Un país hostil para los investigadores 

Por qué en España dejamos escapar a los científicos e investigamos cosas inútiles

Un informe de Fedea expone las dolencias de nuestro sistema de ciencia, investigación y tecnología.

Severo Ochoa de Albornoz
El Premio Nobel Severo Ochoa de Albornoz.

Poco después de graduarse como médico, el asturiano Severo Ochoa salió de España a mediados de los años treinta y fue a Alemania. Luego a Gran Bretaña y por fin acabó en Estados Unidos. Todo su talento explotó allí gracias a que las universidades norteamericanas son potentes centros de investigación, que aportan toda clase de medios y premian a los mejores.

Los trabajos sobre farmacología y bioquímica le hicieron ganar a Ochoa el Nobel en 1959 mientras trabajaba en Estados Unidos. Y a pesar de que fue fundador y presidente de la Sociedad Española de Bioquímica en 1963, y de que en 1971 el Estado español le creó el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, este investigador siguió trabajando en Estados Unidos. Es más: Ochoa había renunciado a la nacionalidad española en 1956, y nunca quiso recuperarla. Se jubiló en 1975.

Eso quiere decir que otro país se benefició del talento de Ochoa porque supo valorar sus conocimientos y ofrecerle los medios para que la sociedad se beneficiara de ello. Desde 1959 la ciencia española no ha dado más premios Nobel: ni en física, ni en química, ni en medicina. 

Las cosas no han cambiado en 80 años. España sigue siendo un país hostil para investigadores y para científicos. Y eso se debe a que el sistema que está detrás de la ciencia española es deficiente. Es lo que expone un informe que acaba de presentar Fedea, y que ha sido coordinado por Clara Eugenia Núñez junto con 18 investigadores. Su conclusión es la siguiente: para que seamos competitivos a escala internacional, tenemos que renovar las universidades y la investigación.

Para empezar, la universidad española está invadida por la burocracia. El informe de Fedea lo califica de endogamia. Son equipos de amigos que investigan cosas sin interés. No son grandes centros de investigación que atrapen a los nuevos talentos. Un ejemplo de ello es que, en 2005, se elaboró un informe sobre el envejecimiento de los investigadores españoles que pedía que se incorporasen nuevos 'cerebros'. "Transcurridos quince años, la única noticia al respecto es el mayor envejecimiento de la plantilla de investigadores”, dicen con sorna el informe de Fedea.

Y esa es la clave: hay que convertir las universidades en centros de investigación científica, en las “research universities” anglosajonas de las que habla el informe de Fedea, donde los centros colaboran con empresas y vuelcan sus resultados en la sociedad. “Muchas de las innovaciones que han dado lugar a la actual Revolución de la Sociedad del Conocimiento tienen su origen en esa estrecha colaboración”, afirma el informe de Fedea. Lo público con lo privado.

La ciencia española, que no era ejemplar, se deterioró a partir de la crisis de 2008, dice el informe. Otros países renovaron sus sistemas científicos a partir de entonces, pero España recortó fondos "y todavía no se ha recuperado". Puesto que tampoco se mejoró su organización, muchos "científicos e investigadores de primer nivel abandonaron el país en busca de entornos más favorables a la investigación científica".

Es decir, ha sucedido lo mismo que sucedió hace más de 80 años con Severo Ochoa. Es lo que se puede leer entre líneas en el informe, y que contrasta con el hecho de que que la España exportadora, la España de ingenieros de Caminos, y de Telecomunicaciones, esa España que construye obras públicas o gestiona aeropuertos por todo el mundo, no ha sido lo mismo en ciencia.

¿Qué hacer para que no siga pasando eso? Primero, cambiar la captación de talento, pues solo el 1% de nuestros científicos e investigadores son foráneos. Eso sucede porque para traer un investigador extranjero se exigen muchos papeleos, de modo que los autores de Fedea proponen que se reduzcan esos trámites. Segundo, otro problema es que las asignaciones presupuestarias a los equipos tienen que pasar por tantos chequeos que la investigación se paraliza. Tercero, tenemos la costumbre de duplicar esfuerzos. El Estado de las autonomías ha creado organismos tan independientes, que dos científicos pueden estar haciendo lo mismo sin conocerse. Y cuarto, el sistema español de ciencia tiene el serio problema de que no comprueba qué se está investigando. Es decir, que si un investigador gasta recursos y tiempos en un trabajo inútil, a nadie le preocupa. No existe un buen proceso de evaluación de resultados.

Por eso en Fedea piden que "una evaluación negativa [de la investigación] debe dar lugar a cierres de líneas de investigación y de laboratorios, y a los ajustes imprescindibles de personal; la investigación deberá confiarse a nuevos equipos para su relanzamiento. Sólo así se puede regenerar el sistema". Es como sucede en la empresa privada: si una línea de cosméticos es un fracaso, se cierra.

Publicar mucho, conseguir poco

En este punto, el informe de Fedea toca en una parte del cuerpo investigador español que duele mucho. España produce anualmente muchos documentos científicos. Pero la inmensa mayoría son inútiles. "En España se publica mucho, pero la relevancia (utilidad real) de dicha producción científica es relativamente baja y su impacto económico muy reducido", dice una cita del informe basándose en un trabajo de Rodríguez-Navarro, en 2015, de Cotec. "No es lógico juzgar la potencia investigadora de un país por el número de artículos científicos que publica anualmente (sería algo equivalente a juzgar la calidad de una paella por su tamaño y sin probarla). Existen criterios mucho mejores y más sencillos, incluso contar el número de premios Nobel del país", dice con sarcástica erudición el informe de Fedea.

Por poner un ejemplo: en España solo ha habido tres premios Nobel desde que llegó la democracia. Los tres de literatura. Ninguno en la rama de las ciencias. Somos buenos contadores de historias, pero no grandes descubridores científicos. Por eso, los autores del informe de Fedea proponen generar "conocimiento potencialmente útil de elevado impacto tanto a nivel académico, como científico, social y económico, como motor de renovación y progreso en todos los sectores".

Los autores del informe proponen dar un vuelco al Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTI) pues es el talón de Aquiles del problema. Hay que reformarlo de arriba abajo. El faro que debe guiar esa reforma son los resultados. Poniendo el ejemplo de la pandemia, los autores afirman que "resultados" sería identificar un virus y desarrollar un antivirus. Eso sería un ejemplo del gasto público aplicado a la investigación y a la innovación, con resultados patentes para la economía y la sociedad. Lo público y lo privado trabajando juntos, con fondos públicos y privados.

Por cierto, la coordinadora del informe tiene experiencia cuando habla de reformar el sistema científico y las universidades. Clara Eugenia Núñez fue directora general de Universidades e Investigación de la Comunidad de Madrid. Conocía perfectamente el modelo de EEUU, pues se doctoró en Historia por la Universidad de Nueva York. Intentó aplicar el eficiente sistema universitario norteamericano a las universidades madrileñas. Los rectores le sacaron las garras. Entonces descubrió que Madrid tenía un sistema educativo anquilosado. Sus recuerdos y experiencias las plasmó en el libro 'Universidad y Ciencia en España: claves de un fracaso y vías de solución' (Editorial Gadir). Núñez sacó una lección: la "irresponsabilidad" de los políticos.

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