La Izquierda alemana, condenada a no entenderse con Steinbrück

  • La Izquierda alemana cerró hoy filas en torno a su "máximo líder", Gregor Gysi, mientras los sondeos la señalan como factor clave del bloque opositor ante las elecciones del domingo, aunque la socialdemocracia la descarta como socio por razones históricas, programáticas y hasta personales.

Gemma Casadevall

Berlín, 20 sep.- La Izquierda alemana cerró hoy filas en torno a su "máximo líder", Gregor Gysi, mientras los sondeos la señalan como factor clave del bloque opositor ante las elecciones del domingo, aunque la socialdemocracia la descarta como socio por razones históricas, programáticas y hasta personales.

Bajo un fuerte chaparrón, y en la Alexanderplatz donde el día anterior el socialdemócrata Peer Steinbrück llamó a los suyos a luchar por cada voto, Gysi ofreció uno de esos recitales que le han dado el título, legislatura tras legislatura, de orador más agudo del Bundestag (Parlamento federal).

"Ni por un segundo creí que yo pudiera llegar a ministro. Menos aún a canciller. Peor lo tienen los que mienten y dicen aspirar al relevo en el poder, sin nosotros, cuando saben que no habrá relevo sin contar con La Izquierda", proclamó ante su fiel militancia.

Sin carpa y sin otra protección que algunos paraguas rojos del partido con el lema "Schirm, Charme und Linke" -"Paraguas, Encanto e Izquierda"-, la militancia aclamó a su figura más carismática, cuyo argumento, además, está respaldado por los sondeos.

Por mucho que Steinbrück exhiba optimismo, ni una encuesta da la mayoría necesaria al Partido Socialdemócrata (SPD) en alianza con Los Verdes. La alternativa más viable al gobierno de centro-derecha de Angela Merkel es una gran coalición, lo que en rigor no es un relevo en el poder, sino un cambio de socio.

Gysi logró su primer escaño en el Bundestag en 1990, al frente del postcomunista Partido del Socialismo Democrático (PDS), formación que lograba victorias absolutas en sus bastiones del Este, mientras que en el resto del país obtenía resultados pírricos.

A los años de arrinconamiento, en que se les tachaba de herederos del régimen del Muro de Berlín, siguió la fusión con la disidencia que Oskar Lafontaine arrastró consigo al dimitir como líder del SPD y ministro de Finanzas del canciller Gerhard Schroeder, en 1999.

Bajo el nuevo nombre de La Izquierda, dejó de sufrir por lograr el 5 % de media nacional necesario para obtener escaños y se situó en las generales de 2009 en el 11,9 %.

Ha integrado gobiernos regionales con el SPD -incluida la ciudad-estado de Berlín, donde Gysi fue responsable de Economía-. Pero ninguno de los siete líderes que siguieron a Lafontaine al frente del SPD -de Schroeder al actual, Sigmar Gabriel-, ha roto el tabú de ver a La Izquierda como socio a escala federal.

Por un lado, por razones históricas, ya que todo acercamiento servía a las filas conservadoras para desenterrar fantasmas de la Guerra Fría y apuntar que el SPD se vendía a los herederos del Muro.

A los argumentos del centro-derecha se unen los de la militancia de mayor edad, que recuerdan aún la unificación con el partido comunista a que quedó forzado el SPD en territorio germano-oriental, en 1946, y la represión sufrida por quienes se resistieron.

Junto a las heridas históricas existen los abismos programáticos del único partido del Bundestag que rechaza toda intervención militar, con o sin paraguas de la OTAN y la ONU, y practica la oposición a rajatabla a las líneas de la política exterior alemana.

Todo eso, sin embargo, parece más superable -Los Verdes también se oponían a mucho hasta que Schroeder les convirtió en socios de coalición, en 1998- que la hostilidad personal hacia Lafontaine.

Sigue pesando sobre el partido el cisma creado con el doble abandono de Lafontaine, quien a sus 70 años y semiretirado de la vanguardia política forma pareja de hecho con Sarah Wagenknecht, líder del ala más leal a las esencias comunistas de La Izquierda.

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