Trinidad Jiménez deja Exteriores con su "mejor sonrisa"

  • Trinidad Jiménez ha cedido hoy la cartera de ministra de Exteriores y de Cooperación a José Manuel García-Margallo y lo ha hecho con su "mejor sonrisa", como cuando accedió al cargo hace catorce meses.

Madrid, 22 dic.- Trinidad Jiménez ha cedido hoy la cartera de ministra de Exteriores y de Cooperación a José Manuel García-Margallo y lo ha hecho con su "mejor sonrisa", como cuando accedió al cargo hace catorce meses.

Jiménez se ha despedido de esta forma de los diplomáticos y asistentes a la toma de posesión de su sucesor celebrada en el Palacio de Santa Cruz, el mismo lugar donde el 21 de octubre del pasado año tomó el relevo de manos de Miguel Ángel Moratinos.

En aquella ocasión, Moratinos se fue entre lágrimas por no poder completar la legislatura y, de paso, batir el récord de ser el ministro de Exteriores con más años en el puesto.

"Me voy llena de agradecimiento, con la mejor sonrisa, porque ha sido un gran privilegio servir a España", ha dicho Jiménez, quien pasa ahora a la oposición con el PSOE como diputada.

En su algo más de un año al mando de la diplomacia española, Jiménez ha sido fiel al compromiso que se marcó de actuar desde "el diálogo y el respeto".

Se comprometió también entonces a dar continuidad a la política exterior que heredaba, aunque optó desde un comienzo por el pragmatismo y por alejarse de las apuestas arriesgadas -Cuba, Venezuela, Gibraltar...- de las que Moratinos hizo bandera.

El sobresalto de su estreno, con una nueva crisis con Rabat por las consecuencias del asalto marroquí al campamento de El Aaiún, lo logró atemperar a base de aguante, aunque fuera a costa de granjearse la enemistad de los saharauis.

Sin apenas tiempo de rodaje, se encontró con los procesos de cambio de los países árabes, con la suerte, como siempre ha confesado, de poder vivir en primera línea un momento histórico.

Volcada desde un inicio para que España acompañara las transiciones en Egipto y Túnez, actuó también con reflejos a la hora de secundar los cambios en Libia, viajando a Bengasi, la capital de los rebeldes, en junio.

Una de sus decepciones ha sido Siria por dejarse embaucar por las promesas de reformas del presidente, Bachar al Asad, cuando le recibió en Damasco en marzo, días antes de que estallasen las revueltas.

Jiménez hizo hincapié en combinar su acción diplomática con el apoyo a las empresas españolas para favorecer sus inversiones.

Contribuyó de manera decisiva a la concesión a un consorcio español de la construcción del tren de alta velocidad en Arabia Saudí, cuando la balanza se había inclinado en favor de la oferta francesa.

En su legado quedará la estrecha amistad que labró con la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, recompensada con su viaje a Madrid a comienzos de julio.

Su momento más emotivo fue el discurso que pronunció en la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre, en el que proclamó el "profundo e inequívoco" apoyo a favor de la creación del Estado palestino.

Con discreción, logró la liberación del pesquero "Mattheos I", secuestrado en aguas del Golfo de Guinea con cinco españoles a bordo, y del "Vega 5", de pabellón mozambiqueño, en cuya tripulación había dos marineros gallegos.

Su losa, en cambio, es marcharse sin haber logrado ver libres a los dos cooperantes apresados hace dos meses en los campamentos saharauis de Tinduf (Argelia) y los dos que sufrieron la misma suerte dos semanas antes en Kenia.

Las revueltas árabes le impidieron, a su pesar, prestar más atención a Iberoamérica.

Tampoco pudo dedicar tiempo a Asia y al África subsahariana, con su única visita a Guinea Ecuatorial.

Otra asignatura que deja pendiente a su sucesor es la reforma del servicio exterior y el "atasco" que sufre la carrera diplomática por falta de plazas en el exterior.

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