Katia Abreu, de líder del agronegocio a heroína accidental de la izquierda brasileña

Senadora de centroderecha y principal dirigente del agronegocio de Brasil, Katia Abreu era todo lo que un gobierno conservador podía soñar, pero su defensa de Dilma Rousseff durante el impeachment la convirtió en la heroína menos pensada de la izquierda.

La improbable amistad entre esta psicóloga de 54 años que enviudó a los 25 y desde entonces se ocupa de los campos de su familia, y Rousseff, una exguerrillera marxista, la llevó a acusar a su propio partido, el PMDB, de conspirar para llegar al poder. Congeló además su relación de larga data con el nuevo presidente, Michel Temer, que era el vicepresidente, con quien no ha vuelto a hablar desde el impeachment.

La empresaria, que presidió de 2008 a 2011 la poderosa Confederación Nacional de Agricultura (CNA) y fue ministra de Agricultura desde 2011 hasta la suspensión de Rousseff en mayo, habló con la AFP el martes en su despacho en Brasilia, donde conviven imágenes religiosas, peluches y una mamushka con la imagen de la expresidenta, que compró en Rusia.

P: ¿Cómo es hacer política después del impeachment?

R: No soy una mujer que se desanima fácil. Fue un proceso equivocado y haría todo de nuevo en la defensa de esa causa, porque es una cuestión de principios y la legalidad tiene que estar en primer lugar, independientemente del partido.

P: ¿Porqué hizo una defensa tan aguerrida como inesperada [de Rousseff]?

R: Mi defensa de la presidenta Dilma no tiene que ver con partidos ni con la amistad. Tiene que ver con los principios. Creí y creo que ella es inocente y que estaba siendo ultrajada, arrancada brutalmente de la presidencia.

P: ¿La sorprendió la actitud de Temer?

R: Mucho. Lo conozco hace muchos años. Hasta cierto momento estuvo contenido pero luego apoyó el impeachment. Ahora vivimos un vicepresidencialismo (sonríe) ¿Él quería compartir el sillón con Dilma? Fuimos [su partido, el PMDB] elegidos con ella, tuvimos la vicepresidencia por cinco años y eso que yo no apoyé esa fórmula. Pero en la reelección fui una de las que más luchó para que el PMDB mantuviera la alianza [con el PT de Rousseff], porque Temer quería mantenerla.

P: ¿En Brasil manda el Congreso?

R: Es el mayor poder y eso es irreversible. No estoy diciendo si concuerdo o disiento. Digo que es irreversible. Estamos prácticamente viviendo una sombra de parlamentarismo. El impeachment de Dilma fue eso, la sacaron como si el sistema brasileño fuera parlamentarista.

P: ¿Qué dejará esta crisis?

R: Las lecciones no llegarán ahora, sino más adelante. La gente va a entender que lo que pasó estuvo equivocado. Si estamos insatisfechos con el sistema político presidencialista y preferimos el parlamentarismo tenemos que cambiar la Constitución y decidir por una nueva forma de gobernar, porque lo que pasó fue una brutalidad con el sistema presidencialista.

No compensa herir la ley, la norma, la Constitución, para librarse de un político. Son necesarias nuevas elecciones para corregir los errores y la impopularidad solo se cura en las urnas. El impeachment se convirtió en sinónimo de arreglar las cosas rápido.

P: ¿Por qué fue desplazada a Rousseff?

R: Se juntó una insatisfacción popular con la venganza de Eduardo Cunha [diputado también destituido, considerado arquitecto del juicio político contra Rousseff] y la crisis económica. Eso fue animando a los que estaban en favor del impeachment y también a los conspiradores. Porque hubo dos tipos de políticos que votaron esa destitución: una parte que votó siguiendo la voluntad de las calles, de su Estado, de su partido, y otra que lo hizo para llegar al poder.

No importó que Brasil se derrumbara y quedara reducido a escombros, si esos escombros quedaban en sus manos. Esa fue la verdadera conspiración: la falsedad y la traición para llegar al poder.

P: ¿Piensa en la presidencia para 2018?

R: Es hora de pensar en los brasileños, porque si no hacemos eso no va a quedar piedra sobre piedra en 2018. Los que se apuren ahora no tendrán la menor chance por faltarle el respeto a la población. Hay que mejorar la economía y tratar de hacer las reformas necesarias. Ordenar la casa y después discutir 2018.

P: ¿Cómo fueron los días finales de Rousseff?

R: No tuvo ningún sentimiento que se pareciese a la desesperación, a la angustia, a la tristeza exagerada, al llanto. El día del impeachment la visitamos con mi hijo y marido. Mi hijo -que tiene 30 años- quedó muy impresionado. Ella le dijo: 'Fui entrenada para esto, para ser resistente'.

P: ¿Va a extrañar la ausencia de Rousseff en Brasilia?

R: Ya la estoy extrañando.

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