La mayor torturadora de la dictadura de Pinochet, al descubierto en un libro

  • Ingrid Olderock, la integrante más cruel de la DINA, el órgano represor utilizado en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), murió en la impunidad junto a sus perros en 2001, aunque ahora el libro "La mujer de los perros" de Nancy Guzmán saca a la luz toda su barbarie.

Cristina García Pérez

Santiago de Chile, 18 nov.- Ingrid Olderock, la integrante más cruel de la DINA, el órgano represor utilizado en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), murió en la impunidad junto a sus perros en 2001, aunque ahora el libro "La mujer de los perros" de Nancy Guzmán saca a la luz toda su barbarie.

"Ella era una mujer brillante, manipuladora, amenazante en sus formas, fría en la ejecución, soberbia y sin ningún rastro de arrepentimiento por sus espantosos actos", con esas palabras describe a Efe la escritora del libro el perfil de Olderock, con quien compartió largas horas de conversación.

Para entender la magnitud de ciertos personajes, inusualmente dantescos y crueles, es necesario remontarse a su infancia, ya que en el caso de la exintegrante de la temible Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), sus primeros años son un reflejo diáfano de la imagen que posteriormente se formaría de ella.

"Su familia, de origen alemán y cercana a la ideología nazi, la crió en un ambiente rígido y militarizado, con muchos episodios de violencia familiar", explicó Guzmán.

Esta educación, además de formar su carácter, la llevó a protagonizar años después episodios sádicos con su propia familia, como en el caso de su hermana, Carla Olderock, a la que mandó detener y torturar para que ésta no cobrase su parte de la herencia familiar.

Su primer paso fue ingresar en la escuela de Carabineros, algo poco común para la época ya que las mujeres no ocupaban cargos de importancia en las Fuerzas Armadas, donde se especializó en paracaidismo y artes marciales.

"Gracias a su perfil destacado, Manuel Contreras (director y creador) la llamó en octubre de 1973 para que formase una brigada femenina de la DINA, con 70 integrantes, donde empieza a cometer sus actos más horrorosos", afirmó la autora del libro.

Ingrid se transforma en el agente represor más cruel, creando el centro de tortura Venda Sexy, tristemente conocido por la práctica de violencia sexual contra las víctimas detenidas y donde desaparecieron al menos 27 personas.

"En ese centro clandestino pone en práctica la tortura a través de perros que ella misma entrenaba para que violasen a hombres y mujeres", señaló Guzmán.

Una realidad oculta muchos años por el miedo y la vergüenza de las víctimas a verbalizar lo ocurrido y la incredulidad de los que escucharon los retazos de esta "historia de terror".

Motivo por el que la autora de "La mujer de los perros" ha tardado largo tiempo en hacer su publicación ya que una de las víctimas entrevistadas le solicitó no usar su testimonio hasta que su madre muriese, cosa que ocurrió el año pasado.

Tras su paso por la DINA, dos balas fueron el detonante de un cambio radical en Ingrid Olderock, dos disparos, uno en el cerebro y otro cerca del corazón, que sufrió durante un atentado perpetrado contra ella, aparentemente, por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en 1981.

"Tras investigar, ella culpó a Carabineros de querer eliminarla en aquel atentado, lo que hizo que comenzase a denunciar a sus compañeros represores y hablase mal de la institución", agregó.

Así, con una bala alojada en el cerebro, manía persecutoria hacia sus antiguas instituciones y la arrogancia que proporciona la impunidad criminal, Olderock comenzó a convencer a la Justicia que tenía problemas mentales.

Sin embargo, Guzmán, que acudió a casa de la agente represora en varias ocasiones por un documental que producía para la BBC, narra una impresión diferente, la visión de una mujer lúcida, inteligente y manipuladora.

"Ella me hablaba de crímenes atroces que otros cometieron, nunca admitió haber participado pero me decía que sabía muy bien las cosas que me contaba, siendo capaz de trastocar la realidad a su beneficio", confesó la escritora.

Olderock nunca fue juzgada, ni tan siquiera interrogada por los delitos en los que participó, y se desconoce si su testimonio podría haber dado pistas acerca del paradero de los desaparecidos.

Por este motivo, con la sensación agridulce, autora y víctimas solicitan ahora que el resto de los participantes que estuvieron en la DINA sí sean procesados.

"La legislación sobre tortura sexual llega tarde, los juicios a los culpables también, lo único que queda es hacer justicia lo antes posible", afirmó.

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