¿Rebelión parlamentaria?

    • Si Sánchez pacta con Podemos la suma de votos es menor que la de PP y Ciudadanos (C’s). Por tanto, sólo sí los nacionalistas. 
    • Otra alternativa es un pacto del PSOE con Ciudadanos que necesita el apoyo de al menos 40 diputados del PP. 
El Rey propone a Pedro Sánchez someterse al debate de investidura
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La situación entre los líderes políticos está bloqueando el país. Ahora que Pedro Sánchez va a intentar formar una coalición de Gobierno se va a encontrar ante dilemas insolubles. Si pacta con Podemos la suma de votos es menor que la de PP y Ciudadanos (C’s). Por tanto, sólo sí los nacionalistas o independentistas se abstienen y algunos le votan a favor, como el PNV, tendría posibilidades de ser investido. El resultado sería un Gobierno populista y débil con tendencia a disgregar el país.

Otra alternativa es un pacto del PSOE con Ciudadanos que necesita el apoyo de al menos 40 diputados del PP. Algo a lo que el aparato popular se niega en rotundo. La pregunta es: ¿es responsable mantener en el grupo parlamentario popular una disciplina tan férrea que arroje al PSOE en manos de Podemos y los separatistas? ¿Es la lealtad de los diputados a su partido (y probablemente a su deseo de mantener el sillón) superior a la que deben al país?

Finalmente queda el Pacto de Gran Coalición (PP/PSOE) que está vetado por Pedro Sánchez que no quiere oír hablar de él y/o por Rajoy al imponer su Presidencia. Dentro de ambos grupos parlamentarios seguro que hay miembros dispuestos a ceder en personalismos para llegar a un acuerdo. Sin embargo, otra vez la rígida disciplina evita cualquier movimiento.

Las palabras rebelión y escisión son fuertes y suenan mal. Pero cuando los dirigentes se empeñan en entorpecer alguna de las salidas sensatas es posible que la responsabilidad del parlamentario como patriota deba superar a la responsabilidad como militante de partido

¿Quién tendría la culpa de la escisión?¿Los que arrostrasen el riesgo de ser vituperados por sus compañeros de partido o quienes prefieren el caos a torcer su brazo?

Hasta ahora los grupos parlamentarios se han mostrado monolíticos. Sin fisuras. Con una disciplina que raya a la que definía el Dictador Franco de esta manera: “¡Disciplina! … que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando” ¿Es ese el tipo de representante que los ciudadanos quieren? Diputados que no piensen y deleguen sus responsabilidades en “el mando” aunque esté equivocado y lleve el país al infierno.

Los únicos diputados que en los últimos años han abandonado su grupo parlamentario han sido por razones espurias o personales. No se conoce un caso que sea por razones ideológicas.

Alguno de los que no estaban de acuerdo con su partido han esperado que acabase la legislatura para irse sin hacer ruido, como si discrepar fuera una “traición”. La partitocracia del aparato ha dejado sin capacidad de maniobra al diputado o senador individual, cuya misión es apretar el botón según el dictado del portavoz de su grupo parlamentario. La ley electoral da este resultado porque el elector es, en realidad, el comité electoral del partido obediente al “líder” y no el ciudadano que lleva la papeleta a la urna. Es lógico que haya disciplina, así debe ser.

Para eso se presentan por un partido determinado. Pero que esa disciplina sea en contra del bien común de los españoles no es razonable. Hay casos en donde la libertad individual debería primar sobre la disciplina de partido. Es probable que éste momento sea uno de ellos.

Un momento en el que debería haber una rebelión parlamentaria en los grupos mayoritarios que obligase a sus dirigentes a sentarse y acordar lo mejor para el país o declinar su liderazgo.

Pero no hay que hacerse ilusiones, la disciplina que prefieren esos líderes es bastante parecida a la del dictador, que es evidente que no era demócrata.

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