Merkel y Steinbrück, defender la estabilidad o corregir la precariedad

  • La canciller Angela Merkel y su rival socialdemócrata, Peer Steinbrück, pugnan desde fórmulas dispares por dirigir Alemania, la potencia europea que la líder conservadora defiende como un oasis de estabilidad y a la que el aspirante ve inmersa en una espiral de precariedad.

Gemma Casadevall

Berlín, 16 sep.- La canciller Angela Merkel y su rival socialdemócrata, Peer Steinbrück, pugnan desde fórmulas dispares por dirigir Alemania, la potencia europea que la líder conservadora defiende como un oasis de estabilidad y a la que el aspirante ve inmersa en una espiral de precariedad.

La defensa de la austeridad de Merkel frente a lo que Steinbrück califica de "retorno a la justicia social": estos los términos más repetidos por uno y otro líder a lo largo de la campaña electoral y a modo de síntesis de su programa.

La canciller y su rival parecen querer pasar por alto que compartieron gobierno en la primera legislatura de Merkel -de 2005 a 2009, con Steinbrück como ministro de Finanzas- y que algunos de esos factores que blindaron a Alemania frente la crisis fueron tejidos entre ambas grandes formaciones.

De aliados pasaron a rivales en campaña, lo que nunca es fácil, máxime cuando tampoco se descartar que, si así lo manda la aritmética electoral, puedan verse abocados a otra gran coalición.

Steinbrück centra su discurso en que, tras esa aparente fortaleza, hay ocho millones de ciudadanos trabajando con sueldos mínimos, que la brecha social se ha disparado y que, si no se remedia, la Alemania del futuro castigará al trabajador de hoy a jubilaciones de miseria.

Pasa de puntillas el aspirante por el hecho de que parte de esa evolución es fruto de la reforma laboral iniciada bajo la bautizada como Agenda 2010, instaurada por la última fase del gobierno socialdemócrata-verde de Gerhard Schröder (1998/2005).

Merkel, por su parte, también esquiva que la estabilidad que ahora exhibe, ante sus socios o antes sus compatriotas, se debe a que su predecesor socialdemócrata le hizo el trabajo feo de aplicar duros recortes en el sistema social y laboral alemán.

La canciller se impuso en 2005 a un Schröder cuyo electorado no le perdonó su "traición" al ideario socialdemócrata; a Steinbrück le corresponde la ardua tarea de rescatar el término justicia social.

El gran caballo de batalla del programa socialdemócrata es la implantación de un salario mínimo interprofesional, así como una subida fiscal a los ingresos más altos y el reforzamiento de los llamados cuatro pilares de la inversión: educación, infraestructura, municipios y reducción de la deuda.

Steinbrück ha convertido en cruzada personal la cuestión del salario mínimo, con el argumento de que Alemania está entre los pocos socios europeos donde no existe esta fórmula, que a su parecer es ya ineludible ante la creciente precariedad.

El aspirante acusa a Merkel de haber abocado, por un lado, a sus socios de la zona euro a un círculo vicioso de recortes, mientras por otro lado castiga al ciudadano común a mirar desde la barrera una prosperidad de la que sólo disfruta la gran economía.

El discurso de la primera fuerza de la oposición se ha dividido en esa doble dirección -el presunto euroegoismo de Merkel y los efectos de su política en el ciudadano-, mientras que la Unión Cristianodemócrata (CDU) se ha volcado en la figura de la canciller.

Merkel se ha erigido en figura de culto, hasta convertirse en la imagen omnipresente de campaña sus manos, unidas formando un triángulo, uno de sus gestos más característicos.

Su programa, calificado "de gobierno" y encarado hacia la siguiente legislatura hasta 2017, es de marcado signo conservador, con mejoras en las ayudas a la familia, como puntal de la sociedad.

La CDU y su hermanada Unión Cristianosocial de Baviera (CSU) se definen como "ancla de la estabilidad y motor del crecimiento" y presionan a la UE hacia una mayor competitividad, es decir, austeridad.

El SPD de Steinbrück apuesta ahí por poner fin al "frío rumbo de la austeridad", al tiempo que se pronuncia por la incorporación de Turquía a la UE como miembro de pleno derecho, algo que rechaza de plano la Unión de Merkel.

Dispares no solo en lo programático y lo personal -la discreción absoluta, ella; cierto afán provocador, él-, sino también en la relación con sus respectivos partidos.

Merkel, en la presidencia de la CDU desde 2000, ha modelado el suyo hasta convertirlo en una formación devota hacia su liderazgo.

En ese periodo, el SPD ha conocido ocho relevos en su presidencia, reflejo de la crisis no superada tras la doble dimisión, en 1999, de Oskar Lafontaine como líder y como ministro de Finanzas, en desacuerdo con la línea centrista recién iniciada por Schröder.

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