Obama y Boehner suavizan sus posturas a dos semanas del "precipicio fiscal"

  • Las negociaciones para evitar el temido "precipicio fiscal" en Estados Unidos vivieron hoy un nuevo capítulo de su tira y afloja con la propuesta de un nuevo plan por parte de los republicanos que, aunque fue rápidamente rechazado por la Casa Blanca, revela avances para llegar a un acuerdo.

Alfonso Fernández

Washington, 18 dic.- Las negociaciones para evitar el temido "precipicio fiscal" en Estados Unidos vivieron hoy un nuevo capítulo de su tira y afloja con la propuesta de un nuevo plan por parte de los republicanos que, aunque fue rápidamente rechazado por la Casa Blanca, revela avances para llegar a un acuerdo.

El presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., el republicano John Boehner, propuso un "plan B" en el que abre la puerta por primera vez a un alza de impuestos para aquellas unidades familiares que ganen "más de un millón de dólares al año".

"En este momento, tener un plan alternativo para asegurar que se vea afectado el menor número de contribuyentes posibles es el mejor camino para nosotros", indicó Boehner ante los periodistas en el Congreso.

El líder republicano, que ayer sostuvo una nueva reunión en la Casa Blanca con el presidente de EE.UU., Barack Obama, reiteró su intención de alcanzar un "acuerdo más amplio", pero exigió al mandatario mayores recortes en el gasto que acompañen a la subida de ingresos.

Boehner explicó que el plan propuesto por la Casa Blanca no puede "ser considerado equilibrado" ya que contempla notablemente mayores ingresos que reducciones en el gasto.

Sin embargo, este "plan B" republicano fue rápidamente rechazado por el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, quien insistió en la posición de Obama de oponerse a cualquier pacto que "no pida lo suficiente a los más ricos en impuestos y en su lugar haga recaer la carga sobre la clase media y los mayores".

Pese a este nuevo choque, y a apenas dos semanas de la fecha límite de finales de mes, en la que a falta de acuerdo entrarían en vigor abruptos recortes de gasto y subidas de impuestos para los ciudadanos, tanto republicanos como demócratas han suavizado sus posiciones.

Los republicanos han accedido públicamente y por primera vez a que se suban impuestos para las rentas más altas (más de un millón de dólares), condición que hasta hace poco consideraban impensable.

Por su parte, Obama también cedió y elevó su propuesta de tope para los contribuyentes a los que mantendría las exenciones de impuestos, de los 250.000 dólares a los 400.000 dólares.

Obama había hecho del techo de 250.000 dólares uno de los ejes de su campaña para la reelección presidencial, que finalmente ganó en noviembre pasado, como reflejo de su defensa de la clase media, por lo que el paso dado supone una significativa concesión.

Carney rechazó que fuera una ruptura de una promesa y calificó la modificación de "muestra de la buena fe de su esfuerzo" de negociación.

"No es la opción preferida, pero el presidente sabía que tendría que comprometerse para alcanzar un acuerdo, sin sacrificar los principios que son claros", agregó el portavoz presidencial.

Además, el mandatario estadounidense rebajó su propuesta inicial de una subida de ingresos federales de 1,4 billones de dólares a 1,2 billones.

El diseño del acuerdo, no obstante, comienza a dibujarse ya que ambos parecen coincidir en un ahorro de en torno a los 2 billones de dólares en la próxima década, que los republicanos quieren que sea mitad en ingresos y mitad en gastos.

Por su parte, Obama asume una cifra similar, 2,15 billones, pero quiere que el porcentaje de ingresos sea ligeramente mayor que el de los recortes: en torno a 1,4 billones de ingresos y 750.000 millones en gastos.

La diferencia más notable reside en que Obama quiere que el acuerdo incluya un paquete de estímulo económico para inversión pública en infraestructuras y educación, al que se oponen los republicanos.

Mientras tanto, la cuenta atrás continúa con el temido "precipicio fiscal" cada vez más cerca, algo que según los economistas devolvería a la economía estadounidense a la recesión en 2013 y pondría de nuevo en riesgo la actual y tímida recuperación económica, que pese a la mejoría mantiene niveles de desempleo no vistos desde hace dos décadas.

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