La verdadera deuda de Ferrovial no está en Londres, sino en La Moraleja

  • Para comprender el presente y el futuro del grupo de infraestructuras, marcado por las ventas de activos, debe mirarse más allá de los 22.200 millones de euros que debe la compañía y han de analizarse las deudas de su accionista de referencia, Rafael del Pino.
Ruth Ugalde

Nadie puede negar que Ferrovial es una de las mejores compañías españolas y, probablemente, una de las empresas que más despuntará cuando pase la crisis. Motivos para sacar pecho tiene, y muchos. Por poner sólo dos ejemplos, el aeropuerto londinense de Heathrow, a la sazón la mayor puerta aérea de Europa, y la autopista canadiense ETR-407 de Toronto, la primera autopista del mundo con libertad tarifaria, que Ferrovial se agenció por la friolera de 99 años. Ahí es nada.

Pero tampoco se puede negar que la compañía presidida por Rafael del Pino atraviesa momentos complejos, aunque nada comparado con los duros momentos vividos en los últimos dos años, cuando un nunca visto chovinismo británico puso en jaque la salud financiera del grupo, con la amenaza de obligarle a desmantelar su imperio aeroportuario a precio de saldo. Este peligro ya ha pasado, después de ganar la mano en los tribunales a la Comisión de Competencia británica, pero Ferrovial sigue debiendo la escalofriante cifra de 22.200 millones de euros.

La dimensión de estos compromisos financieros, mezclados con la crisis crediticia y de liquidez en que estamos inmersos, ayuda a entender al obsesión por analizar la estrategia a  corto plazo de Ferrovial bajo este único prisma. Pero, en realidad, los problemas financieros del grupo llegan mucho más alto, hasta su máximo accionista, la familia Del Pino.

Deudas familiares

Las diferencias entre los cinco hermanos Del Pino -Rafael, María, Leopoldo, Fernando y Joaquín- terminó derivando en la salida de los tres últimos de la compañía. El primero en dar en paso fue Fernando, quien hace más tres años salió del Family Office, a través del cual los Del Pino gestionan su fortuna, y creó su propia sociedad de inversión, bautizada como Myway, aunque todavía continuó medio año como consejero de Ferrovial. para dedicarse a invertir su parte de la fortuna familiar en diferentes sociedades. A principios de 2007, Joaquín se soltó también de la empresa familiar

El pasado verano le llegó el turno a Leopoldo, que tras ver cómo la empresa que preside su hermano Rafael ponía en venta Cintra Aparcamientos, división que él dirigía, primero intentó comprar la filial y, después, ha optado por irse con el ganador de la puja, el grupo portugués Emparque.

Todos estos cambios de sillón tienen también un coste, que es el precio que pactó Rafael del Pino con sus hermanos en 2006, cuando se reagruparon las acciones que posee la familia en Ferrovial bajo una única sociedad, Portman Baela, mientras que la fortuna familiar quedó bajo la batuta de Casa Grande de Cartagena. Pero Fernando prefirió coger su parte de la fortuna familiar y seguir su camino. Un acuerdo cuyo importe nunca se ha desvelado, pero tomando como referencia el precio al que pactaron los intercambios de acciones, podría tomarse la cifra de 58,63 euros por acción.

Este precio está muy lejos de los 8,15 euros en que cotiza actualmente la compañía. No obstante también es cierto que esta comparativa está intoxicada por la fusión con Cintra y quizás sea más justo comparar la evolución con los 30,83 euros en que se despidió Ferrovial del parqué hace un mes, antes de unirse a su matriz. En cualquier caso, este precio es un 47% inferior al pactado hace tres años.

Esta deuda ayuda a comprender la política de desinversiones en que está inmersa Ferrovial. Una estrategia, cierto es, que siempre ha llevado a cabo con activos maduros, pero también es cierto que el grupo de infraestructuras siempre se ha caracterizado por vender caro, exigencia que ahora está rebajando forzado por el guión. Y éste también se escribe en clave de dividendo, la mayor fuente de ingresos que tiene Portman Baela para saldar sus compromisos.

De ahí la generosidad que está demostrando Ferrovial con sus accionistas, cuando nunca ha sido uno de sus rasgos de personalidad. El grupo de infraestructuras era una inversión a largo plazo, no un complemento anual de la pensión en forma de dividendo. En cambio, ahora, cuando se encuentra en pérdidas e inmerso en la mayor crisis desde el crac del 29, ha decidido elevar la retribución al accionista.

El año pasado lo hizo en un 74%, y eso que la empresa presentó unas pérdidas de 838 millones de euros. Este ejercicio quiere (¿necesita?) seguir el mismo camino. Y para conseguirlo, la vía más rápida es seguir vendiendo activos. Porque la deuda de Ferrovial no está sólo en Londres, sino también en La Moraleja.

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