Bote millonario

El obrero que compró lotería para sus compañeros y les ocultó que habían ganado 38 millones

En 2009, Americo Lopes incluso dejó su puesto de trabajo sin decir a los otros cinco participantes que habían ganado un premio millonario. Al final, tuvo que repartir parte del bote con los demás.

Trabajadores construcción
Trabajadores construcción
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Hace unos años, Justino protagonizaba un célebre anuncio en el que un vigilante de seguridad de una fábrica se olvidaba de apuntarse en la lista para comprar el décimo de la Lotería de Navidad, pero sus compañeros terminaban regalándole un boleto que había resultado ganador. Sin embargo, aunque la historia de Justino es uno de los mejores ejemplos de exaltación del espíritu solidario y camaradería que envuelve a quienes juegan semana tras semana en el trabajo a algún juego de azar conjunto, los premios de la lotería compartidos no siempre acaban con final feliz.

Y, si no, que se lo pregunten a Americo Lopes, un trabajador de la construcción que se encontró en un dilema legal y ético muy similar al de Justino tras ganar la lotería. En su caso, Lopes era el responsable de comprar los boletos de lotería para un grupo de compañeros, pero terminó optando por la salida egoísta trasl ganar un premio de 38 millones de dólares y decidir, en un giro inesperado, mantenerlo en secreto al resto de sus compañeros.

Lopes, empleado de la empresa Berto Construction, Inc., mantenía una tradición con sus compañeros de trabajo: jugar semanalmente la lotería Mega Millions, de EEUU. Como sucede en nuestro país con los compañeros de trabajo que echan cada semana la Primitiva o la Quiniela, Lopes se había convertido en el encargado ‘oficial’ de la compra de los boletos. Hasta que en 2009 la suerte le sonrío: uno de los boletos que Lopes adquirió resultó ganador de un premio mayor de 38 millones de dólares.

Sin embargo, en lugar de compartir la noticia y el premio con sus compañeros, Lopes optó por un camino muy diferente al de Justino. Mantuvo el secreto, incluso tras dejar su trabajo poco después. Un acto que no solo rompió la confianza y camaradería que existía entre él y sus compañeros, sino que también sentó las bases para un drama legal y ético en toda regla.

Con el tiempo, la verdad salió a la luz. Los compañeros de Lopes, al descubrir el engaño, iniciaron acciones legales. Argumentaron que el boleto ganador formaba parte de su apuesta grupal y que, por lo tanto, tenían derecho a una parte del premio. La batalla legal que se desató no solo pondría a prueba la integridad de Lopes, sino que también desentrañaría la compleja red de relaciones y acuerdos no escritos que a menudo existen en los ambientes laborales.

Finalmente, el jurado dictaminó que Lopes debía dividir el premio con sus compañeros. Este veredicto reflejó no solo la validez de los acuerdos verbales en contextos laborales, sino también una cierta reivindicación de la ética y la honestidad. Tras el fallo, Lopes se quedó con aproximadamente 17,4 millones de dólares, mientras que cada uno de los cinco demandantes recibió alrededor de 2,9 millones de dólares.

Paradójicamente, mientras que los compañeros de Lopes expresaron satisfacción con el fallo, considerando el veredicto justo (a pesar de no ser equitativo), Lopes respondió con descontento, alegando que se le había robado el dinero que legítimamente había ganado él solo. Todo lo contrario a lo que seguramente haría Justino.

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