Campesinos sirios intentan retomar una vida normal tras huida del EI

  • En el patio de su casa, Baida, una niña de cuatro años, hace dibujos sobre un volante de consignas religiosas que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) distribuía a los habitantes de su pueblo, en el noreste de Siria, antes de ser expulsado de esta localidad.

Junto a ella, su padre, Hamdan, de 39 años, acoge con satisfacción la partida del EI de Al Shallal tras una ofensiva de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), un grupo que reúne a facciones árabes y kurdas y cuenta con el apoyo de Estados Unidos.

"Estamos felices de que se hayan ido de nuestro pueblo", dice Hamdan, mirando con cariño a su hija que fue maquillada para celebrar la partida de los yihadistas.

"Cuando el EI estaba aquí, el maquillaje estaba prohibido", explica este padre de nueve niños que no ha podido salir de su pueblo durante casi dos años de ocupación de los extremistas.

Durante la ofensiva lanzada el 30 de octubre en la provincia de Hasake, las FDS reconquistaron varias localidades y a mediados de noviembre Al Hol, un pueblo controlado por el EI desde inicios de 2014, ubicado en la ruta de suministro de armas y material de este grupo yihadista entre Siria e Irak.

Esta región está muy cerca de la frontera con Irak, un país en donde el grupo Estado Islámico controla, al igual que en Siria, amplios territorios.

Esta fue la primera victoria estratégica de esta nueva coalición siria, pero también un alivio para los habitantes de la región que esperan retomar una vida normal.

Durante la ocupación de los yihadistas, Hamdan, al igual que los demás habitantes, debían respetar al pie de la letra las reglas impuestas por el EI.

Debían enviar a sus hijos de menos de doce años a una escuela religiosa gestionada por los yihadistas, de lo contrario eran "castigados y flagelados", asegura.

Pese a la partida de los extremistas, que huyeron hacia el sur de la provincia de Hasake, Mariam Ali Ahmad vive con miedo.

Si bien esta mujer de 42 años ha vuelto a sacar del armario sus vestidos multicolores, la vestimenta tradicional en esta región rural, prefiere seguir cubriendo su rostro con un velo.

Cuenta que los yihadistas azotaban a todas las mujeres que salían sin niqab, un velo negro que sólo deja los ojos al descubierto.

"La situación ha mejorado relativamente", dice Mariam, quien lamenta sin embargo grandes pérdidas materiales durante los combates entre los yihadistas y las FDS a mediados de noviembre.

"Tuvimos que huir durante los enfrentamientos. Un cohete cayó sobre nuestra casa y destruyó todas nuestras reservas de comida. Ya no tenemos con qué alimentarnos nosotros ni a nuestras ovejas".

Hamid al Naser lamenta también el mal estado de las tierras, en una región en donde la agricultura y la ganadería son las principales fuentes de ingresos, además del comercio de hidrocarburos.

"No he podido sembrar nada en mis tierras desde hace dos años", cuenta este agricultor de 44 años.

Los yihadistas prohibían a los campesinos salir de las zonas bajo su control, por lo que no podían comprar semillas ni combustible para la maquinaria agrícola.

Los signos de la presencia yihadista todavía están presentes en este pueblo de casas de barro.

"En el califato no existen los sobornos, la corrupción ni el favoritismo", dice un mensaje pintado en una pared. "Hermanas, con el niqab ustedes son hermosas y maravillosas en su castidad", indica una pancarta.

Y en las fachadas de las peluquerías, los yihadistas recuerdan a los hombres que "está prohibido afeitarse la barba o cortarla".

Los habitantes que huyeron con la llegada de los yihadistas empiezan a regresas a sus hogares tras haber obtenido la autorización de las FDS.

"Alentamos a todos los habitantes a volver", afirma el coronel Talal Ali Sello, portavoz de las FDS. Equipos de desminadores limpian la zona en donde se descubrieron minas y otros aparatos explosivos.

Y paralelamente a la fuerza militar, las FDS intentan formar una "estructura política para gestionar las zonas liberadas", explica el coronel.

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