La paz en Oriente Medio pendiente del nuevo gobierno de Israel y de Obama

  • La reanudación del estancado proceso de paz en Oriente Medio depende en gran medida del gobierno que forme el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y de la determinación que demuestre Barack Obama, despojado ya de lastres electorales y que en marzo visitará la zona por primera vez como presidente de EEUU.

Elías L. Benarroch

Jerusalén, 7 feb.- La reanudación del estancado proceso de paz en Oriente Medio depende en gran medida del gobierno que forme el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y de la determinación que demuestre Barack Obama, despojado ya de lastres electorales y que en marzo visitará la zona por primera vez como presidente de EEUU.

Paralizado desde septiembre de 2010, Netanyahu aprovechó el encargo de formar gobierno que le hizo el presidente, Simón Peres, para pedir nuevamente al líder palestino, Mahmud Abás, el reinicio de las negociaciones, una propuesta que no ha caído en oídos sordos en Washington.

Obama, que en sus primeros cuatro años de gobierno se abstuvo de visitar Israel por los constantes rifirrafes y desavenencias ideológicas con el primer ministro israelí, parece haberse convencido de que se ha abierto una brecha por la que retomar la senda de la paz.

"Ningún presidente entraría en esta foto sin tener alguna garantía", aseguró el veterano comentarista Eitan Haber, del diario Yediot Aharonot, que también advirtió a Netanyahu de no volver a "estropear" la instantánea.

Una perspectiva que por ahora no comparten los palestinos, para los que el proceso sigue pendiente del cese de la construcción en los asentamientos.

"No estamos en contra de negociaciones, pero necesitamos que sean reales y no una cortina de humo para que Israel continúe la colonización", dijo a Efe el portavoz de la OLP, Xavier Abu Eid.

No se trata -agrega- de una "condición", sino del cumplimiento de una "obligación" a la que Israel se comprometió en la Hoja de Ruta de 2003 y en la que hasta 2009 los palestinos no insistieron por "error táctico" y porque "con (el anterior primer ministro israelí Ehud) Olmert se negociaba sobre todos los asuntos".

Para Netanyahu es un obstáculo casi insuperable por la oposición que despierta dentro de su partido Likud, su socio Israel Beitenu -con el que acudió a las urnas- y Habayit Hayehudí, uno de sus aliados naturales en el Parlamento.

En plenas negociaciones para formar gobierno, el primer ministro israelí tiene a su disposición una amplia gama de coaliciones por lo que la paz depende de cuál de ellas gobierne.

Una de partidos nacionalistas y ultraortodoxos, como la de los últimos cuatro años, sucumbirá a una excesiva dependencia en formaciones como Habayit Hayehudí, que ni siquiera reconoce la solución de dos estados.

Para abrir una ventana, si es que el primer ministro realmente lo desea, se requiere un gobierno amplio con un número suficiente de apoyos en los partidos de centro -Yesh Atid, Hatenuá, Kadima y Laborista- que contrarreste cualquier amenaza de deserción de la derecha.

Sólo entonces, Netanyahu, que aspirará igualmente a verse arropado por sus aliados naturales -más que nada para eludir un dependencia excesiva en los partidos de centro-, podrá conceder libertad de voto a los diputados nacionalistas en caso de proponer una iniciativa seria de paz.

Otra alternativa es que los palestinos hagan la vista gorda en cuanto a la construcción en las colonias y, a cambio de un calendario exhaustivo de negociación, cojan el testigo del primer ministro israelí, toda vez que la Asamblea General de la ONU les reconoció en noviembre un estado "en las fronteras de 1967".

Los "términos de referencia" de la negociación, es decir, sobre qué se negocia exactamente y bajo qué formulas y plazos, son clave para la parte palestina, a decir de Abu Eid.

Histórico mediador en la región, durante los últimos cuatro años EEUU sólo consiguió tímidos avances que dieron vida únicamente a una moratoria parcial de diez meses en la construcción de asentamientos y un breve proceso negociador de tres semanas en septiembre de 2010.

En una situación de mayor estabilidad internacional, y despojado de lastres electorales que puedan condicionar su política hacia Israel y los palestinos, Obama puede ejercer ahora una mayor presión sobre las partes.

Fuentes políticas estadounidenses dijeron al Canal 10 israelí que Washington pedirá "negociaciones sin condiciones", una fórmula que sigue sin convencer a los palestinos.

"Esperamos que esta visita rectifique los errores del pasado, demuestre una nueva voluntad política y lleve a acciones urgentes, sustanciales y serias que acaben con la ocupación israelí del Estado de Palestina", manifestó la política palestina Hanán Ashrawi.

Miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, Ashrawi instó a la Casa Blanca a "reprimir las violaciones y medidas unilaterales israelíes, en particular la actividad de asentamientos y la anexión de Jerusalén, así como las políticas de bloqueo y fragmentación".

"El problema es de credibilidad", aseguró en una reciente entrevista el casi invisible enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio, Tony Blair, para quien los palestinos "temen sentarse a hablar y que, como en casos anteriores, no pase nada".

Por ahora el anuncio de la visita de Obama ya ha empezado a calar en los partidos israelíes de centro -hay quien denuncia una "intromisión" para persuadirles que entren en el gobierno- y, pendiente de ver qué coalición gobierna Israel, la diplomacia estadounidense deberá apurar su creatividad para encontrar la fórmula que desenrede el problema que representan las colonias para volver al diálogo.

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