Del lunes negro al viernes de pánico: cuando todo lo que puede salir mal, sale fatal

  • Las bolsas del mundo desarrollado están descubriendo nuevos límites a la expresión "caída libre". Sin embargo, esta semana han ayudado a la depresión un puñado de malos datos, declaraciones inoportunas y decaimiento generalizado. El túnel de los mercados continúa sin luz al fondo.
(Ampl.) El Ibex vive un nuevo 'viernes negro' al desplomarse un 4,44% y dejar atrás los 8.000 puntos
(Ampl.) El Ibex vive un nuevo 'viernes negro' al desplomarse un 4,44% y dejar atrás los 8.000 puntos
Álex Medina R. / EFE

Todo lo que podía salir mal, salió fatal en los mercados internacionales. O dicho bajo los postulados de la Ley de Murphy, la tostada de la bolsa siempre se cae por el lado de la mantequilla.

Los grandes paqués europeos se han anotado una semana más que aciaga con retrocesos que rondaron el 4%, sólo en la última sesión. En cualquier caso, entre el lunes negro y el viernes no menos negro, los índices del Viejo Continente se han acercado a mínimos históricos. La crisis, en todas sus formas y temores, lo explica todo.

Es cierto: la semana empezó con el pie izquierdo. El viernes anterior fue ya gris oscuro y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, se encargó de dar la excusa perfecta cuando en una entrevista publicada durante el fin de semana dijo que había riesgo de una nueva recesión. Dijo también que era perfectamente evitable si se tomaban las medidas correctas.

Pero nadie oyó lo segundo; los inversores se agarraron al pesimismo y la andadura bursátil de esta semana tiñó de rojo todos los indicadores con unos valores que se movieron entre un 3% y un 5% a lo largo y ancho de Europa. ¿Y el Ibex? Se dejó un 4,69% para empezar, de los peores registros de un año repleto de malos registros.

¿Y cuál fue la excusa del martes? Que el lunes fue muy malo, que las bolsas no tenían ganas ni de levantarse. En los terrenos del Ibex 35, los bajistas vieron la posibilidad de batir uno de esos récords que tanto gustan a la prensa: el nivel más bajo en puntos básicos desde marzo de 2009, cuando el mundo aún se recuperaba del desastre de Lehman Brothers. El selectivo nacional perdió los 8.000 puntos y el martes ya tenía su titular.

Entonces vino el rebote. Del 2,77% en Madrid. La maldad de los corrillos bursátiles habla en estos casos de rebote del gato muerto. Porque no hay otra. Aunque no seamos malos del todo: también ese día amaneció en Europa con el avance del último plan de Estados Unidos para crear empleo y el Tribunal Constitucional de Alemania avaló los rescates del euro. Incluso Angela Merkel se enfundó el disfraz de heroína y proclamó ante su Parlamento que salvaría a la UE.

Al día siguiente, se demostró que al gato le quedaba todavía alguna vida y el Ibex renovó subidas de hasta el 1,5%. Es gracioso, se justificó los números verdes por la decisión del Banco Central Europeo de mantener los tipos. En esa misma rueda de prensa, Jean Claude Trichet también tiñó de negro las previsiones de crecimiento para la eurozona. Como ocurriera con Lagarde, las bolsas atendieron a lo que les interesaba.

Hasta que despertó el viernes y todas las bolsas mostraban tendencia a la baja. Es por Trichet, que ha rebajado las expectatvivas de crecimiento, dijeron los mismos que el día antes achacaron al mismo Trichet las alzas. Tampoco parecía surtir efecto el discurso de Obama explicando su plan (el mismo plan que supuestamente elevó los índices el miércoles).

Las bolsas, llegados al mediodía, habían entrado en barrena. Las miradas, como tantas otras veces, se dirigían a Grecia, de donde surgió el rumor de que el país heleno anunciaría la suspensión de pagos este fin de semana. La posibilidad fue desmentida por el ministro de Finanzas griego, Evangelos Venizelos, pero entonces las plazas europeas se fijaron en un informe del banco estadounidense Goldman Sachs en el que rebajaba la cotización prevista (precio objetivo) a medio plazo para el sector financiero.

La situación se fue deteriorando y se acumulaban las desdichas. Como cuando se supo la dimisión del consejero y economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), el alemán Jürgen Stark, un conocido adversario de la compra de deuda soberana de los países del euro, fundamentalmente de Italia y España, por parte de la autoridad monetaria.

También vino a apuntalar la ruina la depreciación del euro por el temor a que Grecia tenga que abandonar la moneda única y por las diferencias existentes en el BCE, que cuestionan su capacidad para afrontar la revuelta situación de los mercados y de la economía.

La divisa europea descendía en esta jornada de 1,39 dólares de la apertura a 1,363 dólares poco después del cierre de la sesión bursátil. La onza de oro se aproximaba a 1.860 dólares a esa hora y el petróleo Brent se cambiaba a 112,5 dólares el barril.

El mercado de deuda, tocado por todo lo anterior, también repercutió en las bolsas, dado que se vendieron títulos de los países periféricos y los bonos griegos a diez años incrementaron su rentabilidad hasta el máximo histórico del 19,523%, en tanto que el interés de la deuda alemana bajaba hasta el 1,77%, mínimo desde la creación del euro.

Mientras tanto, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Largade, cerraba el círculo vicioso de la semana. Si todo lo empezó ella, también lo terminaría, demandando planes creíbles de consolidación a las economías avanzadas.

Vuelta a empezar. El viernes se convirtió en lunes, la Bolsa de Madrid cerró la segunda peor semana del año y la depresión se apodera de unos mercados que no atinan a descubrir dónde puede quedar el suelo. El próximo lunes se verá si todavía creen que siguen en viernes. 

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