La campaña anticorrupción en China reduce el interés en ser funcionario

  • Cientos de miles de chinos participaron el domingo en los exámenes anuales para ser funcionario del Estado, unas oposiciones con 1.500 años de historia que esta vez han tenido menos aspirantes que en ejercicios anteriores debido a la escasez de posibilidades de éxito pero también a la campaña anticorrupción.

Antonio Broto

Pekín, 1 dic.- Cientos de miles de chinos participaron el domingo en los exámenes anuales para ser funcionario del Estado, unas oposiciones con 1.500 años de historia que esta vez han tenido menos aspirantes que en ejercicios anteriores debido a la escasez de posibilidades de éxito pero también a la campaña anticorrupción.

Un total de 1,4 millones de personas, el número más bajo de los últimos cinco años, se habían apuntado previamente para participar en las oposiciones de 2014, en las que estaban en juego 22.000 empleos.

Todavía no se ha contabilizado la cifra exacta de los preinscritos que participaron finalmente en los exámenes, famosos desde hace siglos por su extrema dureza y por los años de preparación que requieren.

Sí se sabe que en 2013, de 1,5 millones preinscritos, sólo se presentaron al examen 990.000, un descenso de 130.000 personas frente a 2012, por lo que los observadores ven desde entonces una gran caída del interés de los ciudadanos chinos en ser funcionario del Estado, un cuerpo con más de siete millones de trabajadores.

Los medios oficiales chinos lo achacan a la campaña anticorrupción y de austeridad en el gasto público iniciada por el presidente chino, Xi Jinping, a su llegada al poder en 2012, y que aunque principalmente afecta a los altos cargos, parece haber reducido el atractivo de unos puestos que en otras épocas eran considerados un privilegio.

Xi ha recortado en ayuntamientos, gobiernos provinciales y ministerios los banquetes innecesarios, los regalos, los vuelos en primera clase y otras prebendas que los altos funcionarios disfrutaban desde hace décadas, y que la ciudadanía china comenzaba a ver como un signo de corrupción e injusticia social.

Otra razón del descenso de aspirantes a ser "tazón de hierro", que es como los chinos apodan desde hace décadas a los funcionarios en alusión a que tienen la comida asegurada, puede ser el incremento este año de los requisitos para acceder a determinados puestos públicos.

En concreto, muchos de los puestos a concurso por encima del nivel provincial requieren dos años de experiencia en instancias locales.

También se ha notado en los últimos años un endurecimiento de las obligaciones para los funcionarios y altos cargos a nivel local, hasta el punto de que han aumentado de forma alarmante los casos de trabajadores en administraciones pequeñas fallecidos por agotamiento o que se quitaron la vida en situaciones de fuerte estrés.

"Mucha gente da por hecho que un puesto en el gobierno dará beneficios materiales, pero para los que trabajan en la política de base no es así, y de hecho llevan una vida muy dura", señalaba recientemente en el diario China Daily el profesor Sun Xiaoli, de la Academia China de Gobernanza.

Por otro lado, el auge de grandes empresas privadas en China, en muchas ocasiones con mejores condiciones laborales, buenos sueldos y trabajos más estimulantes, hace que el sueño de muchos chinos ya no sea trabajar en una oficina del Estado, sino en una de Huawei, Wanda o Alibaba, por poner ejemplos de emergentes multinacionales chinas.

Desde 2003 se eliminó el carácter vitalicio del puesto funcionarial, orden que fue dada por el Ministerio de Personal para mejorar la eficacia de los trabajadores públicos.

El sistema de oposiciones chino se basa en los pensamientos de Confucio, el filósofo más importante de esa civilización y todo un revolucionario en su época (siglos V-IV a.c.), quien recomendó una sociedad "meritocrática" en la que gobernaran los que demostraran ser más hábiles, no los herederos de privilegios.

Los aspirantes a funcionario en la época imperial pasaban hasta 72 horas seguidas realizando los interminables exámenes, rigurosamente vigilados y encerrados durante semanas en unas celdas para evitar todo contacto y ayuda del exterior.

En algunas épocas, los exámenes eran tan duros que sólo un dos por ciento de los aspirantes aprobaba cada año, por lo que había estudiantes que lo intentaban durante décadas, incluso ancianos.

El sistema, que resistió el maoísmo y se ha mantenido hasta la actualidad, era positivo en la medida que permitía a una gran parte de la sociedad china entrar a formar parte de la "nobleza" de los burócratas.

Sin embargo, los años de encierro que pasaban los estudiantes impedían que más tarde, en caso de superar las pruebas, fueran unos gobernantes cercanos al pueblo.

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