "un cordón sanitario para evitar el contagio", actitudes que "han potenciado el aislamiento de las víctimas".

Del análisis de los testimonios de las víctimas, el informe establece que quienes han sufrido atentados o amenazas han sido identificados por el entorno como "enemigos" y han vivido una "revictimización" ante demandas de justicia insatisfechas, cuando la sociedad ha mirado para otro lado o con el "retorno heroico de los victimarios a sus lugares de origen", situación que ha sido especialmente cruel en pueblos dominados por el mundo radical.

Por ello, la vida cotidiana de las víctimas se ha visto seriamente afectada en todos los planos y, lo más grave según este estudio, es que "el sentimiento de culpa se ha convertido en su talón de Aquiles", sobre todo respecto a las consecuencias que esta situación ha tenido para su entorno familiar.

El informe relata que ha habido casos de víctimas cuyos hijos les han echado la culpa de su situación y también hay niños que han nacido y crecido a la sombra de los escoltas de sus padres y lo han asumido como algo normal.

Pone el ejemplo de un hijo que le dijo a su padre: "Patxi (el escolta) me ha dicho que antes de arrancar hay que mirar bajo el coche para no pillar a los gatos, pero yo sé que es por si hay una bomba".

También recoge otro testimonio de una hija que le pidió a su padre: "Aita, vamos a La Rioja que allí somos normales".

Relatos sobre los que se vieron obligados a abandonar su trabajo o que tuvieron dificultad para encontrar un empleo por ir escoltados, uno de los cuales llegó a publicar en un periódico local un anuncio que decía "Concejal-víctima del terrorismo busca trabajo compatible con escolta", son solo algunos de los ejemplos de los testimonios en los que se ha basado este informe.

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