Herencias "envenenadas" 

'Falcon Crest' entre viñedos: las luchas de familia en las bodegas españolas

La última ruptura se ha producido en Emilio Moro y en pocos meses se conocerá la sucesión en la marca de vino más emblemática de España, Vega Sicilia.

Señorío de Ainzano
'Falcon Crest' entre viñedos: las luchas de familias en las bodegas españolas. 
L.I.

A principios de abril el presidente de Bodegas Emilio Moro, José Moro, se desligaba del negocio familiar y de sus hermanos por “discrepancias en la visión estratégica” de la empresa después de tres décadas al frente de la misma. Allí, en la milla de oro de la Ribera del Duero, otra familia emblemática de la Denominación de Origen, los Fernández Rivera, continúan dirimiendo sus cuitas en los tribunales cuando va hacer ya un año, el 22 de mayo, de que el fundador de Pesquera, Alejandro Fernández, falleciera repentinamente. Nada extraño entre las familias del vino en España. Peleas intestinas que han asolado y asolan al mundo del vino en nuestro país. Además de las ya citadas, ahí están los casos de los Álvarez en Vega Sicilia, Pérez Pascuas en Viña Pedrosa, Martínez Bujanda en la Rioja, Chivite en Navarra, los Raventós, Ferrer y Bonet en Codoirniu y Freixenet... Y hasta las batallas entre las familias García Carrión y Félix Solis en torno a la D.O. Valdepeñas. Una especie de ‘Falcon Crest’ a la española.

Según un estudio del Instituto de Empresa Familiar (IEF) casi el 90% de las empresas españolas, 1,1 millones, son familiares, porcentaje que incluso puede aumentar en el mundo del vino, y casi la mitad de ellas no tiene ningún plan definido para dar el paso a una nueva generación. Solo el 27% lo hará a través de la herencia; el 6% lo hará mediante una donación en vida, el 3% ya lo ha pactado y otro 3% venderá sus acciones a terceros y no dejará la empresa en manos de la familia.

“Las herencias son las culpables de la mayoría de las desavenencias en torno a empresas familiares”, asegura Marisa Jaén, abogada madrileña especialista en Derecho de Familia. “Y eso se acrecienta aún más en el mundo del vino y en la España rural. No sé por qué, pero las disputas familiares en torno a la tierra, y una bodega al final es tierra, campo y viñedos, son más habituales”, cuenta a La Información un abogado riojano que asesora a varias bodegas y prefiere permanecer en el anonimato. 

Y la herencia es la base de las luchas sin fin en torno a la bodega más emblemática de España, Vega Sicilia, y el grupo Eulen, que fundara David Álvarez, el patriarca. Años de lucha entre los cinco hijos, Marta, Elvira, Juan Carlos, Emilio y Pablo -tres décadas al frente de Vega Sicilia-, y los otros dos vástagos del clan, María José y Jesús David.

Lo mismo, o parecido, sucede en la familia Fernández y Pesquera. Un conflicto familiar que enfrentó al fundador de la bodega y de la propia D.O Ribera del Duero con su esposa y sus tres hijas mayores, Lucía, Mari Cruz y Olga, y que acabó en ruptura tras sesenta años de unión, y con Alejandro Fernández desheredando a sus tres hijas mayores y nombrando heredera única y universal a la más pequeña, Eva, que es, además, propietaria de la marca ‘Tinto Pesquera’. Hoy el conflicto sigue sin arreglarse, dirimiéndose en los tribunales, y ha partido por la mitad una familia y un negocio próspero haciendo “mucha mella en la imagen de marca” de esta emblemática bodega, como cuenta José Fuentes, abogado y profesor de Derecho Mercantil.

