Datos recopilados sin consentimiento

Google afronta una demanda de 5.000 millones por 'espiar' en modo privado

La batalla judicial no ha hecho más que empezar. El terremoto puede extenderse al resto de operadores que ofrecen servicios similares como Safari, Explorer o Firefox.

Moncloa reduce el efecto de la 'tasa Google': prevé recaudar un 25% menos
Google afronta una demanda de 5.000 millones por 'espiar' en modo privado.
EFE

Navegar por Internet sin dejar rastro. Esta fue la aspiración de millones de usuarios cuando abrían el modo privado del navegador de Google Chrome, y este es, precisamente, el objeto del litigio que el despacho de abogados Boies Shciller Flexner presentó el martes pasado en la Corte Federal de San José, California.

Bautizado como "modo incógnito", la opción de Chrome está disponible desde el 1 de junio de 2016 y consiste, básicamente, en ocultar el historial de visitas, las cookies, datos de la página consultada o formularios a cualquier usuario que tuviera acceso al dispositivo desde el que se activa ese modo.

Confiados en esta privacidad, millones de usuarios, principalmente en Estados Unidos, dieron rienda suelta a su apetito no satisfecho de información, siempre con la esperanza de que nada ni nadie pudiera tener constancia de sus gustos y preferencias en la red.

Desconocían que todo en Internet deja huella y que quien les permitía esa opción era, precisamente, el mismo que sabría en todo momento qué, cuándo y cómo habían visitado el paraíso de la comunicación digital. Google impedía que sus consultas fueran visibles para cualquier otra persona, pero se quedaba para sí mismo con la información recopilada por el navegador, incluidas las estadísticas que el gigante californiano ofrece en su servicio de Google Analytics o Google Ad Manager.

La compañía, a través José Castaneda, Senior Public Policy Communications Associate, se defiende argumentando que "como establecemos claramente cada vez que se abre una nueva pestaña de incógnito, los sitios web pueden recopilar información sobre su actividad de navegación". Concretamente su tratamiento ayuda a Google a "evaluar mejor el rendimiento se su contenido, productos o marketing".

Unas explicaciones que, lejos de contentar al demandante, alientan su pretensión de llevar adelante su demanda por la recopilación ilegal de datos confidenciales sin el consentimiento de los usuarios. Una privacidad que, por otra parte, Google aconseja como medida de seguridad a los internautas.

La actividad, según los demandantes, sigue a día de hoy y es extensiva a "todos los estadounidenses con una computadora o teléfono en la mano" que utilicen el modo privado.

Como en toda disputa legal, en Estados Unidos el meollo de la cuestión es el dinero. ¿Cuánto puede valer la utilización con fines comerciales de unos datos ofrecidos sin el consentimiento del usuario? El despacho de abogados lo cifra en 5.000 dólares por persona que, siempre utilizando el modo incógnito, hayan visto vulnerado su derecho a la privacidad desde 2016, y que podrían superar el millón de usuarios, según estiman en Boies Shciller Flexner.

Para las acaudaladas arcas de Google 5.000 dólares no es nada, pero la ‘class action’, el mecanismo jurídico interpuesto por el despacho, permitiría la acumulación de perjudicados, lo que elevaría la cantidad hasta los 5.000 millones de dólares, de prosperar los argumentos jurídicos de los abogados.

El paraíso legal para los consumidores

Común en el derecho americano, la ‘class action lawsuit’ es el paraíso legal para las asociaciones de consumidores. Su funcionamiento consiste en que una de las partes en un proceso pueda ser un grupo de personas que están representadas colectivamente por un miembro de ese grupo. Lo que ese demandante pueda ganar en el juicio sería aplicable al resto, algo que sucederá de inmediato si el Tribunal de San José atiende las reclamaciones de los demandantes.

La batalla judicial no ha hecho más que empezar. El 'pequeño' terremoto puede extenderse al resto de operadores que ofrecen servicios similares como Safari, Explorer, Firefox o cualquier otro de los múltiples navegadores que pudieran ofrecer una navegación privada sin advertir claramente que los datos recopilados pueden ser utilizados al margen del dispositivo desde el que se utiliza.

La derivada geográfica también está en juego, puesto que, aunque de aplicación únicamente al público estadounidense, el servicio es común a la mayor parte de los países en los que operan los grandes jugadores de las telecomunicaciones, incluido los grandes proveedores de servicios audiovisuales de pago que también ofrecen esa opción.

Los grandes despachos de abogados europeos observan con atención el desarrollo de la situación en Estados Unidos. Si la estimación de usuarios en el continente americano que han utilizado este servicio desde 2016 es de un millón de personas, al menos la misma cantidad sería de aplicación en Europa, alcanzando una cifra realmente importante para la compañía, pero que, sobre todo, contribuiría a poner en entredicho su reputación en el campo de la privacidad en Internet.

¿Existe entonces alguna forma de navegar de incógnito en Internet? La respuesta pasa por la instalación de navegadores tipo TOR, capaces de enmascarar en cientos de capas nuestro rastro en la red, hasta el punto de que ni siquiera el proveedor mismo sea capaz de saber qué no queremos que sea visto por nada ni nadie.

Mostrar comentarios