Ron Wayne, el fundador 'pobre' de Apple: "Jamás me he arrepentido de vender todas mis acciones por sólo 800 dólares"

    • En 1976, apenas 12 días después de crear la compañía junto a Steve Jobs y Steve Wozniak vendió su 10% de la empresa.

    • Hoy, la venta de su parte en Apple le habría reportado unos beneficios de cerca de 60.000 millones de dólares.

Ron Wayne en la feria MacWorld de 2009
Ron Wayne en la feria MacWorld de 2009
Ron Wayne
Roberto Arnaz

Nadie en la capital mundial del juego podría imaginar que el bueno de 'Ron', uno de los habituales en el Nugget Hotel & Casino de Las Vegas, es en realidad Ronald Wayne, el tercer –y desconocido– fundador del gigante electrónico Apple. Seguro su cara les sonaría mucho más si el 13 de abril de 1976 este simpático ingeniero retirado de exquisitos modales no hubiera perpetrado la que muchos consideran como la peor operación empresarial de todos los tiempos: vender su 10% de la compañía informática por únicamente 800 dólares.

De no haberse deshecho entonces de sus acciones en Apple, Ron Wayne podría tener hoy casi 60.000 millones de dólares en el banco y su nombre aparecería en el puesto número tres de la lista de hombres más ricos del mundo de Forbes, sólo por detrás del mexicano Carlos Slim y el estadounidense Bill Gates. Sin embargo, 36 años después sigue defendiendo su decisión y asegura no tener remordimiento alguno.

"Creo que decir que he perdido una fortuna es inapropiado. Jamás me he arrepentido de aquella decisión", ha explicado Wayne a Lainformacion.com en una entrevista en la que defendió que "si lo hubiera hecho, habría aceptado alguna de las múltiples ofertas para regresar que Steve Jobs me hizo a lo largo de los años".

Wayne y Jobs se conocieron a principios de los 70 en Atari. A pesar de los más de 20 años que los separaban, y "el aspecto de hippy tarado" que el visionario genio informático se gastaba en su juventud, pronto hicieron buenas migas. "Éramos almas gemelas. Comíamos juntos, compartíamos los mismos intereses y charlábamos durante horas", recuerda con nostalgia.

Poco a poco, Ron se convirtió en una "figura paterna", según el propio Steve Jobs reconoció en la biografía publicada por el periodista Walter Isaacson el año pasado, así que le cedió una parte de Apple para que formara parte del Consejo de Administración y mediara en las diferencias que pudieran aparecer con el otro cofundador, Steve Wozniak.

Miedo al fracaso

Sin embargo, sólo 12 días después de haber firmado el acta fundacional de la compañía, Ronald Wayne se dirigió a Jobs y le dijo: "Steve, tenemos que hablar". Le dijo que abandonaba la empresa. Jobs, al que nunca le gustó ser rechazado, se lo tomó bien. Sabía que Wayne era un hombre honesto atenazado por un enorme miedo al fracaso que probablemente no sería capaz de resistir su impulsiva manera de hacer negocios sin red de seguridad.

El escaso éxito comercial de los proyectos que había intentado hasta entonces, entre ellos una empresa de fabricación de máquinas tragaperras, le llevó a acumular una deuda de miles de dólares, y le entró miedo de que la historia se repitiese con Apple. "Tenía 42 años y estaba ya muy mayor para enfrentarme a un nuevo fracaso", reconoce.

El detonante su salida de la compañía de la manzana mordida fue un préstamo de 15.000 dólares que Steve Jobs pidió en nombre de la empresa para comprar los materiales necesarios para atender un pedido de la cadena de tiendas Byte Shop.

"Poco después me enteré que esa franquicia tenía un largo historial de facturas impagadas y temí que nunca nos abonasen el dinero que nos debían", explica el fundador 'olvidado' de Apple, que asegura que "en aquel momento yo era el único de los socios con casa, coche y dinero en el banco. Si algo hubiera salido mal, solo habrían podido embargarme a mí". El tiempo, para su desgracia, ha demostrado que se equivocó.

De mal en peor

Su salida de Apple no significó el fin de la colaboración con Jobs y Wozniak. "Aunque me separe pronto de la compañía, continué aconsejándoles durante un tiempo. De hecho, dibujé el primer logo de la empresa y redacté el manual de instrucciones del Apple I", rememora Wayne, que asegura que no lo hizo por dinero sino "por pura diversión".

Con el dinero que ganó de la venta de sus acciones montó una pequeña tienda de filatélica en la localidad de Milpitas (California). El negocio volvió a naufragar. También registró más de una docena de patentes tecnológicas, pero jamás pudo convertirlas en realidad debido a su precaria situación económica.

Ahora, a los 78 años, pasa los días delante del televisor en el salón de su casa en Pahrump, en el estado de Nevada. Cuando su salud y los subsidios que cobra del Estado lo permiten, se escapa el fin de semana al Nugget Hotel & Casino de Las Vegas en busca de una apuesta que le haga millonario.

Sin Mac, ni iPod ni iPhone

A pesar de su mal ojo para los negocios, Wayne afirma que se alegra del reciente éxito de la compañía, aunque confiesa que jamás ha tenido ni tendrá un ordenador Mac, un iPod o un iPhone. "Jamás he sido de los que corre a comprarse la última tecnología", asegura 'el tercer hombre' de Apple, justo antes de reconocer que "no me compré mi primer ordenador personal hasta 1995, y fue un PC".

Su última adquisición tecnológica ha sido un portátil de la marca Dell. "Estoy demasiado acostumbrado a sistema operativo Windows como para cambiar ahora", se excusa. Por muy extraño que parezca, el único producto de Apple que ha entrado en su casa es un iPad, "y porque me lo regalaron", puntualiza.

"Se lo di a mi hijo para que me enseñara como usarlo y no me lo ha devuelto, así que puedo decir que jamás he usado un producto de la empresa que yo mismo fundé", reconoce entre risas, aunque confiesa que su autobiografía 'Las Aventuras de un Fundador de Apple' se lanzó en exclusiva en iTunes, la tienda virtual Apple.

Un año sin Jobs

En ese libro repasa la relación con Steve Jobs, un hombre que le marcó profundamente "por su energía" y por "su capacidad de entregarse en cuerpo y alma" para conseguir sus objetivos. Wayne presume de que "jamás tuve duda alguna de que Steve Jobs, Apple y sus productos triunfarían".

Aunque no hablaban desde 2001, reconoce que le invadió una profunda tristeza cuando se enteró de su fallecimiento el 5 de octubre del año pasado. Más allá de su relación personal, se dio cuenta de la incalculable pérdida que suponía su muerte: "era un hombre lleno de ideas, que no sólo revolucionó la electrónica de consumo, sino también los mecanismos del trabajo y del mundo que le rodeaba".

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