El precio de la luz: el gran perdedor de la guerra del agua en el trasvase Tajo Segura

  • El Gobierno autoriza derivar 60 hectómetros cúbicos hasta julio. La menor capacidad de los embalses de cabecera encarecerá la electricidad.
Tuberías del canal Tajo-Segura.
Tuberías del canal Tajo-Segura.
EFE

Al final, nada lo impidió y ya es oficial. El BOE publica este jueves la orden ministerial que autoriza el trasvase de 60 hectómetros cúbicos de agua del río Tajo al río Segura, a razón de 20 hectómetros cúbicos mensuales en abril, mayo y junio. La disposición reabre, una vez más, una vieja batalla en España: la guerra del agua y su derivada sobre el coste de la electricidad. Más allá de ribereños y regantes: el precio de la luz se presenta como el gran perdedor del trasvase Tajo- Segura.

Jorge Morales, vicepresidente de la Fundación Renovables y director Geoatlanter, ratifica las denuncias de las plataformas ciudadanas contrarias al traspaso y de las organizaciones ecologistas que se oponen a la cesión: el trasvase Tajo-Segura también encarece el precio de la luz. Y no solo, explica, por el aumento de la demanda de electricidad para hacer funcionar las bombas que redirigen el agua, que el caso de coincidir con una hora de estrés para el sistema haría repuntar el coste aunque su impacto sería muy superficial "dado que la fuerza requerida equivale a menos del 1% de la potencia española", sino también por las consecuencias derivadas de retraer agua de los embalses de cabecera (Entrepeñas y Buendía, ambos en la provincia de Guadalajara), al restar así producción eléctrica “que habría de ser sustituida por gas y carbón, de mayor coste económico y medioambiental”, advierte el experto.

De hecho, el viento y la lluvia desplomaron un 23% el precio de la luz en la primera quincena de marzo, hasta 42,19 por megawatio hora. Es por esto que “la gestión del agua es clave en la regulación de la energía eléctrica en España, porque así lo han querido las eléctricas, que dominan a su antojo el sistema de fijación de precios”, incide. “El problema”, explica a colación, “ya no es solo la sequía o los trasvases sino que las compañías abusen del carbón y del gas para encarecer el precio de la producción”. De ellas y del precio de la electricidad que marcó la última central en entrar al mercado -sea hidráulica, nuclear, termoeléctrica eólica o ciclo combinado- dependerá el precio final. De este modo, precisar cuánto incidirá el trasvase en el precio final de la electricidad es una tarea casi imposible, pero lo que es claro para Jorge Morales es que el precio subirá al reducir la capacidad de los embalses de cabecera que, según estima, “tardarán en recuperar sus niveles previos más de un año”.

El experto respalda así una de los argumentos de las localidades lindantes con los pantanos manchegos: el trasvase Tajo-Segura encarece la energía eléctrica a todos los españoles, “además de que supone un robo de agua”, agrega Francisco Pérez Torrecilla, presidente de la Asociación de Municipios Ribereños de los Embalses. El trasvase “detrae el agua desde Bolarque y quita la posibilidad de poder turbinar el agua a 19 saltos de agua con explotación hidroeléctrica del curso natural del río. Es decir, "perdemos la posibilidad de producir energía 19 veces, lo que encarece el precio de la electricidad". En concreto y en datos de Pérez Torrecilla, “por cada metro cuadrado detraído en Bolarque se dejan de producir del orden de 0,8-1 kWh”, para recordar que desde abril de 2011 se ha trasvasado "la indecente cantidad de 2.170 hectómetros cúbicos".

“Ya está bien de tomarnos el pelo a los ribereños y a todos los españoles. En el Tajo no hay sequía, hay saqueo”, lamenta el presidente de la Asociación quien testifica que en Murcia y Alicante “el año que se abrió el trasvase Tajo-Segura (1979) había unas 49.000 hectáreas de regadíos y hoy, en 2017, existían ya más de 300.000 hectáreas”.

Dice el refrán que no llueve a gusto de todos: el agua caída entre enero y marzo ha generado alegría entre los regantes del Segura a donde va a parar el trasvase e indignación entre los ribereños del Tajo. Cuantas más precipitaciones se registran, mayor es el nivel de los embalses, mejores son las condiciones para que las turbinas funcionen y más puede bajar el coste de la electricidad, un concepto que influye en el 35% de la factura frente al 65% de los términos fijos. A más producción de renovables (hidroeléctricas más eólicas y, a su vez, solares), menor coste.

Las lluvias de los meses pasados rebasaron el umbral de los 400 hectómetros cúbicos por encima de los cuales es posible el trasvase Tajo-Segura, según la Ley de Evaluación Ambiental de 2013, que reguló estas cesiones. En la actualidad los embalses de las cabeceras acumulan algo más de 477 hectómetros cúbicos. La ley hace sin embargo la salvedad y, si el nivel bajara del límite - los 400 hectómetros que aseguran la paz, sobrepasarlos es motivo de guerra segura -durante los meses de mayo y junio, se procedería a la convocatoria de la Comisión Central de Explotación para revisar los acuerdos.

La Cuenca del Tajo se encuentra al 62,7% de su capacidad, en la media de los últimos diez años, del 63,6%. La cuenca que riega la totalidad de la Región de Murcia, el sur de Alicante, el sureste de Albacete y las zonas limítrofes con Murcia de Almería y Jaén, aunque ha duplicado sus reservas desde comienzos de año, solo está al 24,5%, menos de la mitad de las reservas habituales en estas fechas. En realidad, los dos embalses de cabecera del canal que une ambas cuencas, a pesar de haber superado el límite de los 400 hectómetros cúbicos, siguen en cifras exiguas. Mientras Entrepeñas tiene 186 hectómetros y se encuentra al 22,2%, Buendía tiene 245 hectómetros, un escaso 14,95% de su capacidad.

“Desde la más remota antigüedad, la gestión del agua es la gestión de conflictos”, resume en una idea fuerza Gonzalo Delacámara, asesor de la Comisión Europea en la materia e impulsor del Foro de la Economía del Agua cuando es preguntado por la maldición española. Pareciera que el agua es mucho más un factor de cooperación que de confrontación. La historia ha demostrado, sin embargo, que las guerras del agua se libran sin armas. Y más en España.

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