Gutmaro Gómez Bravo: "Vemos la Transición con excesiva placidez"

  • Fernando Prieto Arellano.

Fernando Prieto Arellano.

Madrid, 20 sep.- El historiador español Gutmaro Gómez Bravo afirma que "dado que tuvo éxito, vemos la Transición con excesiva placidez", pero "fue un proceso en el que la violencia tuvo un papel fundamental", del cual no parecen ocuparse mucho los manuales de historia.

Gómez Bravo, profesor de Historia Contemporánea y vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, sustenta esta tesis en su libro "Puig Antich. La transición inacabada" (Taurus), de reciente publicación.

El historiador analiza uno de los casos más oscuros del periodo final del franquismo (y que para muchos historiadores entronca ya en la Transición): la ejecución a garrote vil del anarquista catalán Salvador Puig Antich, el 2 de marzo de 1974 en la cárcel Modelo de Barcelona, tras ser condenado a muerte en consejo de guerra por el asesinato de un policía ocurrido en extrañas circunstancias en septiembre de 1973.

Cuarenta años después de lo ocurrido, se ha denegado la revisión del caso Puig Antich (conocido judicialmente como el Sumario 106-IV-73), que en España se ha dado por cerrado, aunque sigue abierto en Argentina.

En entrevista con Efe, Gómez Bravo señala que "en su momento, dos magistrados del Tribunal Supremo pidieron, sin éxito, que se revisara el caso".

"Se tiene que aceptar que el entramado judicial de la época estaba al servicio de la dictadura. Se trata de que el poder judicial reconozca que se violaron los principios elementales del derecho", afirma el autor, que resalta el carácter ejemplarizante que, por encima de cualquier otra circunstancia legal, dio el régimen a la muerte de Puig Antich, el último ejecutado a garrote vil en España.

"En los manuales de historia -comenta Gómez Bravo- se explica la Transición como una secuencia de éxitos, pero no se detallan los problemas que hubo", uno de los cuales era el trasvase a un sistema democrático de un aparato judicial y de orden público que en su práctica totalidad procedía de la dictadura franquista y se había formado a su servicio.

Como señala el autor, su libro tiene un objetivo claro: "Comprender el funcionamiento de los aparatos de seguridad del franquismo siguiendo una causa judicial; en definitiva, acceder al interior de un sistema represivo que supuso la principal fuente de continuidad y estabilidad" del régimen franquista.

A juicio de Gómez Bravo "el orden público era la base del franquismo social"; cuando el régimen llega a sus últimos momentos, se producen situaciones muy complejas, de la que el año 1974 es casi un paradigma, particularmente en lo referido al endurecimiento de la línea de actuación del gobierno, presidido por Carlos Arias Navarro, acuciado por la presión de los elementos más duros del sistema y por una creciente contestación social .

El año 1974 nace ya con el trauma del asesinato por ETA, el 20 de diciembre de 1973, del presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, cuando Puig Antich ya estaba en la cárcel en espera de juicio.

Al asumir la presidencia del Gobierno, Arias se presenta ante la opinión pública como un reformador, con su célebre "espíritu del 12 de febrero", día en el que anunció su compromiso de iniciar una tímida apertura basada en lo que se denominó el reconocimiento de las llamadas "asociaciones políticas" que en realidad no eran otra cosa que las diversas familias que componían el entramado ideológico del régimen franquista levemente maquilladas.

Frente a ese tímido intento aperturista, Arias se va encontrar con la creciente beligerancia de los elementos más ultras del régimen (el llamado "búnker"), que pedían mano dura no solo contra el terrorismo de ETA y de otros grupos, sino contra el conjunto de la oposición democrática, estimulada entre otras cosas por el éxito de la Revolución de los Claveles, que el 25 de abril de 1974 acabó con una dictadura de cinco décadas en Portugal.

Por ello, la tesis que sostiene Gómez Bravo es que Puig Antich (a la sazón militante de un grupúsculo anarquista denominado Movimiento Ibérico de Liberación, MIL) tuvo "la mala suerte" de ser detenido en un momento en que el régimen de Franco se resquebrajaba y sus elementos más duros se imponían a los aperturistas y pedían castigos ejemplares.

Arias -sostiene Gómez Bravo- se entrega a los duros del régimen (entre los que en realidad el mismo se contaba, pues no en vano había sido fiscal, jurídico militar y ministro de la Gobernación) "y decide emprender una huida hacia adelante" al dar luz verde a un Código Penal mucho más contundente y a volver a aplicar la pena de muerte".

"El mensaje estaba muy claro -afirma el autor- : quien atentaba contra las fuerzas de seguridad ya sabía lo que le esperaba."

Por ello, afirma Gómez Bravo, con la revisión y el esclarecimiento de casos como el Puig Antich se puede avanzar y profundizar en el conocimiento de lo que fue la Transición.

"España ya había hecho un cambio social antes del cambio político, y eso fue un éxito; pero hay que volverlo a estudiar y es necesario que se permita abrir los archivos y analizar de manera desapasionada la documentación que contienen", subraya.

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