Tras haber invertido millones

El final de las mascarillas lleva al cierre al 90% de las empresas fabricantes

Ante la falta de demanda, más del 90% de estos negocios que se fundaron durante la crisis sanitaria han tenido que paralizar su producción, mientras que un sector pequeño ha logrado reconvertir su actividad.

Las fábricas de mascarillas cierran en masa tras haber invertido millones.
Las fábricas de mascarillas cierran en masa tras haber invertido millones.
El Corte Inglés

El 20 de abril de 2022, día en el que Moncloa hizo efectivo el fin de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en espacios interiores, muchos ciudadanos se alegraron de poder bajar por fin a comprar el pan y olvidarse de la mascarilla, mientras que otros muchos se acordaron de ella y optaron por colgarla de las orejas para prevenir disgustos. Sin embargo, fueron más aquellos que se sintieron liberados, y eso se hizo notar en las fábricas de mascarillas.

Adefarma (Asociación de Empresarios Farmacéuticos de Madrid) reconoce que conforme las obligaciones se volvían más laxas, la demanda bajaba, habiendo un descenso significativo en la compra de mascarillas al comparar el primer mes de este año con enero de 2022. De hecho, tras las declaraciones de la ministra de Sanidad Carolina Darias, que anunciaban que el fin de la mascarilla en el transporte público se aprobará en el Consejo de Ministros del próximo martes 7 de febrero, las farmacias y las propias fábricas han sido testigos una vez más de la pérdida de interés por estos artículos.

Por lo que, aunque algunas esferas como los centros sanitarios continúen demandando su uso, uno de los grandes entornos que las exigían -el transporte- ha dejado de hacerlo, y decenas de fábricas se han visto obligadas a cerrar sus puertas tras haber abastecido, durante dos años, la demanda pública de mascarillas, que los primeros meses después del confinamiento fueron sinónimo de libertad.

Antes de que la crisis sanitaria estallase, escasamente existían un par de fábricas que se dedicasen a producir mascarillas, asegura Francisco Sánchez, presidente de la OESP (Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y Epis), sin embargo, en noviembre de 2020 la administración española ya había entregado al menos 100 licencias para la fabricación de mascarillas quirúrgicas y alrededor de 60 para las FPP2. De todas ellas, apenas quedan el 10%.

La mayoría redirigieron sus negocios o abrieron uno nuevo con inversiones millonarias en infraestructura y maquinaria que ahora no se puede explotar en otras actividades. Sánchez recuerda que surgieron en un contexto de desabastecimiento nacional en el que incluso la industria textil enfocó parte de su ejercicio en paliar la gran demanda. Además, denuncia que, a pesar de los impulsos que el Gobierno dio al sector, estos no se ven reflejados en las compras actuales de material sanitario. “Ahora mismo, sobre todo en el sector público, más del 90% de las mascarillas se compran en el Sudeste Asiático”, explica.

El presidente de la OESP reconoce que el precio es inferior, sin embargo, pide que el mercado se mida desde una perspectiva mayor, “exigimos que cuando se compren mascarillas se tengan en cuenta las condiciones de fabricación y laborales de su producción, así como el impacto medioambiental”. Desde la asociación se insta a que la administración sea más eficaz con la compra de material y opte por invertir en empresas que participan en la economía nacional.

En este contexto, aquellas fábricas que nacieron con la pandemia y que han conseguido sobrevivir al fin de la crisis sanitaria lo han logrado gracias a que contaban con el músculo financiero suficiente para poder redirigir su actividad, exprimiendo al máximo los recursos que tenían. Un ejemplo de ello es PI Medical, una firma de fabricación de mascarillas que nació en 2020 y que ahora también dedica parte de su ejercicio a producir toallitas biodegradables.

Otras, como Nueva Sibol, tienen una historia más larga. Iñaki Muñoyerro, gerente de la empresa, explica que producen Equipos de Protección Individual desde 1985, pero también centraron parte de su actividad en mitigar la gran demanda durante la crisis sanitaria. A pesar de contar con una producción más asentada, también se ha visto afectada por la desescalada y por medidas como el fin de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en el transporte público, que también supondrá un cambio significativo. La firma, que esperaba una mayor compra por parte de la administración pública, prevé crecer en el mercado internacional.

A pesar de estos ejemplos, Francisco Sánchez considera que las empresas de producción de mascarillas que continúen con sus puertas abiertas van a ser mínimas, las necesarias para mantener la demanda civil de aquellos que quieran evitar una infección por vía aérea, pero cada vez se sumarán más al cierre.

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