Salé dijo en un discurso emitido por televisión que los extremistas de Al Qaeda podrían llenar un vacío políticoy de seguridad que podría quedar si él se fuera, y culpó a la oposición del fracaso del plan.
"Si [Yemen] entra en una guerra civil, ellos serán responsables de esto y del baño de sangre", dijo Salé. Su argumento se basa en una importante presencia de Al Qaeda en Yemen, un país fuertemente dividido.
El acuerdo firmado por oposición y el propio partido gobernante a finales de abril le habría dado inmunidad a Salé para ser juzgado, lo que implicaba una salida digna tras 33 años en el poder. De haber firmado el acuerdo, Salé habría sido el tercer líder árabe en dejar el poder desde las protestas que estallaron en enero, después del tunecino Ben Alí y el egipcio Hosni Mubarak.
Estados Unidos y Arabia Saudí, ambos objetivos de ataques de la rama de al Qaeda en Yemen, quieren poner fin a la crisis en el país y evitar un contagio de la anarquía en la región, lo que le daría más espacio a la red de extremistas para operar en la zona.
"Salé no es serio en su salida del poder. Y esto es parte de su estrategia de mantenerse en el cargo", dijo el analista de seguridad Theodore Karasik, que agregó que el mandatario ya no era considerado de confianza.
"Podría mantenerse, pero la presión externa será tan fuerte ahora que sus días estarían contados", agregó.
En una medida que enfurecería a los países occidentales y del Golfo Pérsico, hombres leales a Salé rodearon el domingo la embajada de los Emiratos Árabes Unidos, con lo que dejaron encerrados dentro del edificio a los embajadores que trabajaban para resolver la crisis.
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