Demasiado embrollo

    • En el argot popular hay un dicho que vendría muy bien para iniciar cada una de las reuniones negociadoras: “bajarse del burro”. 
    • Los ciudadanos asistimos a la parafernalia con expectación, pero un tanto defraudados 
Pedro Sánchez sigue desde el Congreso las negociaciones del PSOE para su investidura
Pedro Sánchez sigue desde el Congreso las negociaciones del PSOE para su investidura

Las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno español están resultando confusas e inútiles. Quienes asistimos con inquietud al empeño, o estamos atolondrados o estamos defraudados. Da la impresión de que el asunto tiene difícil compostura porque las partes no se avienen a conformar el todo.Los españoles dijeron el 20D que querían un nuevo futuro sin apercibirse de que todo futuro es nuevo por el hecho de ser futuro. Los buscadores del voto, -los líderes emergentes, principalmente-, apoyaron sus propuestas en la inutilidad del pasado, en la necesidad de resolver lo pendiente y en limpiar la corrupción achacable, claro está, a quienes habían ocupado el poder hasta el momento. Con estas tres premisas pensaron que sería suficiente, sobre todo porque la estrategia pasaba por desacreditar al bipartidismo para anularle, pero no contaron con que los ciudadanos no apoyan gratuitamente aventuras que no sean totalmente garantistas, ni contaban con que el PSOE (uno del bipartidismo) acababa de iniciar un proceso de renovación que, aun siendo incipiente y algo remiso, había elegido un Secretario General al que las circunstancias obligaban a ser audaz… Y lo ha sido en la medida de que se ha convertido en el más combatiente contra el pasado y el azaroso bipartidismo. Le ayudó a tomar esa decisión la situación del PP, tan atribulado por la corrupción como inhabilitado para seguir gobernando tras una legislatura aciaga.Pero el proceso posterior está resultando descorazonador, hasta tal punto que en la reunión propiciada por Garzón, a cuatro bandas, han llegado a sentarse para negociar más de veinte personas, y eso es esclarecedor teniendo en cuenta que se trata, solamente, de la investidura. Sin embargo, parecen claras las voluntades, sobre todo después de que Podemos haya vuelto a vetar a Ciudadanos mostrando su incompatibilidad para cualquier proyecto de futuro solvente. Además, al mismo tiempo que los veinte estaban reunidos, en un lugar anejo PSOE y Ciudadanos también negociaban con más visos de alcanzar el éxito. Esta narración explica hasta qué punto estamos ante un embrollo, un galimatías que solamente unas nuevas Elecciones pueden aclarar. La tardanza en la solución es una malísima señal porque saca a la superficie algo que todos vislumbramos: en toda negociación política los negociadores suelen preferir hacer negocio que llegar a acuerdos concretos, y los sillones no son un mero apósito sino el factor principal. Lo ha venido demostrando Pablo Iglesias cada vez que ha puesto sobre la mesa sus condiciones para pactar.¿Qué ocurrirá finalmente? Las fotos en que se muestran las delegaciones negociadoras de los cuatro (PSOE, IU, Podemos y Compromís) son prolijas en carpetas y documentos. También lo son en semblantes risueños y sonrisas. A la vista de las sonrisas, ¿quién puede pensar que no termine en un acuerdo? Sin embargo casi todos pensamos que el acuerdo parece dificilísimo y que, de llegar a producirse, será de muy escasa consistencia, porque lo que se está dirimiendo, desgraciadamente, no es el gobierno sino el poder. Los ciudadanos asistimos a la parafernalia con expectación, pero un tanto defraudados por el hecho de que, siendo tan claro y notorio el diagnóstico, no resulta admisible que la terapia a aplicar se presente tan problemática.En el argot popular hay un dicho que vendría muy bien para iniciar cada una de las reuniones negociadoras: “bajarse del burro”. Cada cual acudió a las Elecciones del 20D subido sobre su burro, por cierto, jumentos adornados con abalorios diferentes, pero esos abalorios lejos de agilizar a los burros no fueron suficiente acicate para que ninguno de ellos llegara a la meta con la ventaja suficiente. Pues bien, ahora se trata de “bajarse del burro” y negociar, aunque no de hacer negocio, porque quienes depositaron su voto lo hicieron con buena voluntad. Aunque les hubiera gustado que ganara el suyo, y lo hubieran festejado, ahora quieren que todo vuelva a la normalidad: a la normalidad del acuerdo compartido, porque la discordia permanente no pertenece al ámbito de la normalidad.

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