Éste explica cómo “sufren” en estas guerras, “no solo la reputación y la imagen de marca, sino la vida personal de sus protagonistas, con familias que no se hablan, hermanos enfrentados, padres e hijos... Cuñados y cuñadas que quieren entrar en las decisiones o nietos que también pretenden ‘comer’ un trozo de una tarta que ya tiene demasiadas porciones”. Y no solo en la Ribera del Duero porque en La Rioja también ha habido casos de batallas familiares, como la del grupo Martínez Bujanda (Finca Antigua, Finca Valpiedra), donde la transición de una a otra generación supuso la división de las bodegas entre los hermanos.

“Y claro, en medio de todo ello está el dinero, mucho dinero”, repiten los expertos mercantilistas. Hay que tener en cuenta que en España hay cerca de 4.300 bodegas que facturan al año 5.300 millones de euros, el 2,2% del Valor Añadido Bruto de la economía española, según la Federación Española del Vino. “Las rupturas en las empresas familiares también se dan en muchas ocasiones en los diferentes puntos de vista que hay sobre la gestión de una propiedad. Normalmente entre aquellos más inmovilistas -‘si nos ha ido bien así durante décadas para qué cambiar’- y quienes pretenden innovar, modernizar la gestión y la producción...”, aseguran desde el Instituto de Empresa (IE). 

"Las rupturas de las empresas familiares también se dan por los diferentes puntos de vista sobre la gestión"

La gestión es la causa principal de lucha intestina de los Pérez Pascuas (Viña Pedrosa) o de la última ruptura, la de los Moro, pese a que en las tres décadas que llevaba José Moro al frente de la bodega ésta había aumentado sus ventas exponencialmente. Un 34% en 2021, hasta alcanzar un récord de 32,5 millones de euros de ventas. Ahora será Javier Moro el que esté al frente de una bodega familiar de una saga con 100 años haciendo vino, comenzó su abuelo, mientras José se dedicará al proyecto, también en Ribera del Duero, de Cepa 21. Un José Moro que hablaba del “legado” en sus declaraciones tras abandonar la compañía. “Me ilusiona ver despegar el proyecto de Cepa 21, porque creo que tiene unos vinos con carácter ganador, que están obteniendo unos `rating´ sobresalientes de los críticos más prestigiosos y que necesitan más presencia en todo el mundo. Es un proyecto que lleva la impronta, la pasión y el legado que recibí de mi padre y de mi abuelo. Mi sueño es liderar este proyecto con determinación para seguir haciendo historia”.

En Navarra, los Chivite llevaban no tres, sino once generaciones haciendo vino, desde el siglo XVII, desde su localidad natal de Cintruénigo. La compra del señorío de Arínzano fue el detonante de la crisis familiar y de gestión, que llevó al grupo casi a la suspensión de pagos y a la quiebra. Hoy, de los cuatro hermanos Chivite, tres de ellos ya han fallecido a lo largo de estas primeras dos décadas del siglo XXI, y una parte de la bodecha familiar, precisamente Arínzano, fue vendida al magnate ruso del vodka, Yuri Scheffler, y el resto al fondo de rescate Phoenix, que lo traspasó finalmente al grupo catalán Perelada en 2017, que mantiene a Julián Chivite al frente de la bodega. “Si mi padre levantara la cabeza nos hubiera sacudido a todos”, suele repetir Julián Chivite. En Cataluña, los Ferrer, los Hevia y los Bonbet también se enfrentaron en torno a la decisión de vender la mayoría accionarial de Freixenet al grupo alemán Henkell, o los Raventós cuando se produjo la venta de parte de Codorníu al fondo Carlyle.

Los expertos mercantilistas consideran que las empresas familiares deben de tener perfectamente planificadas y decididas las transmisiones patrimoniales y la gestión antes de las sucesiones y, sobre todo, dos principios claves: “Ser de la familia no te garantiza un puesto” -meritocracia- “y profesionalidad porque hay que estar preparado para el puesto que se va a desempeñar”, de lo contrario “es mejor limitarse a ser accionista y dejar la gestión para quienes estén preparados”.

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