China quita a EEUU de en medio y va a por todas en Brasil

  • Si el gigante asiático se dedicaba hasta ayer a invertir a lo grande en África, ahora le toca el turno al país carioca. En solo doce meses, las inversiones chinas en Brasil han pasado de 82 millones de dólares al año a 25.000 millones de dólares. Así se ha convertido en el primer inversor del país, por delante de EEUU.
Solana Pyne, Río de Janeiro (Brasil) | GlobalPost

Se han hecho con minas de hierro en el sur de Brasil, comprado campos petrolíferos marinos y también parecen interesados en 344.000 hectáreas de tierra de cultivo.Si bien durante la década pasada los inversores chinos se dedicaron a comprar recursos naturales a lo largo de África, este año se han puesto a comprar en serio en Brasil. En menos de 12 meses las inversiones chinas en el país latinoamericano se han disparado a la estratosfera: de los 82 millones de dólares en 2009 a los más de 25.000 millones de dólares (unos 18.900 millones de euros al cambio actual) en lo que va de año.

“Es el primer año en el que se anuncian grandes, grandes inversiones”, asegura Kevin Tang, director de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China. “En esta década veremos un boom de las inversiones entre China y Brasil”.

Hasta la fecha, las empresas chinas han anunciado en 2010 más de 25.000 millones de dólares en inversiones en Brasil, según datos recogidos por el Gobierno y difundidos por la prensa. Y supuestamente hay miles de millones más en negociación

Los expertos dicen que el interés de China en Brasil, rica en recursos naturales, podría ser de gran ayuda, pero sólo si el Gobierno se asegura de que el grueso del dinero se dirige hacia la producción industrial brasileña y no a las materias primas. Otros califican los movimientos de China de llamada de atención a EEUU y otros países desarrollados. En la carrera mundial por recursos naturales como el petróleo, dicen los analistas, encontrar fuentes de energía renovable es la única manera de ganar a largo plazo.

La necesidad de China de recursos, especialmente de energía, va a crecer exponencialmente en las próximas décadas. Y el hecho es que el planeta no tiene demasiado más que ofrecer”, afirma Michael Klare, profesor del Hampshire College en Massachusetts (EEUU) y autor del libro “Rising Powers, Shrinking Planet” (Poder creciente, planeta contrayéndose).

“Habrá más competencia por los recursos que quedan en el planeta”, asegura. “Esto conllevará inevitablemente una fricción, hasta que o a menos que en Occidente, y en China e India, se avance rápidamente hacia la eficiencia energética, hacia unas formas de vida que consuman menos recursos. Se habla mucho sobre ello, pero no hay realmente progresos”.

La inestabilidad, la corrupción y la opresión en muchos de los principales países productores de petróleo son a menudo las razones que se esgrimen para que EEUU busque energías alternativas. Pero el apetito aparentemente insaciable de China por los recursos también debería de ser tomado en cuenta por EEUU, asegura Charles Wolf, asesor económico del think tank The RAND Corporation. Según Wolf, esa búsqueda de alternativas está avanzada.

“Deberíamos de movernos, y lo estamos haciendo”, indica. En ese sentido, la demanda récord de recursos naturales por parte de China “podría ser un problema, pero podría ser una oportunidad”.Muchos analistas brasileños están de acuerdo con ese planteamiento. El aumento de inversiones de este año es simplemente la más reciente demostración de la relación cada vez más estrecha entre Brasil y China, que sobrepasó el año pasado a EEUU como principal socio comercial del país latinoamericano.

“La expansión del comercio y de las inversiones es muy beneficioso para el país, con una reserva. Algunas veces uno no sabe si las inversiones de deben porque ven a Brasil como un mercado o corresponden a propósitos estratégicos del Gobierno chino”, plantea Sergio Amaral, presidente del Consejo de Negocios China-Brasil.

Amaral, ex ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, señala que las compañías chinas privadas tienen vínculos muy estrechos con su Gobierno, y que algunas de las inversiones hechas en Brasil son de empresas gubernamentales.

“Los intercambios económicos entre los dos países están aumentando rápidamente”, reconoce. “Algunas veces tengo la impresión de que el Gobierno brasileño no está tan bien preparado como debiera para asumir esta nueva situación, con inversiones de nueva naturaleza y de nueva magnitud”.

El Gobierno, asegura el ex ministro, debe de asegurar que diversas agencias estatales confirmen que los chinos están invirtiendo por las ventajas competitivas de Brasil, y no por motivos estratégicos como fijar los precios de la materia prima.

