Debate edita las crónicas del ocaso soviético que dieron a Remnik el Pulitzer

  • La Editorial Debate acaba de editar en España "La tumba de Lenin. Los últimos días del imperio soviético", la obra que valió al periodista David Remnick el premio Pulitzer en 1994, un 'collage' de crónicas que describen el hundimiento de la URSS, de cuya desaparición se cumplen ahora 20 años.

Barcelona, 30 dic.- La Editorial Debate acaba de editar en España "La tumba de Lenin. Los últimos días del imperio soviético", la obra que valió al periodista David Remnick el premio Pulitzer en 1994, un 'collage' de crónicas que describen el hundimiento de la URSS, de cuya desaparición se cumplen ahora 20 años.

Remnick (Nueva Jersey, 1958), corresponsal en Moscú para el diario Washington Post entre 1988 y 1992, vivió 'in situ' el ocaso del gigante soviético: llegó a mitad del mandato de Mijaíl Gorbachov, cuando los síntomas de resquebrajamiento empezaban a ser cada vez más evidentes, y se marchó tras ser arriada la bandera roja del Kremlin.

En las 863 páginas del libro, Remnick se sumerge en la realidad cotidiana de un país esclerótico, oxidado, en el que ya no salía a cuenta coger el pico y la pala para labrar los campos del 'koljoz', porque la producción acababa en manos del Estado y los campesinos sólo eran recompensados con un salario insignificante.

Remnick se ceba especialmente en su retrato de la 'nomenklatura' que gobernaba el país desde la época de estancamiento de Brezhnev, una casta dirigente corrupta, encarnada entre muchos otros por Ajmadzhan Adylov, un pez gordo del Partido en Uzbekistán.

Adylov, cuenta el autor, era "la figura más rimbombante de la mafia" en la URSS, "era conocido como 'el Padrino' y vivía en una extensa propiedad con pavos reales, leones, caballos pura sangre, concubinas y una mano de obra esclava de miles de hombres".

La aletargada sociedad soviética, acostumbrada desde los tiempos de terror estalinista a no levantar la voz y no cuestionar nunca la legitimidad del régimen, empezó a desperezarse con la "perestroika" de Gorbachov, sobre todo con su política de transparencia conocida como "glásnost", que abrió las puertas de la libertad de expresión.

El proceso de reformas se le acabó escapando de las manos a un Gorbachov que, según recuerda Remnick, vio sobrepasada su revolución "desde arriba" por la tensión interétnica y la presión centrífuga de las repúblicas bálticas, que aceleraron la descomposición en tiempo récord del Estado surgido de la revolución bolchevique de 1917.

La debacle del sistema empezó a visualizarse definitivamente cuando en 1989 se desataron las huelgas de mineros de Siberia.

El periodista estadounidense destaca el simbolismo de aquellas protestas de la "vanguardia" del proletariado: "Encontrarse frente a la gran multitud de mineros congregados en la plaza Lenin era como estar frente a un retrato de lo que un día se denominó las masas. Y ahora las masas abandonaban el trabajo y afirmaban que el socialismo no les había dado nada, ni siquiera una pastilla de jabón".

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