La solución está en las manos de Sánchez

  • Sánchez bloquea la situación política con su persistencia en el error de no querer nada con el Partido Popular.

    Por otro lado, consolida su acuerdo con Albert Rivera y Ciudadanos que, aunque da de sí únicamente 130 escaños, tiene la virtud de frenar una posible escapada socialista por la izquierda.

Pedro Sánchez y Albert Rivera.
Pedro Sánchez y Albert Rivera.
Justino Sinova

Por muchas vueltas que se les dé a los números parlamentarios, todo conduce a la evidencia de que por el camino que ha iniciado Pedro Sánchez no será posible componer una mayoría de gobierno en el periodo de dos meses que se ha abierto tras el fracaso de su investidura y hasta la convocatoria forzada de nuevas elecciones. Sánchez bloquea la situación política con su persistencia en el error de no querer nada con el Partido Popular, que es además una alarmante intransigencia, y en las incertidumbres de sus acercamientos a los populistas de Podemos. La solución para formar Gobierno está en sus manos, pero se empeña en cerrar puertas con una obstinación digna de mejor causa.

Después de las sesiones que confirmaron la fallida investidura, mantiene su enemiga contra Mariano Rajoy y el Partido Popular (“El PSOE no va a apoyar a Rajoy ni a ningún otro candidato del PP”, entrevista en El País, 6 de marzo, p. 17), que hace imposible el acuerdo entre los dos principales partidos políticos, los que hasta ahora se han turnado en el poder y que han sido garantía de la estabilidad de la democracia española. Por otro lado, consolida su acuerdo con Albert Rivera y Ciudadanos que, aunque da de sí únicamente 130 escaños, tiene la virtud de frenar una posible escapada socialista por la izquierda, pero al mismo tiempo se muestra decidido a seguir coqueteando con Pablo Iglesias y Podemos, cuyo acercamiento rompería esa alianza.

Es notable que Sánchez haga cábalas y propuestas sin explicar cómo va a lograr una mayoría con su radical exclusión del Partido Popular. Se pregunta “de dónde saca Iglesias tanto odio y rencor contra el PSOE”, pero es la actitud que él mantiene contra el PP, agravada por la proclamación de que nunca alcanzará acuerdo alguno con el partido de la derecha. Al menos Iglesias le promete un flirteo si rompe con C’s. La solemne repulsa a hablar siquiera con el partido más votado en las elecciones es un no menos solemne error, además de una intolerancia instalada en el sectarismo más incongruente con la democracia.

El mejor Gobierno para España en las actuales circunstancias es el formado por PP, PSOE y C’s, la llamada “gran coalición” asentada en más del 70 % de la cámara, sintonizado perfectamente con el hábitat político de la Unión Europea y con fortaleza suficiente para enfrentarse a los graves problemas que esperan a la vuelta de la esquina: la persistencia en la lucha contra la crisis económica, el mantenimiento del estado de bienestar y el fortalecimiento del Estado de Derecho frente a los intentos centrífugos anticonstitucionales.

Ese Gobierno, con las combinaciones que se quieran, empezaría a ser posible solo con que Sánchez se sentara a hablar en serio con el Partido Popular, lo que hasta el momento no ha hecho, contando con la participación de Rivera en las conversaciones. Pero Sánchez no quiere y prefiere marear la perdiz intentando contactos con Podemos, que son vistos con indisimulado recelo en su partido y con extraordinaria preocupación en Europa. Si no se produce un viraje inesperado en sus declaradas intenciones, le espera a España un paréntesis de dos meses gastado en especulaciones y pronósticos, o sea, un tiempo perdido mientras lo más probable es que los problemas pendientes empeoren. Sánchez tiene la solución, pero no quiere.

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