El Gobierno también debe de intentar canalizar el dinero chino a sectores que ayudarán a crecer a la economía brasileña, asegura Amaral. Vender productos manufacturados tiende a generar más puestos de trabajo y crecimiento económico en el país que los fabrica. Esos productos suponen el 90 por ciento de las importaciones de China, mientras que Brasil les vende básicamente materia prima como hierro, petróleo y soja.

Resulta difícil competir con los fabricantes chinos porque operan con ventajas (como los préstamos a bajo interés, fiscalidad baja, infraestructuras nuevas y una moneda devaluada) que no existen en Brasil. Las carreteras de Brasil están viejas, sus tasas de interés en aumento y el real está entre las monedas más sobrevaluadas del mundo. Por ello no resulta sorprendente que las importaciones chinas a menudo le ganen la batalla a los productos manufacturados localmente.

Es una dinámica que se repite a lo largo de toda América Latina, pero “en el caso de Brasil es aún peor”, asegura el economista Alexandre Barbosa, profesor de la Universidad de Sao Paulo. “Brasil es el país que tiene la industria más desarrollada del continente, y China está desplazando a algunas de nuestras exportaciones a los demás países de la región”, dice.

Esto es malo para algunos fabricantes, y podría ser malo para todo el país en su conjunto si el sector industrial comienza a encogerse. Barbosa dice que Brasil puede protegerse canalizando las inversiones hacia los lugares adecuados, especialmente a la industria de alta tecnología.

“Los chinos están sentados sobre una cantidad tremenda de reservas extranjeras”, apunta. “Así que por qué no usan sus bancos para establecer una fábrica de semiconductores aquí en Brasil. Nosotros no producimos semiconductores aquí, por lo que algo así sería fantástico”.

Pero hacer que eso ocurra exigirá un gran esfuerzo negociador por parte del Gobierno brasileño en cuanto a comercio e inversiones.El secretario de Comercio Exterior brasileño, Welber Barral, asegura que dichos esfuerzos ya se están haciendo. “Tenemos una política de inversiones que está muy enfocada hacia traer innovación y añadir valor a las compañías brasileñas”, indica.

Para ello cita como ejemplo una planta siderúrgica de miles de millones de dólares en construcción en Río de Janeiro y otra serie de inversiones menores. La compañía china H-Buster anunció este año una inversión de 225 millones de dólares en fábricas en Brasil para hacer pantallas LCD. Y al menos otras dos compañías están haciendo importantes inversiones para fabricar motos y coches en Brasil.

Aún así, la mayor parte de los grandes acuerdos con China anunciados este año por Brasil han sido por materias primas: la compra por 1.200 millones de dólares de una mina de hierro en Minas Gerais; 7.100 millones de dólares por comprar las operaciones petrolíferas de Repsol en Brasil, y otros 3.100 millones de dólares por acciones de una plataforma petrolífera en el mar propiedad de la noruega Statoil.

Pero las inversiones más polémicas son las referentes a tierras de cultivo. Varios informes en la prensa sobre planes chinos para comprar miles de hectáreas de tierra han generado inquietud. El periódico “O Estado de Sao Paulo” publicó un editorial en agosto en el que hablaba de neocolonialismo. Decía que las inversiones extranjeras son generalmente bienvenidas, “pero ‘negocios’ cobra otro significado cuando las inversiones son objeto de la lógica racional de una potencia extranjera”.

El Gobierno parece que ha reaccionado. El secretario Barral señala una reciente reinterpretación de las leyes brasileñas, que exigen la aprobación del Gobierno para grandes compras de tierra por parte de extranjeros.

El Gobierno de China ha mostrado su disposición a buscar otras opciones. Este mes el gobernador de Goiás anunció un acuerdo de inversiones chinas en agricultura por 7.500 millones de dólares. Algunas informaciones indican que el dinero se utilizará para convertir casi 2,5 millones de hectáreas de tierras pasto en cultivos de soja. Toda la producción irá directamente a China.

Cuando se anunció el acuerdo, el secretario de Planificación y Desarrollo de Goiás, Oton Nascimento Junior, aclaró que China no será propietaria de la tierra. El dinero irá a los productores locales para que construyan carreteras, compren material, mejoren la tierra y financien la producción de soja. “Aquí no hay nada que conlleve la compra de tierras. Esto es puramente una asociación”, enfatizó.

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