Socialdemocracia alemana castiga a su cúpula y cuestiona alianza con Merkel

  • El Partido Socialdemócrata (SPD) alemán emitió un voto de castigo a su cúpula, reelegida con porcentajes inusualmente bajos en un congreso marcado por el escepticismo hacia una gran coalición con Angela Merkel y la apertura a medio plazo hacia La Izquierda.

Gemma Casadevall

Berlín, 15 nov.- El Partido Socialdemócrata (SPD) alemán emitió un voto de castigo a su cúpula, reelegida con porcentajes inusualmente bajos en un congreso marcado por el escepticismo hacia una gran coalición con Angela Merkel y la apertura a medio plazo hacia La Izquierda.

A la reelección, ayer, por un modesto 83,6 % de Sigmar Gabriel como líder del SPD siguieron este viernes las votaciones al resto de la presidencia, con porcentajes como el 67,2 % para su secretaria general, Andrea Nahles, y un 67,3 %, para uno de sus vicepresidentes, Olaf Scholz.

Tanto Gabriel como Nahles y, sobre todo, Scholz, acudían al congreso, que se celebra en Leipzig (este), como partidarios de la coalición que actualmente se negocia con la Unión Cristianodemócrata de Merkel y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU).

El tono de todos ellos no era precisamente de entusiasmo a la hora de defender el retorno a la constelación con que gobernó Merkel en su primer mandato (2005-2009). Más bien se apeló a esa solución en términos de "actitud responsable" y como única vía para dotar al país de un gobierno apuntalado en una mayoría estable.

Merkel se impuso claramente en las generales del pasado septiembre con un 41,5 %, pero quedó cinco escaños por debajo de la mayoría parlamentaria y no puede contar ya con sus aliados dichos naturales, los liberales, que no obtuvieron escaños.

La gran coalición no genera entusiasmo, en parte por convicción ideológica y en parte porque la anterior experiencia de gobierno en esa constelación precipitó una dramática sangría de electorado en el SPD. A ello se une que un hipotético bloque apuntalado en La Izquierda y Los Verdes tendría mayoría parlamentaria.

Al escepticismo que se respiraba entre los cerca de 600 delegados presentes en Leipzig se añade el hecho de que ni siquiera está claro que, de lograrse un consenso para un pacto de gobierno entre la CDU/CSU y el SPD, se acabe materializando ese Ejecutivo.

Todo está supeditado al pronunciamiento de la militancia, a cuya consulta se someterá el pacto resultante antes de procederse a la investidura de Merkel en el Bundestag (Cámara baja).

"Calibrar el comportamiento de 600 delegados, en un partido amante del debate, es ya complejo. Ampliar el espectro a 473.000 militantes es entrar en lo imprevisible", comentaba en un aparte del congreso Hannelore Kraft, líder del populoso "Land" de Renania del Norte-Westfalia y vicepresidenta del partido.

Kraft estuvo, de entrada, entre los firmes detractores de una gran coalición, pero finalmente aceptó abrir negociaciones en aras del sentido de responsabilidad.

Mientras el congreso expresaba su escepticismo a aliarse a Merkel a través del voto a la cúpula -el peor resultado desde 2003 en la elección de un presidente, en el caso de Gabriel-, la propuesta de abrirse a La Izquierda se respaldó por mayoría casi absoluta.

El Partido Socialdemócrata descarta una coalición con esa formación -nacida de la escisión del SPD capitaneada por su expresidente, Oskar Lafontaine, y su fusión con el postcomunismo del este del país- para la presente legislatura.

Pero el mero hecho de que lo planteara -y triunfara- como opción a partir de 2017 ha acrecentado el escepticismo hacia la gran coalición, que se percibe como un matrimonio casi forzado.

"Era ya hora de que habláramos de La Izquierda en serio", apuntaba, también en un aparte, Matthias Platzeck, líder de Brandeburgo, "Land" donde gobernó al frente de una gran coalición, primero, y desde 2009 aliado con La Izquierda.

Platzeck quitaba hierro al hecho de que el congreso de Leipzig no diera a Gabriel el espaldarazo que precisaba ante la consulta sobre la gran coalición. "Ser presidente del SPD es un trabajo hermoso, pero duro", decía, desde su posición de exlíder -entre 2006 y 2008- de un partido que, desde la escisión de Lafontaine, en 1999, ha conocido siete relevos en su presidencia.

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