Chris Christie, de imparable a vulnerable

  • El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, ha pasado en cuestión de una semana de un ascenso imparable hacia la candidatura republicana a la Casa Blanca a verse acorralado por un escándalo que lo hace vulnerable y enfatiza su carácter agresivo.

Lucía Leal

Washington, 11 ene.- El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, ha pasado en cuestión de una semana de un ascenso imparable hacia la candidatura republicana a la Casa Blanca a verse acorralado por un escándalo que lo hace vulnerable y enfatiza su carácter agresivo.

Perseguido desde el inicio de su carrera política por la etiqueta de "abusón", Christie había logrado hasta ahora perfilar su fuerte personalidad como una señal de franqueza, de hombre sincero sin pelos en la lengua.

Esa imagen se esfumó de un plumazo esta semana, con la difusión de unos documentos que le muestran como un hombre vengativo, capaz de someter a los ciudadanos a interminables atascos con tal de desquitarse contra un alcalde demócrata que no le apoyó en su campaña de reelección.

El golpe ha llegado apenas dos meses después de esa exitosa campaña, que le consolidó como la apuesta republicana más sólida para arrebatar la Casa Blanca en 2016 a Hillary Clinton, la demócrata considerada con más posibilidades de competir por la presidencia ese año.

"Chris podría fácilmente convertirse en nuestro candidato (para las elecciones de 2016), salvar a nuestro partido y ayudarnos a devolver a este país al camino correcto de nuevo. No se puede encontrar a nadie mejor que Christie", dijo en noviembre Mitt Romney, candidato republicano en los comicios de 2012.

La misma impresión manifestaban hasta ahora muchos otros representantes del ala moderada, que, inquietos ante el alza del movimiento ultraconservador Tea Party, confiaban en la varita mágica de un republicano capaz de conquistar dos veces un bastión demócrata como Nueva Jersey.

Dedicado por completo a su gestión del estado, el político de 51 años ha eludido hasta ahora los rumores sobre sus aspiraciones presidenciales, e incluso ha intentado zafarse de la etiqueta de "moderado" que le imponen muchos de sus correligionarios.

"Soy un conservador. He gobernado este estado como un conservador, y creo que eso ha llevado a que algunos estén en desacuerdo conmigo en este estado. La diferencia es que no he tratado de esconderlo, o enmascararlo como otra cosa", señaló Christie a la cadena CNN en noviembre.

Ese carácter directo, unido a su imagen de político que presta más atención a las necesidades de sus votantes que a las lealtades del partido, han quedado en tela de juicio con el escándalo, pese a que él ha negado toda participación en el mismo.

Según una encuesta publicada este viernes por Rasmussen, el 55 % de los votantes de Nueva Jersey siguen teniendo una opinión favorable de Christie pese al escándalo, una cifra que ha caído desde su reelección en noviembre, cuando lo apoyaba un 63 % de encuestados.

En una larga conferencia de prensa el jueves, el gobernador se declaró "avergonzado y humillado" por la conducta de algunos miembros de su equipo y anunció el cese de su jefa adjunta de gabinete, Bridget Anne Kelly.

Pero esos gestos parecen insuficientes por el momento para restaurar una imagen que antes del escándalo parecía casi intocable, y que ha aumentado el nerviosismo dentro de un partido que necesita urgentemente una figura fuerte si quiere recuperar la Casa Blanca.

De orígenes humildes, abogado de profesión y nacido en Newark, Christie era un desconocido hasta 2001, cuando el entonces presidente George W. Bush lo nombró fiscal general de Nueva Jersey.

Católico, casado y con cuatro hijos, el corpulento político decidió competir por la dirección del estado en 2009, y finalmente logró desbancar al gobernador demócrata Jon Corzine en una ajustada contienda que culminó en noviembre de ese año.

Sus duras recetas para rebajar el desempleo y equilibrar el presupuesto le valieron pronto la admiración de todo el partido, si bien el ala más conservadora no llegó a perdonar su aparición junto al presidente, Barack Obama, seis días antes de las elecciones de 2012, cuando el huracán "Sandy" azotó la costa este.

Antes de destaparse el actual escándalo, muchos veían el paso del huracán como el momento definitorio de Christie, el que transformó su imagen en ocasiones brusca o pendenciera en la de un ciudadano de a pie que lloraba con sinceridad los daños a "la costa de su juventud", como la definió en una ocasión en su cuenta de Twitter.

Junto a su carácter, el mayor "pero" que había encontrado hasta ahora la idea de Christie como candidato presidencial era su peso, visto como un obstáculo para ser elegido.

En febrero de 2013, el gobernador mostró la que quizá fuera la señal más clara de sus aspiraciones presidenciales al someterse a una operación de banda gástrica, seguida por la publicación en octubre de un informe médico en el que sus doctores aseguraban que estaba "perdiendo peso de forma sostenida".

"No me sentía mal con mi peso anterior, pero no me daba cuenta de lo mal que dormía. Es muy agradable no estar tan frustrado como antes", dijo Christie en noviembre.

Es otro tipo de frustración la que parece acechar ahora al gobernador: la que entraña la dificultad de convencer a todo un país de que se mantuvo al margen de un escándalo librado en su nombre.

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