Los 'street markets' municipales, solo una moda: hasta el 50% genera pérdidas

  • Para quienes alquilan un espacio en ellos la situación cambia: las rentas llegar a ser 20 veces más baratas y los beneficios se disparan hasta un 30%.
Mercado de San Antón
Mercado de San Antón

Los mercados de abastos han vivido, en los últimos años, una verdadera transformación que los ha convertido en un referente de ocio y que ha reinventado tanto el concepto de hacer la compra como el de ir de bares. Inspirados en los street markets de Londres o Nueva York, presentan una imagen bastante diferente a la que mostraban años atrás, cuando era un simple lugar para hacer la compra, más parecido a un zoco que a un lugar de entretenimiento. De bote en bote cada fin de semana, paradójicamente no resulta un negocio tan rentable para las arcas municipales como a primera vista pudiera parecer: el 50% de ellos arrojan pérdidas o no están al corriente de pago.

En Madrid hay actualmente 46 mercados de titularidad pública, aunque la gestión varía según el inmueble, y tan solo tres que sean exclusivamente privados: el de San Miguel, el de San Ildefonso y el de Torrijos. Sin embargo, a pesar de su elevado número solo representan en Madrid el 0,02% de ingresos corrientes.

Según los últimos datos de la Cámara de Cuentas de Madrid, estos mercados tienen una deuda de 734.395 euros. Entre ellos, destaca el de Las Ventas, que debe 419.293 euros. Además, el Ayuntamiento considera inviable mantener como servicio público a largo plazo los de Doña Carlota y Orcasur; aunque también peligran los de Bami y San Cristobal.

A estos datos habría que sumar la fuerte inversión pública que se realizó para rehabilitar muchos de ellos: sólo el Plan de innovación y transformación de los mercados de Madrid incluía una partida de 142 millones de euros, de la que el gran beneficiado fue el de San Antón, que recibió 20,5 millones con el fin de demoler el antiguo mercado y construir un nuevo con zonas de degustación y restaurante con terraza.

Alquileres baratos

Por el contrario, para quienes quieren abrir un puesto, las cifras cambian radicalmente. Los alquileres cuestan entre 10 y 20 veces menos que en un local privado, mientras que los beneficios pueden llegar a aumentar en torno al 30% con respecto a otras ubicaciones debido a la gran afluencia de gente que acude, sobre todo, los fines de semana. La picaresca, sin embargo, también ha hecho su aparición y numerosas organizaciones de comerciantes, como la de Malasaña, ya denuncian que estos espacios se subarriendan a precios abusivos, aprovechándose de la flexible ordenanza de 2010 con respecto a los mercados.

“Al potencial cliente, ahora visitante, turista, consumidor de rutas turísticas y de la agenda Time Out, se le promete la esperanza de encontrar la verdadera experiencia popular de adentrarse en un mercado mientras se consumen tapas y vinos”, explica Jorge Sequera, profesor e investigador en la Universidad Carlos III de Madrid y miembro de la Oficina de Urbanismo Social, a la vez que denuncia que algunos mercados, como el de San Fernando en Lavapiés, “se ha convertido en un gran bar encubierto donde los fines de semana no se puede casi entrar y donde entre semana el 80% de los puestos permanecen cerrados”.

De la misma opinión es el investigador Luis Salinas Arreortúa, especializado en temas de urbanismo, que señala que “es cierto que los mercados municipales pasan por situaciones difíciles, en parte debido a la crisis económica que ha afectado la capacidad de consumo, así como también por el crecimiento de las grandes superficies”.

“Sin embargo, lo que se aprecia en este contexto es una transformación selectiva de mercados municipales hacia un modelo de mercado de siglo XXI, el cual se dirige a población de mayor poder adquisitivo. Una reestructuración de clase y de relaciones sociales en espacios selectivos, en mercados municipales cuya localización los convierte en espacios potencialmente idóneos para consumo de población de altos ingresos y turistas”, continúa.

Para Sequera, la solución es sencilla: es necesaria una nueva ordenanza que regule este tipo de abusos y convierta los mercados en lugares accesibles para los ciudadanos que viven en el barrio. “Y no el espacio para que algunos se lucren de manera rápida, desorbitada y a expensas de los espacios públicos”, concluye.

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