Un tribunal en una vieja prisión colonial, joya de la democracia sudafricana

  • Pocos edificios representan tan bien a la institución que albergan como la sede del Tribunal Constitucional sudafricano.

Marcel Gascón

Johannesburgo, 30 nov.- Pocos edificios representan tan bien a la institución que albergan como la sede del Tribunal Constitucional sudafricano.

Situado en una antigua prisión colonial de Johannesburgo, el nuevo recinto, que cumple ahora diez años, funde la historia de opresión y violencia del país austral con los valores liberales y humanistas de su Constitución democrática.

A través de una formidable colección de arte y de su propia arquitectura, el edificio es en sí mismo un emotivo ejercicio de memoria histórica, pero también una invitación a seguir luchando por un futuro más libre y digno para los sudafricanos.

"El tribunal está concretamente en la sección donde estaban encarcelados quienes esperaban juicio", cuenta a Efe el abogado estadounidense Nate Freeman, asistente de uno de los once jueces que forman el tribunal, quien recuerda que por esta cárcel pasaron, junto a muchos héroes anónimos, Nelson Mandela y Mahatma Gandhi.

Freeman destaca la belleza de esta paradoja intencionada, y recuerda que los ladrillos de la prisión, donde se recluía sin ninguna garantía a los detenidos, fueron reutilizados para construir la sala donde este tribunal garante de la Constitución democrática sudafricana celebra sus sesiones.

Cada detalle en esta sala -abierta y luminosa como el resto del inmueble, en una metáfora de la transparencia de la Justicia- remite a los principios que guían la acción de los jueces que en ella ofician.

Al contrario que en casi todas las cortes del mundo, los magistrados están situados en un nivel inferior al público, y desde sus sillones pueden ver, a través de una larga apertura horizontal en uno de los laterales, los pies de los ciudadanos que caminan anónimos por la calle.

"Es un recordatorio de a quién sirven. Desde la posición de los jueces apenas puede verse si quien camina es un hombre o una mujer, si es blanco o negro", dice Freeman.

La mayor parte de las obras están expuestas en el amplio vestíbulo, levantado sobre columnas torcidas en reconocimiento a la tradición africana de impartir justicia debajo del árbol, y a la propia imperfección de una institución tan humana como la Justicia.

El sufrimiento y la lucha por la dignidad de millones de sudafricanos están profusamente plasmados en los pasillos y las paredes del edificio, concebido por los arquitectos sudafricanos Janina Masojada, Andrew Makin y Paul Wygers.

La obra más emblemática es quizá "El vestido azul", de Judith Mason.

A mediados de los noventa, recién desmantelado el régimen segregacionista del "apartheid", la artista escuchó en la radio el testimonio ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de un policía que mató de un disparo en la cabeza a la detenida política Phila Ndwande.

El agente relató -ante la comisión que podía darle la amnistía si contaba la verdad- cómo Ndwande, desnudada por los guardias durante su arresto, se cubría sus genitales con un trozo de plástico azul, que fue encontrado años después de su muerte junto a sus huesos en el lugar donde había sido enterrada.

En recuerdo de aquel suceso, Mason confecciono con trozos de plástico azul el vestido que ahora cuelga del techo de la sede del Constitucional.

La creación -completada por una pintura del vestido con alegorías a la violencia del régimen- rinde homenaje al honor de la detenida, que resistió a la tortura y la vejación y no dio a sus carceleros la información que le exigían.

Hay espacio también para repasar los logros de un tribunal que, desde su puesta en marcha en 1995, ha mejorado con varias sentencias la vida de muchos sudafricanos.

Una de ellas es la que obligó en 2002 al Gobierno del presidente Thabo Mbeki -que negaba que el VIH fuera el causante del sida y rechazaba el uso de antirretrovirales- a ofrecer en los hospitales públicos a las madres infectadas tratamiento para evitar contagiar a sus hijos.

En varios paneles expuestos en una de las alas del vestíbulo del Tribunal, mujeres sudafricanas beneficiadas por esta decisión cuentan por escrito y con dibujos cómo el tratamiento les dio esperanza y cambió sus vidas.

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