El laberinto en el que se ha metido Sánchez (y en el que está Rajoy)

    • Sánchez tiene lanecesidad de lograr un acuerdo para salvarse, con la desdicha de que el acuerdo le abre un camino al descalabro y un no-acuerdo puede ser su infortunio final
    • Notablemente, los casos decorrupción del PPque está aflorando estos días la investigación judicial son una agresión directa a la imagen de Rajoy como gestor político.
Pedro Sánchez se reunirá con Democracia y Libertad y ERC el próximo martes
Pedro Sánchez se reunirá con Democracia y Libertad y ERC el próximo martes

Han pasado trece días desde la reunión del comité federal del PSOE en la que los barones y los históricos marcaron con líneas rojas los movimientos negociadores de Pedro Sánchez, trece días ya, y aquellos vigilantes se han callado como muertos. El único que ha hablado ha sido Felipe González para ofrecer la sorpresa de descartar a Susana Díaz de la carrera por el liderazgo del partido, mientras que García-Page, contundente avisador de los peligros de Podemos, sigue acordando con los podemitas en su negociado personal de Castilla La Mancha. El silencio de los vigías podría deberse a que confían en que Sánchez ha reducido su obsesión por pactar con Pablo Iglesias, pero el teatro político de estos días muestra que los contactos son frecuentes al más alto nivel al tiempo que discretamente, detrás del decorado, se reúnen segundos y terceros enviados para desbrozar los hipotéticos acuerdos. Si Sánchez no ha renunciado a gobernar con Podemos, puede que haya asegurado a sus marcadores que no cederá en asuntos fundamentales, como el referéndum anticonstitucional que quiere Pablo Iglesias en Cataluña, puede ser. Aunque también cabe que los veteranos se hayan dado por vencidos ante la seguridad con que los jóvenes del equipo de Sánchez demuestran estar dispuestos a mandar en el partido.

El silencio de los guardianes de las esencias psocialistas es el escenario que le facilita actuar a Sánchez y moverse con más autonomía de la que cabía esperar. Su futuro personal es lo que condiciona su proyecto, aunque las posibilidades de que le salga mal son abundantes. Si consigue un pacto con Podemos al precio que sea, no llegará muy lejos, porque Ciudadanos no le concederá su apoyo (y no se lo dará tampoco aunque Iglesias renuncie a sus propuestas más populistas, al menos eso dice Albert Rivera). Si no logra esa eventualidad, tendrá que ceder paso a los intentos que Mariano Rajoy no quiso desplegar antes con la secreta intención de que Sánchez se quemara. Y si no hay Gobierno, se abrirá ante él la tumba de unas nuevas elecciones, garantizada porque no repetiría como candidato. Sánchez tiene la necesidad de lograr un acuerdo para salvarse, con la desdicha de que el acuerdo le abre un camino al descalabro y un no-acuerdo puede ser su infortunio final. Está en un laberinto endemoniado, con una salida que conduce irremisiblemente a un foso, que es la que él se empeña en escoger.

Fue él quien se metió en el laberinto, con la contribución taimada de Rajoy. Pueden seguir acusando de inmovilismo al líder del Partido Popular, pero al rechazar la propuesta del Rey Felipe VI, un regate inesperado, hizo que Sánchez se topara con una oportunidad envenenada. El laberinto tiene para Sánchez otra desembocadura, pero de ella no quiere ni oír hablar: pactar con el PP y con Ciudadanos un Gobierno moderado que tendría el apoyo de al menos el 72 % del Congreso. Ese no solo es el mejor escape para Sánchez y su partido sino también, sobre todo, lo mejor para afrontar la complicada situación en que se encuentra España, la única alternativa razonable de Gobierno para los difíciles asuntos políticos, económicos y sociales que hay que ventilar. Notablemente, los casos de corrupción del PP que está aflorando estos días la investigación judicial son una agresión directa a la imagen de Rajoy como gestor político. Ya ha dicho Rivera con diáfana contundencia que el más indicado para luchar contra la corrupción no es precisamente el líder del PP. La corrupción en su partido es el laberinto que a él le atrapa y que le dificulta la propuesta de un Gobierno razonable.

En éstas, en la búsqueda de un Gobierno improbable va a continuar Sánchez todavía unas semanas, aunque los problemas que aguardan solución están diciendo que no hay tiempo que perder. Él y su gente aparecen moderadamente optimistas. Confían en convencer a Podemos y a Ciudadanos, que son como el agua y el aceite, y en marcar los tiempos y los contenidos. Son los únicos que creen, en medio del silencio de los históricos, en que es posible lo imposible. La otra solución, bajo la conmoción de la corrupción política que se va conociendo, de momento se diluye. Queda el horizonte de unas nuevas elecciones, pero eso a lo peor tampoco resuelve nada.

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